Название: Un soltero difícil
Автор: Charlotte Maclay
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: Jazmín
isbn: 9788413751375
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Loretta se apresuró a ir a la cocina. Toda la calma que había conseguido a través de la meditación había volado al ver aparecer a Griffin en la terraza.
Un hombre debería ser más consciente como para presentarse ante una mujer a primera hora de la mañana casi desnudo. Y después empezar a dar órdenes. ¡Por Dios bendito! ¿Cómo iba a concentrarse mientras miraba aquel ancho torso con sus fascinantes regueros de vello rizado? ¿O cuando había mirado de reojo sus musculosas piernas cubiertas por el mismo vello castaño? Ella no era una santa. Por Dios, aquel hombre le daba ideas que no debería siquiera considerar en su avanzado estado de embarazo. De ninguna manera, se recordó mientras intentaba olvidar la cálida sensación de sus manos en su codo para enderezarla.
Ella sabía que su jefe era un multimillonario, lo que no la preocupaba de ninguna manera. El hecho de que todas las revistas estuvieran plagadas de fotos suyas definiéndolo como un donjuán, eso sí la preocupaba. Quizá no hubiera reconocido su nombre o su cara al instante, pero lo había sabido cuando la señorita pelirroja con cara de muñeca había aparecido a su puerta.
Algún impulso protector le había hecho desear darle a aquella mujer con la puerta en las narices. Él se merecía algo mejor que una actriz mediocre. Griffin Jones tendría que discriminar más a las mujeres con las que saliera mientras Loretta fuera su empleada. Sin duda con el tiempo le daría las gracias.
Lo que no tendría oportunidad de hacer si no le preparaba el desayuno en el acto y la despedía antes de conseguir su dosis de cafeína diaria. Rodgers le había indicado que su jefe podía ser un poco gruñón hasta tomar su café. Loretta no quería arriesgarse.
Unos minutos más tarde, salió con la bandeja cargada con una generosa cafetera de café negro, zumo y muffins integrales caseros. Ya era el momento de impresionar a su jefe.
–Aquí tiene, señor. El comienzo perfecto para su día. Cincuenta y dos por ciento de sus necesidades diarias de vitaminas A, C, E y B.
–Tiene un aspecto delicioso –Griffin le hizo un gesto para que se sentara. El desayuno tenía muy buen aspecto y olía aún mejor. Dio un sorbo a su café. La cafeína lo despertó en seco y se relajó de momento para contemplar el paisaje incluyendo a su mayordomo de ojos castaños–. ¿No vas a comer?
–Ya he desayunado hace siglos. Normalmente soy muy madrugadora.
–Ya veo –dio un mordisco a uno de los muffin y observó salir el vapor. Loretta podría no ser aceptable para una tienda de comida naturista, pero se le daba de maravilla hornear pan–. ¿Vives en alguna parte, Loretta? Quiero decir, ¿tienes un apartamento cuando estás… bueno, cuando no estás aquí?
–Tenía uno. Después de la muerte de Isabella lo dejé porque sabía que necesitaría el dinero extra. Me volví a vivir con mi madre.
–Entonces tenía un sitio donde ir si él la despedía.
–Por supuesto, cuando me enteré de que tendría este trabajo y que viviría aquí, le dejé la habitación a mi sobrina Patrice y a su marido. Tienen tres niños más uno en camino y necesitaban un sitio mientras les remodelaban la casa. Tenían que hacer más habitaciones, ¿comprende?
–Entonces la casa de tu madre debe estar bastante invadida si han ido cinco personas más.
–No está tan mal. Aunque por supuesto, tiene a Enrico allí. Enrico es mi hermano pequeño y todavía está en el colegio. Y a la tía Luisa, que ha vivido con nosotros toda la vida. Es mi tía abuela. Una mujer maravillosa que hace preciosos bolillos.
–¿Bolillos?
–Es como el encaje pero más fuerte. Nos ha hecho el ajuar a todas las hermanas.
Él asintió como si entendiera, aunque no entendía nada.
–O sea que si te fueras a casa ahora…
–Tendría que dormir en el sofá.
Griffin cerró los ojos. Una mujer embarazada no debería dormir en un sofá. No podía ser saludable. Apuró el resto del café con desesperación.
–¿Quiere un poco más?
–Sí, por favor.
Fue más un gemido que una respuesta. ¡Maldición! Él era un ejecutivo que dirigía una corporación multimillonaria con tiendas de minoristas en diez estados. Aquella pequeña mujer abandonada no debería desequilibrarlo tanto con sus historias fantasmagóricas, sus radicales libres y la sensación de sentirse responsable de ella. Quizá debería contratarla en una de sus tiendas. Así al menos no la tendría delante.
–Dime, Loretta. ¿Sabes algo de ordenadores?
Ella sirvió el café.
–¡Oh, claro! Bastante ¿Qué quiere saber?
Griffin sintió una oleada de alivio. Había una forma de deshacerse del lío en que estaba metido.
–Juego al Nintendo con mi sobrino todo el tiempo –continuó ella animada–. Por supuesto, me gana la mayoría de las veces, pero voy mejorando.
Miró a Griffin con tanto entusiasmo que él no quiso estropear su ánimo. Pero, ¿en qué diablos iba a graduarse con ciento treinta y tantas unidades sin saber nada de ordenadores? A menos que lo estuviera inventando.
–¿Cuándo esperas el bebé? –preguntó con sensación de impotencia.
No había forma de librarse de aquella mujer.
–Dentro de cuatro semanas. Y solo me quedan tres semanas para conseguir el seguro que necesito. ¿Ve lo bien que salen las cosas cuando Dios se pone de tu lado?
El dolor de cabeza que había sido solo una leve amenaza la noche anterior empezaba a ser insoportable.
–Tienes razón –se levantó de la mesa–. Me voy a la oficina.
–¿En sábado?
–Sí, en sábado.
Aunque hubiera sido el día de Navidad hubiera ido a trabajar para librarse de la locura que había invadido su casa. Sospechaba que su tío Matt y su empresa estaban desviando envíos de Compuware a sus tiendas Compuworks. Necesitaba revisar los pedidos y comprobar la posibilidad de tener un espía en su propia empresa. Las vacaciones eran la estación de más trabajo y las ventas del mes anterior a la Navidad un importante porcentaje de las ganancias anuales. Las pérdidas en esa época no podrían compensarse después. La industria cambiaba demasiado aprisa para segundas oportunidades.
Loretta se levantó con torpeza debido a su abultado abdomen.
–Metí su coche en el garaje anoche. Rodgers me dijo que no debía dejarlo fuera. Por los ladrones y vándalos, ya sabe.
–Sí, gracias. Esta noche llegaré tarde. No te molestes en prepararme la cena.
Con un poco de suerte podría recuperar la oportunidad con Aileen.
Una vez arriba se duchó, afeitó y vistió de forma desenfadada. Odiaba los trajes, pero su trabajo los requería para tratar con los suministradores. Pero no en sábado.
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