Название: Luna azul
Автор: Lee Child
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
isbn: 9789874941954
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Reacher se acercó y le sacó el sobre. No estaba sellado. Nunca lo estaban. Le echó una mirada. El fajo era de más o menos dos centímetros de grueso. Un billete de cien dólares arriba, un billete de cien dólares abajo. Hojeó el fajo pasando el dedo. También un billete de cien en cada una de las otras posiciones posibles. Miles y miles de dólares. Podían ser quince. Podían ser veinte mil.
Dio un vistazo hacia atrás. La cabeza del viejo estaba levantada. Estaba mirando alrededor, aterrorizado. Tenía un corte en la cara. De la caída. O quizás le sangraba la nariz. Reacher levantó el sobre. El viejo lo miró. Trató de ponerse de pie, pero no pudo.
Reacher se acercó caminando.
—¿Se rompió algo? —dijo.
—¿Qué sucedió? —dijo el tipo.
—¿Se puede mover?
—Creo que sí.
—OK, dese vuelta.
—¿Aquí?
—Boca arriba —dijo Reacher—. Después podemos hacer que se siente.
—¿Qué sucedió?
—Primero necesito chequear que usted esté bien. Podría tener que llamar a la ambulancia. ¿Tiene un teléfono?
—Nada de ambulancia —dijo el tipo—. Nada de doctores.
Tomó aire y apretó los dientes, y se retorció y se sacudió hasta que quedó boca arriba, como alguien en la cama teniendo una pesadilla.
Exhaló.
—¿Dónde duele? —dijo Reacher.
—En todas partes.
—¿Algo normal, o peor?
—Estimo que algo normal.
—Está bien entonces.
Reacher puso la mano por debajo de la espalda del tipo, con la palma hacia arriba, en la parte alta, entre los omóplatos, y lo dobló hacia delante hasta dejarlo sentado, y lo giró, y lo movió, hasta que quedó sentado en el cordón con los pies en la calle, lo cual sería más cómodo, pensó Reacher.
—Mi mamá siempre me decía que no jugara en la cuneta —dijo el tipo.
—La mía también —dijo Reacher—. Pero ahora no estamos jugando.
Le dio el sobre. El tipo lo agarró y lo apretó por todos lados, entre los dedos y el pulgar, como confirmando que fuera real. Reacher se sentó al lado de él. El tipo miró dentro del sobre.
—¿Qué sucedió? —dijo otra vez. Señaló—: ¿Ese tipo me asaltó?
Unos seis metros a la derecha el tipo con la barbita en el mentón estaba boca abajo e inmóvil.
—Lo siguió desde el autobús —dijo Reacher—. Vio el sobre en su bolsillo.
—¿Usted también estaba en el autobús?
Reacher asintió.
—Salí de la terminal detrás de ustedes —dijo.
El tipo volvió a guardar el sobre en el bolsillo.
—Le agradezco desde lo más profundo de mi corazón —dijo—. No tiene idea. Más de lo que puedo llegar a decir.
—No hay de qué —dijo Reacher.
—Me salvó la vida.
—Fue un placer.
—Siento que le debería ofrecer una recompensa.
—No es necesario.
—De todos modos no puedo —dijo el tipo. Se tocó el bolsillo—. Esto es un pago que tengo que hacer. Es muy importante. Lo necesito todo. Lo lamento. Pido disculpas. Me siento mal.
—No se sienta mal —dijo Reacher.
Unos seis metros a la derecha el muchacho de la barbita hizo fuerza con los brazos hasta quedar apoyado en manos y rodillas.
—Nada de policía —dijo el tipo del dinero.
El muchacho miró hacia atrás. Estaba aturdido y tembloroso, pero ya estaba seis metros más allá. ¿Debería ir a buscarlo?
—¿Por qué nada de policía? —dijo Reacher.
—Cuando ven mucho dinero en efectivo hacen preguntas.
—¿Preguntas que no quiere responder?
—De todos modos no puedo —dijo otra vez el tipo.
El muchacho de la barbita se fue a toda prisa. Se puso de pie tambaleándose y se dio a la fuga, débil y golpeado y flojo y descoordinado, pero igual muy rápido. Reacher lo dejó ir. Para un solo día ya había corrido demasiado.
—Me tengo que ir ahora —dijo el tipo del dinero.
Tenía raspones en la mejilla y en la frente, y sangre en el labio de arriba, de la nariz, que había recibido un buen impacto.
—¿Está seguro de que está bien? —preguntó Reacher.
—Mejor que lo esté —dijo el tipo—. No tengo mucho tiempo.
—Déjeme ver cómo se pone de pie.
El tipo no pudo. O había perdido su fuerza central o sus rodillas no estaban bien, o ambas cosas. Difícil de saber. Reacher lo ayudó a quedar de pie. El tipo quedó quieto en la cuneta, mirando hacia el otro lado de la calle, encorvado y torcido. Se dio vuelta, con mucha dificultad, moviendo los pies en el lugar.
No pudo subir a la vereda. Puso el pie en posición, pero la fuerza propulsora necesaria para alzarse quince centímetros era demasiada carga para su rodilla. Debía estar lastimada y dolorida. La tela del pantalón estaba casi rajada, justo donde estaría la rótula.
Reacher se ubicó detrás de él y ahuecó las manos por debajo de sus codos, y tiró hacia arriba, y el tipo subió ingrávido, como un hombre en la luna.
—¿Puede caminar? —preguntó Reacher.
El tipo intentó. Podía dar pasos cortos, delicados y precisos, pero gimoteaba y resoplaba, corto y agudo, cada vez que el peso recaía sobre su pierna derecha.
—¿Cuán lejos tiene que ir? —preguntó Reacher.
El tipo miró todo alrededor, calibrando. Asegurándose de dónde estaba.
—Tres cuadras más —dijo—. Del otro lado de la calle.
—Muchos СКАЧАТЬ