Название: Un soltero difícil
Автор: Charlotte Maclay
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: Jazmín
isbn: 9788413751375
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–¡Oh, no! Eso es algo horrible de pensar acerca de mi tío Wayne.
–¿Y no había otra persona que pudiera hacer el trabajo?
–Mis otras tías son demasiado mayores y mis primas ya tienen niños, aparte de que sus maridos eran muy reacios a la idea. Además, la mayoría de ellas no tuvieron embarazos fáciles.
Griffin apretó los dientes. Quizá los embarazos difíciles fueran genéticos en su familia; embarazos con riesgos incluso.
–¿Y no pudo Wayne contratar a otra persona? No le hubiera costado mucho más que…
–Somos una familia, señor Jones. Cuando la familia tiene problemas, uno hace lo que tenga que hacer.
–Yo no le dedicaría a mi tío ni un minuto y mucho menos me quedaría embarazado por él –masculló Griffin.
Además, su tío Matt era la competencia, el director de la compañía electrónica que tenía a su empresa de cabeza.
Loretta lanzó una carcajada musical.
–No creo que su tío le pida que se quede embarazado.
–Probablemente no –acordó él con una sonrisa. Ni tampoco podía imaginarse a su tía, que parecía más seca que un cardo, pidiéndole que la fecundara. Se estremeció ante la idea–. Entonces, ¿para qué necesitas el seguro médico? Yo diría que lo lógico es que tus tíos corrieran con los gastos.
–Mis tíos murieron en un accidente de coche.
–¿Qué? Lo siento. ¿Pero no te dejaron algo con lo que…?
–No eran ricos, señor Jones. No como usted. Y estoy segura de que ni siquiera pensaron nunca en hacer testamento. E incluso aunque lo hubieran hecho, después del doble funeral no hubiera quedado suficiente para pagar mis facturas de médicos… o las del niño.
¡Dios, cómo odiaba aquellas historias dramáticas, sobre todo cuando parecían reales!
–¿Te ha estado viendo algún médico?
–¡Claro! Ellos pagaron por adelantado mis cuidados prenatales y el doctor ha sido lo bastante bueno como para no cobrarme ningún extra. Pero el parto no entra en ellos, ni del hospital o el pediatra.
Los ojos empezaron a brillarle de nuevo como diamantes en un lago de chocolate.
–Incluso si te dejara trabajar para mí, que no te he dicho que lo haga –añadió con rapidez al ver el brillo de sus ojos–, ¿no diría el seguro que había unas condiciones preexistentes? No cubrirán…
–Eso funciona diferente por completo en las agencias de trabajo temporal. Si duro lo suficiente, estoy cubierta desde el día en que empecé a trabajar para ellos. Es la zanahoria que extienden para mantener a los empleados trabajando más tiempo.
–Entonces, ¿ya has trabajado para esa gente antes?
Asintiendo, Loretta dio un sorbo a su té.
–Muchas veces. Trabajo con ellos desde que empecé la universidad.
–¿Universidad?
Ella alzó la barbilla con determinación.
En algún momento, el pelo largo que se había recogido en una coleta se le había soltado y los mechones sedosos besaban la fina columna de su cuello.
–Voy a ser la primera persona de toda mi familia que se gradúe en la universidad. He completado 136 unidades en la Universidad de California de Los Angeles.
–Esas son muchas unidades.
Más de las que Griffin tenía y él ya había conseguido su graduación.
–Me hubiera graduado ya, pero he cambiado varias veces de especialidad. Y ellos no dejan de cambiar los requisitos.
–Sí, eso te puede retrasar.
–Así que todavía me falta un año o así para acabar y ahora con lo del bebé… –se encogió de hombros–, puede que tarde un poco más.
Quizá debería haber pensado en ello antes de aceptar tener el hijo de otra mujer. Griffin no quería tener nada que ver con Loretta y su historia melodramática. Desde luego, no la quería como su mayordomo.
Pero no podía precisamente echarla a la calle en mitad de la noche.
–Mire, señorita Santana…
–Puede llamarme Loretta si quiere. En las clases aceleradas para mayordomo me dijeron que estaba bien si a mi jefe le resultaba más cómodo.
–Sí, bueno… –Maldición, ya le costaba bastante despedir a la gente incluso aunque fuera incompetente y, hasta el momento, Loretta no había hecho nada mal–. La verdad es que actualmente no necesito ningún mayordomo.
–¡Por supuesto que lo necesita! Rodgers me aseguró, en confianza, que usted lo entendería, que había días en los que no conseguía arreglárselas sin él. Supongo que no será usted terriblemente organizado.
Griffin frunció el ceño.
–¿Ha dicho eso Rodgers?
–¡Oh, sí! Pero no debe preocuparse de que lo decepcione. Yo soy la persona más organizada que conozco.
Parecía muy segura de sí misma, pero Griffin no estaba seguro.
–Sigo pensando que no creo…
Entonces sonó el timbre de la puerta.
–Yo abriré –Loretta se levantó tropezando contra la mesa con la enorme tripa y tirando la taza de té–. ¡Oh, Dios! Lo limpiaré en un minuto. No lo toque.
–¿Por qué no abro yo la puerta mientras tú…?
–No, no, abrir la puerta es mi trabajo. Me han enseñado bien lo que tengo que hacer.
¿Enseñarle a abrir la puerta? ¿Era eso lo que aprendía en las clases aceleradas? Griffin apenas podía imaginarse lo que podría incluir un curso tan corto.
Oyó a Loretta abrir la puerta y recibir al visitante.
–Siento terriblemente que no haya llamado antes, señorita. El señor Jones tiene un fuerte resfriado y sería más prudente para él no tener visitas esta tarde.
Una voz femenina que Griffin no pudo reconocer del todo contestó:
–No, espera un minuto –murmuró él dirigiéndose a la puerta principal.
Tampoco tenía un resfriado tan fuerte.
–Estoy segura de que entenderá que el señor Jones solo piensa en su bienestar. No quiere exponerla a un virus al que su sistema inmunológico tardaría semanas en combatir.
Griffin divisó a una pelirroja en la puerta, una actriz de opereta СКАЧАТЬ