Название: En la encrucijada
Автор: Мишель Смарт
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: Miniserie Bianca
isbn: 9788413489285
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Daba igual que se hubiera quedado casi sin tiempo. Podía pasarse el resto de su vida buscándolo, pero no encontraría a nadie que pudiera conmoverlo como lo había hecho Amalie en los pocos minutos que la había escuchado. Jamás se había conformado con los segundones y no iba a empezar en ese momento.
–¿Qué sabes de mi isla? –le preguntó él.
Ella se quedó desconcertada por el cambio de conversación.
–Poca cosa. Esta cerca de Creta, ¿no?
–Creta es nuestro vecino más cercano. Nosotros, como los cretenses, descendemos de los minoicos. Agon ha sido atacada durante siglos por los romanos, los otomanos y los venecianos, entre otros. Los hemos repelido a todos ellos. Solo los venecianos consiguieron ocuparnos, pero durante muy poco tiempo. Mi pueblo, a las órdenes del Ares Patakis, de quien soy descendiente directo, se sublevó contra los ocupantes y los expulsó. Desde entonces, ninguna otra nación ha pisado sus costas. La historia cuenta nuestra historia. Nadie oprimirá a los agonitas, lucharemos hasta el último aliento por nuestra libertad –Talos hizo una pausa para dar un sorbo de café–. Seguramente, te preguntarás por qué te cuento todas estas cosas.
–Efectivamente, estoy intentando entender a qué viene… –reconoció ella.
–Es para que sepas de qué pasta estamos hechos mi familia y mi pueblo. Somos guerreros. ¿Miedo escénico? ¿Nervios? Eso solo son contratiempos que hay que combatir y derrotar. Con ayuda, tú también los derrotaras.
Amalie podía imaginárselo perfectamente. Talos Kalliakis, solo con una coraza y una espada en la mano, se pondría al frente en cualquier batalla. Sencillamente, había tenido la mala suerte de que hubiese decidido batallar contra ella. Sin embargo, su miedo escénico no era una batalla, era parte de sí misma y algo que había aceptado desde hacía mucho tiempo.
Su vida era agradable, sencilla, sin altibajos. Había impedido que la agitación de su infancia se abriera paso hasta su vida adulta.
–He acordado con tus directores que vengas a Agon dentro de un par de días y te quedes hasta la gala. Tu orquesta empezará inmediatamente los ensayos y llegará una semana antes de la gala para que puedas ensayar con ellos.
–Perdone, ¿pero qué es lo que ha hecho? –preguntó ella olvidándose de su intención de ser afable.
–Te daré un mes para que te aclimates a Agon.
–No tengo que aclimatarme. Agon no está en medio del desierto.
–También tendrás un mes para que prepares perfectamente tu parte solista –siguió él sin hacer caso de su interrupción y dirigiéndole otra mirada de advertencia–. No tendrás distracciones.
–Pero…
–Superarás el miedo escénico –aseguró él con la firmeza de un hombre que nunca había cedido ante algo tan nimio como los nervios–. Yo me ocuparé de ello personalmente.
Él se calló y se hizo un silencio que ella sabía que tenía llenar, pero solo podía pensar en las ganas que tenía de tirarle algo, de maldecir a ese hombre odioso que estaba intentando desbaratar esa vida cómoda y tranquila que se había creado al margen del cualquier protagonismo.
–Despinis…
Ella levantó la mirada y se encontró esos ojos como rayos láser que la taladraban otra vez como si pudiera entrar en ella y saber lo que estaba pensando.
–¿Aceptas el encargo o voy a tener que despedir a un centenar de músicos? –preguntó él en un tono inflexible–. ¿Voy a tener que destrozar un centenar de carreras incluida la tuya? Lo haré, no lo dudes, os destrozaré a todos.
Ella cerró los ojos y tomó aire para intentar dominar el pánico que le atenazaba la garganta. Ella lo creía, sabía que no era una amenaza vana. Podía destrozar su carrera. No sabía cómo lo haría, pero sí sabía que podía.
Si no lo detestara tanto, se preguntaría por qué estaba dispuesto a llegar tan lejos para que ella aceptara, pero si no cedía, él le arrebataría lo único que sabía hacer.
Sin embargo, ¿cómo iba a aceptar? La última vez que toco sola, estaba rodeada por los amigos artistas de sus padres; músicos, escritores, actores, cantantes… Se había humillado y había humillado a su madre delante de todos ellos. ¿Cómo iba a salir al escenario delante de mandatarios y jefes de Estado y que no le atenazaran los mismos nervios? Eso, si conseguía llegar hasta el escenario.
La última vez que lo intentó después de aquel incidente acabó hospitalizada. Lo que recordaba con más claridad de aquel momento atroz era la furia de su padre contra su madre por haberla obligado. La había acusado de egoísmo y de haber utilizado a su única hija como un juguete.
Se le formó un nudo en la garganta cuando se acordó de que se separaron pocas semanas después y de que su padre se quedó con su custodia.
Sin embargo, era afortunada. Si las cosas se ponían complicadas, sabía que podía contar con sus padres para que la ayudaran a salir del apuro. No pasaría hambre y tampoco perdería su casa. Sus compañeros no podían decir lo mismo, casi ninguno tenía unos padres adinerados. Pensó en la encantadora Juliette, que estaba embarazada de siete meses y era el tercer hijo. Pensó en Louis, que acababa de reservar unas vacaciones ruinosas con toda su familia a Australia. Pensó en el quejoso Giles, que se quejaba todos los meses cuando tenía que pagar la hipoteca…
Todos ellos eran músicos o administrativos y todos ignoraban que su porvenir estaba pendiente de un hilo.
Miró fijamente a Talos como si quisiera que percibiera cuánto lo odiaba.
–De acuerdo, acepto, pero tendrá que sufrir las consecuencias durante el resto de su vida.
Amalie miró por la ventanilla y vio Agon por primera vez. El avión empezó a descender y pudo ver unas playas de arena dorada rodeadas de vegetación, montañas y pequeñas poblaciones con unas inmaculadas casas blancas. Entonces, tomaron tierra y rodaron por la pista de aterrizaje hasta que se pararon con suavidad.
Ella, agarrando el violín con fuerza, bajó por la escalerilla con los otros pasajeros de primera. Después del frío de marzo en París, se agradecía esa temperatura templada.
No se había imaginado que iba a una isla turística que era un destino muy apreciado tanto por familias como por entusiastas de la historia. Se había imaginado que Agon sería como una mazmorra, tan oscura y tenebrosa como el hombre que la había llevado allí.
Había estado en más de treinta países a lo largo de su vida, pero nunca había estado en un aeropuerto tan acogedor como el de Agon. Los trámites de entrada fueron muy rápidos y la llegada de su equipaje por la cinta transportadora fue más rápida todavía.
Un hombre la esperaba con un cartel con su nombre. Después de unas presentaciones de cortesía, él tomó el carrito con su equipaje y fue hasta un coche largo y negro que estaba aparcado en lo que, evidentemente, era un sitio preferente.
Todo estaba transcurriendo como le había explicado la secretaria personal de Talos en un correo electrónico que le había mandado el día anterior.
Mientras el conductor СКАЧАТЬ