Название: Illska
Автор: Eiríkur Örn Norddahl
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: Sensibles a las Letras
isbn: 9788416537730
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Un día, cuando la dirección de la «Exposición colonial» se hartó de ver al pequeño Victor Cornelins paseándose con demasiada frecuencia en el pabellón groenlandés, trajeron una jaula. Lo metieron en ella junto a su hermana Alberta, a quien, igual que a Victor, no le gustaba demasiado estar en exposición.
Los niños daneses solían congregarse delante de la jaula, animándose unos a otros a meter los dedos para comprobar si Alberta o Victor los mordían —pues se había corrido la voz de que eran antropófagos— y estos se hicieron mucho más populares enjaulados que paseando por ahí.
***
—¿Con quién crees que tienes más en común, con un obrero de Uganda o con ese tal Hreiðar Már, el que fue presidente del Banco Kaupþing?
—¿En Uganda sirven pizzas a domicilio? —Ómar miró en el ordenador. Agnes había apagado la cámara para que no se entrecortara el sonido, y en lugar de imágenes en movimiento de su novia, solo veía una foto de dos gatitos grises rayados, acostados en un mullido cojín rojo.
—¿Por qué no iba a haber pizzas a domicilio en Uganda?
—Espera. Voy a mirar en Google…
—Mm.
—Pues sí que hay pizzas en Uganda. Incluso hay Domino’s. Nkrruurrumah Road. No sé pronunciarlo. En una ciudad llamada Kampala.
—Vaya si eres listo.
—Sí.
—Pero ¿tú qué crees? ¿Uganda o Hreiðar?
—Hreiðar.
—¿Por qué?
—No lo sé. Porque los dos crecimos con Hemmi Gunn. Los dos bailamos con la banda Sálin hans Jóns míns. Echamos la pota como fieras y nos enamoramos de Linda Pétursdóttir. Los dos oíamos rock en Reikiavik y leíamos a Halldór Laxness. Leíamos a Dostoyevski en las traducciones de Ingibjörg. Incluso él también habría podido trabajar alguna vez en Domino’s. Hace unos años, no era más que un chiquillo que estudiaba Comercio. Todo eso tiene su importancia.
—¿Tú crees que Hreiðar Már habrá leído a Dostoyevski?
—Eso me parece más probable que lo lea un pizzero de Uganda.
—¿No puedes buscar también eso en Google?
—¿El qué?
—Repartidores de pizza en Uganda que sean lectores de Dostoyevski, ¿no?
Ómar calló un momento.
—No sale nada.
—A lo mejor prefieren a Tolstoi.
—A menos que prefieran la traducción de Arnór Hannibalsson. Pero ¿por qué lo preguntas?
—Por nada. Me estuve peleando con papá. Nacionalidad frente a clase social. No importa.
—Ah, ya.
—Oye… tengo que irme. Nos vemos mañana por la tarde. ¿Vendrás a la estación de autobuses a ayudarme con las maletas?
—Sí, claro. ¿Tendrás hambre?
—No sé. A lo mejor un poco. Con que haya yogur o algo así, vale.
—Vale. ¿Algún yogur en especial?
—No, Ómar, da igual. Cualquier yogur. Pero ahora tengo que irme.
—Vale. Bye-bye.
***
Cuando los islandeses exigieron que no los convirtieran en otros —cuando exigieron ser súbditos daneses y no habitantes de las colonias— se cambió el nombre de la exposición, que pasó a llamarse «Exposición colonial danesa y exposición de objetos de Islandia y las Feroe».
Cuando Victor Cornelins hizo prácticamente lo mismo, lo encerraron y lo llamaron antropófago. Escupía a los niños que lo invitaban a morderle el dedo. Escupía a esos niños daneses que se creían buenísimos. Escupía a las niñas de vestido rosa con encajes y a los niños con trajecito de marinero. Escupía a las danesas de falda larga que le ofrecían chocolatinas y escupía a los daneses que, ufanos y orondos, detallaban ante sus familias la espléndida labor del reino en las Indias Occidentales.
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