Название: #atrapadaenlared
Автор: Albeiro Echavarria
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
isbn: 9789583062728
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En ese momento sentí que podía confiar en Protón. Le conté lo que a nadie le había dicho. Aunque era algo que pertenecía al círculo íntimo de nuestra familia, podía servirle a él para darse cuenta de lo importante que era su trabajo.
Cuando ocurrió el suceso de mi hermana, hacía dos años que yo había salido del colegio y estudiaba actuación. Mi hermana es cuatro años menor que yo y estaba en décimo. Ella siempre había sido muy amiguera, contrario a mí, que era bastante tímido y retraído. Ella era muy activa en internet. Mis papás confiaban en ella porque siempre dio muestras de ser muy madura. Tenía perfiles en todas las redes sociales y se jactaba de tener muchos más amigos que cualquiera de sus compañeras de colegio.
Los dos manteníamos una buena relación, aunque ya no tan cercana como cuando niños. Su adolescencia nos alejó un poco. En esa época peleábamos por cualquier motivo y, al poco tiempo, nos reconciliábamos. Yo estaba pendiente de sus cosas, pero no me atrevía a husmear en su celular. Nos respetábamos y defendíamos mucho nuestra privacidad.
Después, cuando vino la investigación, supe que su núcleo de acción era WhatsApp, donde tenía muchos amigos desconocidos, aunque también frecuentaba Snapchat, que permite que los mensajes enviados se borren en corto tiempo. Yo también tenía mis grupos, pero eran pura mamadera de gallo o todo lo contrario, asuntos realmente serios.
La amiga de Inés, o befa como se decían entre ellas, era una niña de su misma edad que había llegado al colegio cuando estaban en sexto. De inmediato congeniaron y se hicieron inseparables. Le decían Houston, porque se parecía a la cantante Whitney Houston. Era muy extravertida y pronto se hizo muy popular en el colegio.
Mi hermana se montó en la cresta de popularidad de Houston y las dos crearon un grupo al que llamaron Houston y Sus Comadres. Allí estaban las más bonitas, las más lanzadas y las más apetecidas por los muchachos. Así se llamaban en la vida real y también en el grupo que tenían en WhatsApp.
Houston era, por supuesto, la que más admiradores tenía. Más de uno soñaba con tener una relación sentimental con ella. Por eso la chica e Inés acordaron mantenerse al tanto de todo avance que realizaran los muchachos en ese sentido. Es decir, se cuidaban la espalda. Fue tal el grado de confianza y de camaradería que cultivaron entre las dos, que un muchacho debía primero pasar el examen de la una para que pudiera entablar amistad o amorío con la otra: “Si le partes el corazón, te las verás conmigo”, “Te voy a dar el visto bueno, pero si no te comportas, te voy a hacer la vida imposible en las redes sociales”. Si algunas de las dos rechazaba a un pretendiente de la otra, no había vuelta de hoja y era dejado en visto o bloqueado del chat.
Fue Houston la que animó a Inés a aceptar una relación amorosa con Tobías. ¿De dónde había salido este tipo? Ese muchacho era amigo de una prima de Andrea, que era una de las Comadres. Fue Andrea la que lo llevó al grupo Loslocosdelsalón y allí fue donde se interesó por el perfil de mi hermana Inés. A las pocas horas eran amigos y al otro día él le declaró a mi hermana, a través del chat privado, que estaba enamorado de ella.
Lo que a Tobías le faltaba en belleza física le sobraba en palabrería. En la segunda noche, después de haber recibido el visto bueno de Houston, Tobías le mandó a mi hermana veinticinco mensajes de voz. Algunos de ellos de hasta diez minutos. Y hablaba de una manera tan cariñosa que era fácil entender por qué mi hermana se había enamorado de él. Eso, sumado a que tenía una voz muy sensual, hizo que Inés cayera en sus redes.
Los mensajes que encontramos después revelaron que Inés no se quedó atrás. Se comunicaba con él estando en clases, en recreo o en la buseta. Y ni se diga cuando llegaba a la casa y se encerraba en su habitación. Encontramos conversaciones después de la medianoche, cuando se suponía que estaba dormida. Los mensajes de Inés no eran tan explícitos como los de Tobías, pero sí mostraban a una adolescente perdidamente enamorada y terriblemente ingenua.
Fueron quince días de amor intenso hasta que Tobías le pidió a Inés que se vieran en la vida real. Ella le respondió que eso era imposible porque mis papás no la dejarían. Entonces él recurrió a varios trucos y, hablándole como solo él sabía hacerlo, le propuso que se vieran el sábado cuando ella fuera a la unidad residencial de mi tía Emilia, rutina de la que estaba enterado porque Inés le había contado su vida al derecho y al revés, y le había hablado al detalle de cada uno de los integrantes de nuestra familia.
Todo quedó en los mensajes que se intercambiaron: la estrategia de Inés para salir del apartamento de la tía Emilia diciendo que iba para el apartamento 1104 donde vivía una amiga y el truco de salir por la portería sin ser vista por los porteros, esperando en el corredor hasta que un grupo de personas saliera para confundirse con ellas. El vehículo de color marrón que la recogió una cuadra más adelante del edificio fue captado por una cámara de seguridad.
Ese día me habían invitado a celebrar el cumpleaños de un amigo en un bar de la calle sesenta y seis. Fui a la casa después de mi última clase de teatro, me cambié, pregunté por Inés y mamá me dijo que estaba en la casa de la tía Emilia. Hablé con papá y le pedí plata. Me despedí y salí a la portería donde ya me estaba esperando el taxi.
Al llegar al bar me vi en dificultades para encontrar la mesa donde estaban mis amigos. La gente estaba bailando reguetón y cantando en coro. Había que avanzar empujando a todo el mundo. Saludé a mis a amigos, me tomé un sorbo de ron y me puse a charlar. Al rato salí a bailar con Betty, mi mejor amiga de la escuela de artes. Ella y yo nos entendíamos bien, pero nada más. Bailé con ella todo el rato.
A las once y quince de la noche sonó el teléfono. Miré la pantalla y me di cuenta de que era mamá. Contesté a los gritos mientras intentaba despejar el camino para llegar al baño. Lo único que supe fue que mamá estaba llorando. Avancé entre la multitud, dando codazos a diestra y siniestra, hasta que alcancé la puerta. Entonces, alejado ya del ruido, mamá repitió lo que había dicho en medio de la algarabía: Inés no aparecía por ningún lado. Ni siquiera había llegado al apartamento 1104 donde supuestamente había ido a visitar a su amiga.
La habían buscado por toda la unidad y nadie daba razón de ella. Mi tía andaba como loca averiguando en todas partes, pero hasta el momento no había noticias de mi hermana. En ese momento la tía estaba revisando los videos de las cámaras instaladas en la unidad residencial y papá había salido para allá.
Traté de calmar a mamá, diciéndole que había transcurrido muy poco tiempo, que todavía era temprano y que seguramente Inés estaría donde alguna otra amiga en el conjunto porque era imposible que la tía pudiera ir de apartamento en apartamento buscando a mi hermana. Finalmente le dije que saldría de inmediato para la casa de mi tía y que me sumaría a la búsqueda.
Me despedí de mis amigos diciéndoles que se había presentado una emergencia en mi casa y tomé un taxi que me llevó en menos de diez minutos al barrio El Caney. Al llegar, encontré a papá y a Jaime, esposo de mi tía, en la sala del apartamento, con rostro de tragedia, tratando de calmar a mi tía que había sufrido una crisis de nervios.
Papá me explicó que habían descubierto, gracias a los videos, que Inés había salido del conjunto residencial camuflada entre un grupo de personas y que después se había subido sola a un carro que la estaba esperando en la esquina. Yo me quedé de una pieza. Me hice el fuerte para no angustiarlos más, pero por dentro entré en pánico absoluto y así estuve durante las horas siguientes.
Algo terrible había ocurrido y prácticamente estábamos maniatados. Lo único que podíamos hacer era esperar… Y esperar en tales circunstancias fue una verdadera tortura.
Papá fue a la estación de policía, yo lo acompañé. Allí le dijeron que era muy pronto para poner СКАЧАТЬ