Illska. Eiríkur Örn Norddahl
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Название: Illska

Автор: Eiríkur Örn Norddahl

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Sensibles a las Letras

isbn: 9788416537730

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СКАЧАТЬ lo declararon inimputable. Y fue un escándalo, claro, eso de no condenar al número dos del régimen. Pero entonces pidió que le dejaran hacer una declaración, confesó que lo recordaba todo y que a partir de ese momento diría la verdad sobre todo lo que había pasado. Y que todo había sido una simple broma.

      —Una simple broma.

      —Ya me entiendes. Fingiendo.

      —Mierda.

      —¡Pues sí!

      Ómar se bajó los pantalones y se echó encima de Agnes, que le abrazó con un cálido suspiro.

      ***

      La prensa amarilla (¡que te está espiando!) no alteriza todo lo que existe en el cielo y la tierra para poner de relieve lo que es único. Pone de relieve las diferencias (hombre-muerde-perro) y no las semejanzas (perro-muerde-hombre). Si habla de un «extranjero» que se supone que ha hecho algo, suelen añadirse declaraciones (recogidas de labios de «vecinos» anónimos), afirmando que en su apartamento se oían con frecuencia «músicas raras» o se notaban «olores extraños», como si fuera evidente que alguien que se empapice de estofado de bacalao con bechamel a todas horas mientras escucha rock islandés a todo meter no puede ser culpable de nada (a menos que se pueda demostrar de forma incontrovertible que su interés por el rock islandés y el estofado de bacalao con bechamel sea «extraño» por algún motivo).

      ***

      Ómar y Agnes decidieron apartar la segunda guerra mundial durante su cuarta cita, y simplemente se fueron a comer. Hamburguesas, patatas fritas y Coca-Cola grande con pajita. Mucha salsa cóctel, ensalada de col y pepinillos. Si no hubiera estado prohibido fumar en el interior de los locales, habrían acabado echando la ceniza en las sobras pletóricos de felicidad.

      —Una vez le recomendé este sitio a dos turistas —dijo Ómar—. Andaban buscando «comida islandesa».

      Agnes rio.

      —No, lo digo en serio. Esto es lo más islandés que conozco. «Patatas fritas, salsa y ensalada». Lo dicen las crónicas. —Canturreó: ¡Es el mejor el mejor el mejor el mejor chiringuito en el que he estado y se come fenomenal!

      —En la película esa, ¿no les entraba diarrea a todos?

      —Sí. ¿No habían echado laxante en la salsa cóctel?

      —Ah, sí, es cierto. Pero no por eso es menos islandés. Tan islandés como Bubbi Morthens y Dallas.

      —¿Dallas también era islandesa?

      —Tanto como las ovejas. Al menos dos generaciones de islandeses conocen Dallas mejor que las ovejas.

      ***

      Cuando se habla de «racistas», se elige, sin excepción, a algún tonto afásico —se le presenta como la excepción en la sociedad, que afirma (mediante el rechazo a los tontos afásicos) no ser ni afásica ni racista—. Los racistas autoproclamados proporcionan una coartada a los abusos del sistema (como cuando se aloja cerca del aeropuerto internacional de Keflavík a los emigrantes que llegan a Islandia, a fin de poder expulsarlos del país a las primeras de cambio, incluso al amparo de la noche, o aplazar la decisión sobre sus solicitudes de asilo durante años, con la esperanza de que los emigrantes se rindan ellos solos y se marchen, convirtiéndose así en «problema» de otros países). La alterización revela menos de la inferioridad de los otros, y más de lo asquerosamente superiores que nos creemos nosotros.

      ***

      —¿Tú crees que hay alguien que quiera vivir en Lituania?

      —Solo era una pregunta.

      —Ya, solo era una pregunta. Y la respuesta es no, no me apetece ni lo más mínimo vivir en Lituania.

      —Pero ¿por qué se volvieron allá tus padres?

      —Porque sí.

      —¿No tienes también tú parientes allí?

      —Claro que los tengo. Y de vez en cuando me apetece mucho ir a visitarlos. Pero no me apetece vivir en Lituania.

      —Tiene que ser más entretenido que vivir en Islandia. No creo que haya en todo el mundo una ciudad más aburrida que Reikiavik.

      —Venga, no digas eso.

      —¡Lo digo de verdad!

      —El mayor índice de suicidios. En Lituania.

      —¿En serio?

      —Sip. Somos el número uno. Los mejores del mundo. Ni siquiera los lituanos quieren vivir allí.

      —La leche.

      —Según unos estudios británicos, la islandesa es la cuarta nación más feliz del mundo, ¿lo sabías? Después de daneses, suizos o austriacos, todos ellos, países con Estado del bienestar donde ha enraizado la xenofobia. Y oye, ¿sabes en qué puestos estaban los lituanos?

      —No.

      —El 155.

      —¡Anda! Ni siquiera sabía que hubiera tantos países en el mundo hasta que leí el estudio ese. Pero bueno, ya sabes. En el mundo hay 178 países. Islandia está en el puesto 4. Lituania, en el 155.

      Pagaron el almuerzo y se instalaron en el coche, donde fumaron un cigarrillo en el aparcamiento antes de volver a casa de Agnes y hacerlo, sin hablar en ningún momento del Holocausto o de Hitler.

      ***

      Queremos dejar esto bien claro:

      Tú no eres de los nuestros.

      Tú eres de los nuestros.

      Tú no eres de los nuestros.

      Tú no eres de los nuestros.

      Tú eres de los nuestros.

      Tú no eres de los nuestros.

      Tú eres de los nuestros.

      Tú eres de los nuestros.

      Y nunca se sabe qué es peor.

      ***

      Un día, Ómar le dijo a Agnes que en tres semanas enteras no habían pasado ni un día separados, y que llevaban dos semanas sin dormir cada uno en su cama.

      —Pues a lo mejor es que somos novios —dijo Agnes, y cerró el ordenador que tenía sobre las piernas.

      —No lo puedo interpretar de otra forma —dijo Ómar.

      —Está clarísimo —dijo Agnes con un mohín.

      —Claro como el cristal.

      Los dos habían estado tan ocupados jugando el uno con la otra como para darse cuenta de que aquello se había convertido en un fait accompli ante el que no tenían más remedio que rendirse, СКАЧАТЬ