En busca del elefante. Kyung-ran Jo
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Название: En busca del elefante

Автор: Kyung-ran Jo

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Colección literatura coreana

isbn: 9786077640240

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СКАЧАТЬ después de ocurrido el accidente.

      El día de la inauguración se reunieron bastantes personas en el restaurante. Los miembros del grupo habíamos quedado en comer allí, pero como cada vez llegaban más clientes, algunos de nosotros llevábamos los platos sucios a la cocina y limpiábamos las mesas con trapos. Después de la hora de comer, el ambiente del restaurante se fue relajando poco a poco. Tomábamos el té y dialogábamos acerca del lugar al que teníamos planeado ir de servicio la siguiente semana. Unas mesas más allá, del otro lado, estaban sentados los amigos del propietario. Al cabo de una charla que no recuerdo ahora, decidimos reunirnos con el grupo del dueño y fuimos a una sala más grande del restaurante. Entre ellos había un graduado de la Universidad C, la misma a la que yo asistí. El dueño lo recordó y me preguntó: “Usted, tía de Yunsul, ¿no se graduó en esa universidad?” Asentí con la cabeza, aunque en realidad me faltó un semestre para titularme. Es decir, cuando me casé con tu tío, aún me faltaba un semestre para terminar la carrera. El graduado del Departamento de Pintura me preguntó mi especialidad y contesté que pintura occidental; luego quiso saber en qué año había ingresado a la universidad y dijo su especialidad: artes plásticas. Le pregunté si conocía a un condiscípulo mayor apellidado Kim y me contestó que no. De esta manera la plática continuó sin interrupción. No sé por qué tenía ganas de levantarme cuanto antes, aunque no tenía ningún presentimiento de nada.

      No, no es eso. Mira, no tengo razón para mentirte. Quería saber acerca de ese condiscípulo mayor. Por eso le pregunté por fin: “¿Conoce usted al condiscípulo Chong Sukyu del Departamento de Artes Plásticas?”

      El amigo del dueño del restaurante mantenía cerrada la boca. Me miró largo tiempo a la cara con ojos penetrantes, por lo que me puse tensa, creyendo que podía estar muy enfermo. Unas cuantas veces pensé que quizá ya se habría ido de aquí. Solía pensarlo cuando llegaba la primavera, sí, cada vez que la primavera volvía. Fue por él que, desde mi matrimonio, no volví a comunicarme con las personas a las que conocí en la universidad.

      “Me imagino que nadie se lo ha dicho: se suicidó hace dos años.” El amigo del dueño nos dio la noticia. Tenía una taza en la mano. Los que todavía no cerraban la boca de la última risa que se pintaba en sus labios, los que cobraban la cuenta y yo, que recargaba la barbilla en la mano, nos quedamos petrificados. Hubo un largo silencio, o al menos así lo sentí. A continuación se oyó un susurro entre ellos y un chasquido, después llegaron a mis oídos las preguntas acerca de la relación que mantenía con él.

      En ese instante pensé que él me estaba llamando y que teníamos que vernos de nuevo.

      Yunsul, me imagino que recuerdas al hombre que te visitó el otoño de hace tres años. Era un amigo de tu tío que peinaba canas y que frisaba los cincuenta. Vivía desde hacía largo tiempo en Estados Unidos. La vuelta a Corea no fue más que una visita. Nos invitó a los tres al restaurante chino del hotel en que se alojaba. Antes de ir a ver a ese hombre que te recordaba de niña, te probaste varios vestidos. Al final escogiste uno muy llamativo color cereza y llevabas una cinta blanca en tu cabello liso y oscuro. Tal vez esperabas escuchar de ese hombre, amigo de tu tío y también de tu padre, alguna historia acerca de tus padres que no conociste. Por algo no se disipaba el rubor de tus mejillas mientras volvíamos a casa.

      Entre los tres nos acabamos una botella de vino durante la cena. A veces le preguntabas si recordaba algo de tu niñez, pero guardaste silencio sobre tus padres. Tu tío y yo nos enorgullecíamos de tus piernas sanas y bien doradas por el sol, tu cabello y la frente limpia. Ese hombre contó brevemente su vida en Estados Unidos y la razón de haberse marchado de su patria hacía tanto tiempo. Tu tío y yo no acostumbrábamos divertirnos bebiendo alcohol, sin embargo, el hombre pidió otra botella. Se la bebió entera él solo. Tenía planeado marcharse dos días después. Cuando íbamos a levantarnos, vi que te tiraba sigilosamente del brazo. Tu tío y yo avanzamos hacia la entrada fingiendo no haberlo visto.

      Al día siguiente fuiste a verlo. Tu tío se preocupó de que fueras sola, por lo que te llevó en su coche hasta el lugar de la cita y volvió a casa. No me dijo nada. Yo esperaba ansiosamente la hora de tu regreso. ¿Te habría pasado algo? Pero, oye, a diferencia de tu tío, no me preocupaba tanto como él, porque yo conocía muy bien a ese hombre. Puesto que nosotros no te revelamos esa verdad, no sería él quien te contara esa historia de hace tanto tiempo, pero si te la hubiera contado, no se habría marchado.

      Déjame decírtelo de nuevo: no me arrepiento nunca del tiempo que tú y yo vivimos juntas, pues no te considero la hija de mi hermana mayor, aunque a veces reflexiono sobre esos años pasados. Si te hubiéramos dejado sola, ahora vivirías con cualquier otra persona, no con nosotros. O, si acaso, podríamos pensar que les quitamos su puesto.

      Al año de tu nacimiento hubo un gran incendio en un centro comercial de Dongdaemun. El fuego se extendió a la tienda de telas en la que trabajaban mis padres. Todas las tiendas de alrededor fueron arrasadas por el fuego y murieron innumerables personas, entre ellas mis padres y tu madre de 21 años. Yo iba camino a la tienda, con la bolsa de alimentos para tres personas en la mano. Envuelta en una tela, te quedaste dormida con una mejilla pegada a mi espalda. Hasta ahora no he visto nunca en mi vida un incendio tan fuerte y devastador como ése. Se mezclaban el ruido del derrumbe de los pilares y el clamor de la gente; las llamas ardían violenta y ferozmente. Recordarás que en la costa del este hubo un incendio forestal hace un año por estas fechas. Al mirar el incendio en la televisión, tuve que tomar agua fría repetidas veces. Tú te preocupabas por los árboles viejos que estaban ardiendo en la montaña, por las mariposas y alces que bebían agua en el arroyo, pero, conforme a mi recuerdo, ese incendio no fue tan terrible y no causó tanto miedo como el de hace 23 años. Tan es así, que no pudieron extinguirlo en más de diez días.

      De esa manera viniste tú. Mi cuñado, es decir, tu padre, vivió aquí cierto tiempo, siempre con cara de decepción. Cuando menos lo pensábamos, se marchó del país, dejándote a mi cuidado, sin siquiera prometer que volvería por ti. Te abandonó en aquel entonces y, después, nunca más volvió a esta tierra. No te dije el nombre de mi cuñado, por si acaso; tenía miedo de que lo odiaras. De todas formas, era el hombre que quiso mucho a mi hermana mayor.

      Sabía que no te habías ido definitivamente, sin embargo, deambulaba esperándote en la puerta, sin poder dormirme hasta que volvieras. En el momento en que bajabas del taxi, miré a los ojos del hombre sentado a tu lado. El amigo de tu tío no bajó del vehículo. Te despediste de él brevemente y te volviste hacia mí. Te vi cansada, pero tu mirada no mostraba ni sospecha ni antipatía contra mí. Así pude recuperar la calma, aunque pronto la perdí.

      Pasé interminables horas agobiada por el dolor después de haberme informado acerca de mi condiscípulo mayor Chong Sukyu, y me acordé de ti y de aquellos tiempos. Al parecer, suponías que yo no sabía nada. Después de haberte despedido del amigo de tu tío, empezaste a guardarte las palabras, y durante cierto tiempo evitabas la hora de la comida con nosotros. Siempre estabas ocupada y cansada, por lo que aumentaron las horas de sueño. Cada vez que observaba tu figura, sentía un dolor punzante, como si una sierra me cortase la columna vertebral. Oye, Yunsul, ¿por qué no volviste a preguntarme nada? La vida se me hacía muy pesada así. ¿Lo sabías? Te agradezco… No tengo nada más que decirte. Te digo la verdad. Ese hombre, amigo de tu tío, era mi cuñado, tu СКАЧАТЬ