Название: Un amor para recordar - El hombre soñado - Un extraño en mi vida
Автор: Teresa Southwick
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: Omnibus Julia
isbn: 9788413751788
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Emily agarró a Annie y le dirigió a Cal una mirada entre irónica y preocupada.
—El mundo de los juguetes y los niños pequeños es un lugar aterrador para un padre.
—Dímelo a mí.
¿Sería aquello un lazo parental? La preocupación compartida por su hija. Llegaba con once meses de retraso, pero más valía tarde que nunca. Un chillido emocionado de la niña le recordó que no había ido allí para saldar cuentas. Ni para cuestionar a Emily. Estaba allí para conectar con Annie. Cal hizo mucho ruido al abrir el paquete de la muñeca para llamar la atención de la niña. Ella lo observaba con gran interés. Tras unos instantes, cayó sobre sus posaderas y se dispuso a gatear. Llegó hasta él en cuestión de segundos.
Cal alzó la vista hacia Emily, que sonrió y asintió con la cabeza, indicando que entendía y aprobaba el plan. Annie utilizó la mesita auxiliar para ponerse de pie. Vio como Cal sacaba la muñeca vestida de rosa de la caja y se la puso en las rodillas, donde Annie pudiera tocarla. La niña puso la manita en el sofá para no perder el equilibrio y Cal se dio cuenta de que prácticamente estaba de pie sola.
—¿Has visto eso? —le preguntó a Emily.
—Lo sé —ella sonrió con ternura—. Pero si se da cuenta, se sentará. Físicamente está preparada para dar sus primeros pasos, pero mentalmente no.
—Está a punto de andar —afirmó Cal lleno de orgullo paternal—. Justo cuando le corresponde.
—Sí —dijo Emily—. Lo hará en cualquier momento. Es una niña completamente normal.
Annie señaló la muñeca con un dedito y comenzó a balbucear.
—Creo que quiere que la subas en brazos —dijo Emily.
—¿En serio? —Cal miró de nuevo a la niña—. Oye, Annie, ¿qué te parece si te levanto?
Cal dejó la muñeca a su lado en el sofá y agarró a la niña, subiéndola suavemente a sus rodillas. Annie se inclinó rápidamente hacia delante, pero no llegó a la muñeca, así que Cal se la acercó. Annie abrazó la muñeca blandita contra su pecho.
—Creo que hemos triunfado en esta misión —dijo—. Contacto sin llanto.
—Felicidades —dijo Emily—. Ya ves, lleva su tiempo.
Cal disfrutó de la ola todo lo que pudo. Durante la siguiente hora abrió los regalos que había llevado uno por uno y jugó con su hijita. Ella se le subía voluntariamente al regazo y le daba las cosas para que le enseñara cómo funcionaban. Cal la hizo sonreír y reírse. Pasó mucho tiempo antes de que Annie se pusiera de mal humor, y ese comportamiento fue acompañado del frotamiento de ojos, lo que indicaba que estaba cansada.
—Es hora de que esta niñita se vaya a la cama —dijo Emily cuando Annie le apoyó la cabeza en el hombro—. Voy a cambiarla.
Se puso de pie y entró en el pasillo antes de girarse.
—Puedes venir con nosotras si quieres.
Cal lo hizo, y observó cómo ella le cambiaba el pañal a Annie con seguridad y luego la ponía a dormir en la cuna de princesas. Tras taparla hasta la cintura, encendió una lamparita y regresó con Cal al salón.
Él no tenía palabras para describir la emoción y la alegría que le producían abrazar a su hija y dar pasos positivos para ganarse su confianza. Pero la confianza no se hacía extensiva a Emily y él.
—Se está haciendo tarde, Cal —dijo ella abriendo la puerta—. Gracias por haber venido.
—Gracias por recibirme —se detuvo frente a ella, sintiendo cómo el calor exterior se mezclaba con el aire fresco de dentro. Cuando se juntaban aire frío y caliente, se creaban las condiciones idóneas para un tornado.
Aquella mujer tenía una boca hecha para besar, y él lo sabía por propia experiencia. Había echado de menos muchas cosas de Emily desde que ella lo dejó, y besarla estaba en lo más alto de la lista. Al parecer todavía tenía la adrenalina de la euforia, porque era la única explicación para lo que hizo después.
Cal le pasó el brazo por la cintura y la atrajo hacia sí mientras inclinaba la boca sobre la suya. Aquel contacto liberó la tensión que no sabía siquiera que estuviera formándose en su interior. Saboreó la sorpresa de labios de Emily justo antes de que se rindiera en una mezcla de lengua y dientes. Sus senos se apretaron contra el pecho de Cal, haciéndose desear con todas sus fuerzas que estuvieran piel contra piel. Sus dedos encontraron el bajo de su falda y estaba a punto de levantársela cuando ella le colocó las manos en los hombros. Era una señal, una negativa, y no lo que esperaba el cuerpo de Cal.
Dio un paso atrás y se llenó los pulmones de aire ante de decir:
—Eso ha sido una combinación de gracias y buenas noches.
—Lo sé —dijo ella con voz ronca y temblorosa al mismo tiempo.
—Ahora me voy.
—Será lo mejor —estuvo de acuerdo Emily—. Buenas noches, Cal.
Cuando ella cerró la puerta, Cal fue consciente de cuál era el problema inherente a lo que acababa de pasar. Emily no se creía la pobre excusa que le había dado para besarla, como tampoco se la creía él.
Capítulo 5
EMILY había terminado su trabajo diario en el hospital en el que trabajaba Cal inmediatamente después de la desastrosa conversación en la que había tratado de decirle que estaba embarazada. En aquel momento le pareció que era lo mejor que podía hacer, aunque le encantaba aquel hospital. Ahora que Cal sabía lo de Annie, no había razón para andar evitándolo y podría volver a su trabajo allí.
Aquella mañana temprano, cuando entró en el Centro Médico Misericordia, se dio cuenta de cuánto había echado de menos aquel lugar. Dentro de sus paredes, el personal estaba centrado en trabajar al unísono para curar la mente, el cuerpo y el alma de los pacientes. También se dio cuenta de lo mucho que había echado de menos ver a Cal en el trabajo. Como representante de los servicios sociales, la llamaban si había sospechas de maltrato infantil o necesidad económica. Ahora mismo iba camino de urgencias porque Cal había pedido a una trabajadora social para que viera a uno de sus pacientes.
Emily debería estar centrada en su trabajo, pero el mero hecho de pensar en Cal provocaba que la boca le temblara con el recuerdo de su último beso. Una combinación de buenas noches y gracias, le había dicho. Era más fácil creérselo, pero sus bocas se conocían demasiado, y estaban demasiado impacientes por recibir más.
Se le formó un nudo en el estómago. Cuando se abrieron las puertas automáticas de urgencias, Emily las cruzó y vio a Cal en el mostrador de información, hablando con al enfermera jefe. Rhonda.
—Hola, Rhonda. Hola, Cal —dijo Emily deteniéndose al lado del mostrador.
La rubia de ojos marrones asintió.
—La identificación que llevas indica que estás trabajando.
—Sí. Los servicios sociales están en cuadro por las vacaciones y me han pedido que venga.
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