Название: Seducción en África - Deseos del pasado - Peligroso chantaje
Автор: Elizabeth Lane
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: Ómnibus Deseo
isbn: 9788413751689
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¿Bastaría con eso?, se preguntó echándose hacia atrás. Parecía que estaba funcionando, porque la rueda se movió un poco más hacia delante.
–¡Vamos, un poco más! –masculló Cal sin dejar de empujar.
Megan se puso a su lado y empujó también. Centímetro a centímetro, el Land Rover avanzó, y fue tomando velocidad poco a poco a medida que salían del barro.
–¡Sí, señor, lo conseguimos! –exclamó Harris riéndose.
Cal levantó a Megan y la aupó por encima de la puerta abatible antes de subir detrás de ella. Megan, ya sentada en la caja del Land Rover, se volvió para mirar a los búfalos mientras se alejaban. El líder de la manada había empezado a correr hacia ellos, pero al ver que se iban se paró, resopló, y sacudió la cabeza.
Cal, que estaba cubierto de barro desde el pelo hasta las botas, como probablemente lo estaba ella, la asió por los hombros y la miró preocupado.
–¿Estás bien?
Megan le sonrió.
–Nunca había estado mejor. ¡Lo logramos!
–¡Megan, estás loca! ¡Podrías haberte matado!
La atrajo hacia sí, estrechándola con fuerza contra su pecho, y por un momento Megan se olvidó por completo de Harris y de Gideon. La adrenalina le corría por las venas, y se sentía como la heroína de una película de acción.
–¡No sé si eres una inconsciente, o la chica más guapa y valiente que he conocido! –exclamó Cal entre risas mientras la abrazaba.
Entre sus brazos, Megan se sentía segura, y su risa era como una droga. De pronto sintió un impulso inexplicable: quería que la besase, que la besase de verdad.
Sin embargo, después de cómo había reaccionado la última vez, estaba segura de que Cal no volvería a hacerlo ni en sueños. Por eso, si quería un beso de él, solo había una cosa que podía hacer, se dijo, y dejándose llevar por la euforia del momento le pasó una brazo por el cuello y tiró de él hacia sí para apretar sus labios contra los de él.
Capítulo Siete
Megan notó que Cal se tensaba, y por un momento se le encogió el corazón, pero él se recuperó rápidamente del shock, porque lo notó sonreír contra su boca antes de que tomara las riendas. Sus labios se fundieron con los de ella, y la besó de un modo tan sensual, que Megan sintió un cosquilleo delicioso entre las piernas.
El temor aún estaba ahí, adormecido en las profundidades de su conciencia, pero el beso de Cal la arrastró como la marea, y paladeó la dulzura de algo que creía perdido.
Al cabo, sin embargo, y demasiado pronto a juicio de ella, Cal puso fin al beso.
–No estamos solos –murmuró en su oído.
Megan miró hacia delante y se encontró a Harris vuelto en su asiento, mirándolos con una sonrisa divertida.
–¡Que me aspen! –dijo guiñándoles un ojo–. Ya sabía yo que antes o después acabaríais «entendiéndoos». Solo ha hecho falta una tormenta, una rueda atascada en el barro y una manada de búfalos.
–Vista al frente, viejo granuja –le dijo Cal con una sonrisa socarrona.
Cal la ayudó a volver a su asiento antes de hacer él otro tanto, y cuando estuvo sentado de nuevo a su lado le pasó un brazo por los hombros y la atrajo hacia sí.
El corazón a Megan le latía con fuerza mientras pensaba en el arriesgado paso que acababa de dar. ¿Significaba aquello que estaba recuperándose, o sería simplemente que se había dejado llevar por la emoción del momento?
Estaba ansiosa por volver a estar bien. Quería vivir sin miedo a las relaciones íntimas, poder volver a hacer el amor, e incluso tal vez casarse y tener hijos; eso era lo que siempre había querido.
Por primera vez vislumbraba un brillo de esperanza. Había luchado contra la atracción que sentía por Cal desde que lo había conocido, pero ya no había razón para seguir luchando. Su fortaleza la hacía sentirse segura, y aquel beso le había dejado una sensación maravillosa. Sin embargo, no estaba segura de que debiese arriesgarse más, sobre todo sabiendo como sabía la razón por la que Cal había ido allí. ¿Podía fiarse de que no intentaría manipularla o que no usaría su vulnerabilidad en su contra? La noche anterior se había portado muy bien con ella, pero no estaba segura de que pudiera confiar en él, ni de que ella no se dejaría llevar demasiado.
Durante el trayecto de regreso, Cal, calado hasta los huesos, estaba deseando llegar para darse una ducha caliente, ponerse ropa seca, cenar… y quizá algo más.
Megan iba acurrucada a su lado, y el contacto entre sus cuerpos era la única fuente de calor en medio de la incesante lluvia. Cuando le apretó suavemente el hombro con la mano, ella lo miró y le sonrió. Lo que había hecho había sido increíble, bajarse del vehículo a pesar del peligro para ayudarle con la rueda. ¿Cuántas personas en la misma situación habrían dado una muestra así de valor?
Y el beso, sin duda, había requerido también mucho valor. Después de la reacción de pánico que había tenido la noche anterior, aquel beso lo había pillado desprevenido. Hubiera sido cual hubiera sido su intención, a nadie le amargaba un dulce, desde luego, pero no sabía muy bien qué esperar en adelante.
Era evidente que Megan quería algo, pero no iba a presionarla. «Sé paciente», se dijo a sí mismo. Dejaría que tomase las riendas y la seguiría. Al fin y al cabo, ¿no había sido su intención seducirla desde un principio? Si eso era lo que Megan tenía en mente, estaba haciendo justo lo que esperaba que hiciera. Tal vez así conseguiría, tal y como había pensado, que se abriese y le contase la verdad sobre el dinero robado.
Todavía estaba lloviendo cuando llegaron. Gideon paró el vehículo delante del edificio principal. Harris pasó dentro, probablemente para entrar en calor en el bar con un vaso de whisky; y Cal y Megan se dirigieron a su bungalow.
Ya dentro, Cal se sacó un chelín del bolsillo y le dijo:
–¿Echamos a cara o cruz quién se ducha primero?
Mirándolo a los ojos, Megan le quitó la moneda de la mano.
–Es una ducha muy amplia –le dijo.
Cal captó el mensaje enseguida, aunque a Megan le temblaban los dedos cuando dejó la moneda sobre la mesita de la entrada.
Tenían la ropa llena de barro, así que pensaron que lo mejor sería quitársela dentro de la ducha, para que se enjuagara un poco. Megan abrió el grifo de la ducha, entró y empezó a desabrocharse la blusa con dedos temblorosos.
Cal, que estaba quitándose el cinturón, lo dejó encima del lavabo junto a su reloj y su cartera y fue con ella.
–Deja que te ayude –le dijo.
La oyó aspirar por la boca cuando le rozó uno de los senos con los nudillos. Tenía que ir despacio, se СКАЧАТЬ