Название: Luna azul
Автор: Lee Child
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
isbn: 9789874941954
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El tipo empezó a caminar, dirigiéndose hacia el este como antes, arrastrándose de manera lenta, con las manos un poco hacia afuera, como para mantener el equilibrio. El gimoteo y el resoplido se oían alto y claro. Quizás estaba empeorando.
—Necesita un bastón —dijo Reacher.
—Necesito muchas cosas —dijo el tipo.
Reacher se acomodó junto a él, a la derecha, y le envolvió el codo, y tomó el peso del tipo en la palma de la mano. Mecánicamente lo mismo que un palo o un bastón o una muleta. Una fuerza ascendente, básicamente a través del hombro del tipo. Física newtoniana.
—Intente ahora —dijo Reacher.
—No puede venir conmigo.
—¿Por qué no?
—Ya hizo suficiente por mí —dijo el tipo.
—Ese no es el motivo. Habría dicho que realmente no me podía pedir eso. Algo ambiguo y amable. Pero en cambio fue mucho más enfático. Dijo que no puedo ir con usted. ¿Por qué? ¿Adónde está yendo?
—No le puedo decir.
—No puede llegar ahí sin mí.
El tipo inhaló y exhaló, y sus labios se movían, como si estuviera ensayando algo que decir. Levantó la mano y tocó el raspón de la frente, después la mejilla, después la nariz. Más gimoteo.
—Ayúdeme a llegar hasta la cuadra a la que tengo que ir —dijo—, y a cruzar la calle. Después dese la vuelta y vuelva a su casa. Ese es el favor más grande que me podría hacer. Lo digo en serio. Estaría agradecido. Ya estoy agradecido. Espero que entienda.
—No entiendo —dijo Reacher.
—No tengo permitido ir con nadie.
—¿Quién lo dice?
—No le puedo decir.
—Suponga que de cualquier manera yo iba en esa misma dirección. Usted podría irse y cruzar la puerta y yo podría seguir de largo.
—Usted sabría adónde fui.
—Ya sé adónde va.
—¿Cómo puede saberlo?
Reacher había visto todo tipo de ciudades, por todo Estados Unidos, este, oeste, norte, sur, todo tipo de dimensiones y épocas y condiciones actuales. Conocía sus ritmos y sus gramáticas. Conocía la historia horneada en esos ladrillos. La cuadra en la que estaba era uno de otros cien mil lugares como ese al este del Mississippi. Oficinas administrativas de mayoristas de la industria textil, algún minorista especializado, alguna industria liviana, algunos abogados y agentes de transportes y agentes de bienes raíces y agentes de viajes. Quizás algunos cuartos de alquiler en los patios traseros. Todos en su pico en términos de actividad a fines del siglo XIX y principios del XX. Ahora desmoronados y corroídos y vaciados por el tiempo. De ahí los locales tapiados y el diner abandonado ya hacía tiempo. Pero algunos lugares resistían más que otros. Algunos lugares resistían más que todos. Algunas costumbres y algunos apetitos eran tercos.
—A tres cuadras de acá hacia el este, y cruzando la calle —dijo Reacher—. El bar. Ahí es adonde usted está yendo.
El tipo no dijo nada.
—Para efectuar un pago —dijo Reacher—. En un bar, antes del almuerzo. Por lo tanto a alguna clase de usurero local. Esa es mi suposición. Quince o veinte mil dólares. Usted está en problemas. Creo que vendió su auto. Consiguió el mejor precio en efectivo fuera de la ciudad. Quizás un coleccionista. Una persona común y corriente como usted, puede haber sido un auto antiguo. Fue hasta allá en el auto y volvió en autobús. Pasando por el banco del comprador. El cajero puso el efectivo en un sobre.
—¿Quién es usted?
—Un bar es un lugar público. Me da sed, igual que a cualquiera. Quizás tienen café. Me sentaré en otra mesa. Puede hacer de cuenta que no me conoce. Va a volver a necesitar ayuda para salir. Esa rodilla se va a endurecer un poco.
—¿Quién es usted? —dijo otra vez el tipo.
—Mi nombre es Jack Reacher. Fui policía militar. Me entrenaron para detectar cosas.
—Era un Chevy Caprice. Antiguo. Todo original. En perfectas condiciones. Muy pocos kilómetros.
—No sé nada de autos.
—A la gente ahora le gustan los Caprice viejos.
—¿Cuánto le pagaron?
—Veintidós quinientos.
Reacher asintió. Más de lo que pensaba. Billetes bien nuevos, todos apretados.
—¿Lo debe todo? —dijo.
—Hasta las doce en punto —dijo el tipo—. Después de eso es más.
—Entonces va a ser mejor que vayamos yendo. Este podría llegar a ser un proceso relativamente lento.
—Gracias —dijo el tipo—. Mi nombre es Aaron Shevick. Estoy para siempre en deuda con usted.
—La amabilidad de los extraños —dijo Reacher—. Hace girar el mundo. Alguien escribió una obra de teatro al respecto.
—Tennessee Williams —dijo Shevick—. Un tranvía llamado deseo.
—Uno de los cuales ahora mismo nos vendría bien. Tres cuadras por cinco centavos sería una ganga.
Empezaron a caminar, Reacher dando pasos lentos y cortos, Shevick saltando y picando y dando tumbos, todo torcido a causa de la física newtoniana.
TRES
El bar estaba en la planta baja de un edificio de ladrillos viejo y simple en el medio de la cuadra. Tenía una puerta marrón maltrecha en el centro, con ventanas mugrientas a ambos lados. Por encima de la puerta había un nombre irlandés parpadeando en neón verde, y harpas y tréboles de neón semimuertos y otras figuras polvorientas en las ventanas, todas promocionando marcas de cerveza, algunas de las cuales Reacher reconoció, y algunas de las cuales no. Ayudó a Shevick en el cordón del otro lado, y cruzando la calle, y arriba en el cordón de enfrente, hasta la puerta. La hora en su cabeza marcaba veinte para las doce.
—Yo entro primero —dijo—. Después entra usted. Funciona mejor de esa manera. Como si nunca nos hubiéramos conocido. ¿OK?
—¿Cuánto tiempo? —preguntó Shevick.
—Un par de minutos —dijo Reacher—. Recupere el aliento.
—OK.
Reacher tiró de la puerta y entró. La luz era tenue y el aire olía a cerveza derramada y desinfectante. El lugar tenía un tamaño decente. No cavernoso, pero tampoco solo un local al frente. Había largas filas de mesas para cuatro a ambos lados de un paso central desgastado que llevaba a la barra, que estaba dispuesta en forma de cuadrado, en la esquina de atrás a la izquierda СКАЧАТЬ