Название: Mamá en busca del polvo perdido
Автор: Jessica Gómez
Издательство: Bookwire
Жанр: Сделай Сам
Серия: Harpercollins Nf
isbn: 9788491396079
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—¿Pero no tenías planes?
—¿Piri ni tiníis plinis?
—A ver, Gabi y Maya tienen patinaje de cuatro y media a seis. ¿Nos tomamos un vinito en Cacos?
—Vaaaaaaaaaaaaaale.
—¡Guay!
—¿Guay? ¿Qué tienes, cinco años?
—Ciao, cariñín.
De pronto tuve un pensamiento fugaz. Llamé a Dero.
—Amore, ¿te has acordado de avisar en el cole de que esta semana los niños se quedan a comedor?
—Hostia, no…
—Vale. —Respira, Paz, respira—. No pasa nada. ¿Puedes llamar para avisar, porfa?
—Claro. ¿Me das el teléfono?
¿En serio, Didier? ¿EN SERIO?
—Cariño, estoy conduciendo.
—Mándamelo cuando aparques.
Me cago en… RESPIRA, PAAAAAAAAAZZZZZZ, RESPIRAAAAAAAAA.
—¿Estás muy ocupado? ¿No lo puedes buscar en Google?
—Bueno, anda, vale —me dijo con aire resignado —, ya lo busco yo.
Perdona, ¿eh? ¿A qué viene ese tono? ¡Que no me estás haciendo ningún favor, que también son tus hijos, coño!
—Ok, amore. Ciao. ¡Ah! Por si acaso: te recuerdo que mañana Teo tiene cita en el pediatra y que tienes que llevarlo tú.
—Joder, no me acordaba. —¿Y por qué no me sorprende?—. ¿A qué hora?
¿Me ves cara de ser la agenda de toda la familia, Didier?
—A las once y cuarto. —Joder, pues va a ser que sí lo soy—. Venga, te dejo.
Como la cosa siga así, antes de que acabe el lunes necesitaré una bombona de oxígeno. Y a lo mejor un marido nuevo. O unos diazepanes. O una combinación de todo ello.
Aparqué a diez minutos andando del trabajo y todavía conseguí llegar cinco minutos antes de la hora. Vicente me miró sonriente.
—¿Has venido en coche?
—Sí.
Habría sido un buen momento para que mi moderno jefe me agradeciera el esfuerzo extra. No, no habría sido un buen momento: habría sido un momento de puta madre.
—¿Lo ves, Paz, como solo es cuestión de que te organices mejor?
Sonreí, asentí, me giré para irme hacia mi mesa y, cuando estaba segura de que Vicente ya no podía oírme, resoplé muy fuerte. Y, después, resoplé otra vez.
* * * *
A las cuatro, con una mochila con Teo en mi espalda y dos mochilas cargadas con los patines y cascos de Gabi y Maya castigándome las manos, me planté en el cole para recoger a mis dos hijos mayores del comedor y llevarlos a patinaje.
—¿Por qué no nos dijisteis que hoy nos quedábamos a comedor? —me espetó Gabi, que cuando quiere es tan incisivo como su madre o, peor, como MI madre.
—Pues porque no nos acordamos, Gabi, lo siento. —A veces me olvido de que lo que es obvio para mí para ellos puede no serlo tanto. Tendríamos que habérselo dicho—. Esta semana papá está de tarde, os quedáis toda la semana. ¿Te hace sentir mal que no os lo dijéramos?
Se lo pensó un momento.
—No —dijo con tranquilidad, levantando los hombros—. Es que me ha parecido raro.
—A mí sí me hace sentir mal —dijo Maya haciendo pucheros.
—Vaya… —Me agaché para ponerme a la altura los ojitos oscuros de mi hija mediana—. Lo siento mucho, Maya.
—No quiero llamarme Maya.
Sonreí mientras le retiraba un mechón de pelo de la cara.
—Es verdad, perdona: Isla.
—Tampoco quiero llamarme Isla.
—Vale. —Madre mía, esta niña lo va a pasar fatal cuando vaya a hacerse el DNI—. ¿Y cómo te quieres llamar?
—Quiero llamarme Brisa.
—¡Wow! —Esta hija mía está fatal de lo suyo. Ojalá no cambie nunca—. Es un nombre precioso, Brisa. ¿Nos vamos a patinar?
* * * *
—Pero vamos a ver, puta gorda —le espeté a Vane en cuanto entró por la puerta del Cacos—, ¿tengo una hora y media para tomar algo y llegas tarde?
—¿Y qué quieres? —me dijo la tía, tan campante—. ¡Fue el bus!
—Si yo fuera una mala persona, Vanessa, te diría que tendrías que haber venido en coche.
—¿Si fueras una mala persona?
—Sí. O un jefe moderno. Pero soy una buena persona, así que no te lo voy a decir.
—Bueno, tía, te tengo que contar —me dijo nerviosa mientras se quitaba la chaqueta—. Muy fuerte todo.
Una nunca sabe qué esperarse de la Vane cuando algo es «muy fuerte», porque para ella algo «muy fuerte» abarca un espectro en la escala de lo increíble que puede ir desde «me han reclutado para la primera expedición a Marte» hasta «me he comprado unos calcetines de Friends». Eso es un plus positivo en las quedadas con Vane porque, como no sabes qué esperar, pues puedes esperarte cualquier cosa. Además, para redondear el momento, Teo se había quedado dormido en la mochila, así que la girada de mi mejor amiga tendría toda mi atención.
—¿Te acuerdas que te conté que había conocido a un tío en Tinder?
Vale, hoy toca Tinder OTRA VEZ. Vane, hija, ¿por qué no lees un poco, o vas al cine o alguna cosa?
—Vagamente. ¿Cuál de ellos?
—¡Tía, pues el que te dije que me gustaba mucho!
—Vane, eso no responde a mi pregunta.
—Rubén. El que tenía la foto de perfil en blanco y negro con un gato sobre su torso desnudo.
—¡Ah, sí! Muy guapo. ¿Y?
—Tía, pues que quedamos.
—¿Sí? ¿Y qué tal?
—Muy bien, tía. Quedamos la primera vez y genial. Fuimos a tomar algo y a un concierto, pero no pasó nada.
Ay, СКАЧАТЬ