Название: Siempre queda el amor - Entrevista con el magnate
Автор: Cara Colter
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: Omnibus Jazmin
isbn: 9788413751726
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David apartó aquellos pensamientos de su mente. No era asunto suyo. Aun así, no pudo evitar desear que Kayla no hubiese mencionado aquel beso. Cada detalle permanecía fresco en sus recuerdos: la arena pegada a su piel, la hoguera, el oscuro cielo cuajado de estrellas, la cálida brisa, la suavidad de la mejilla de Kayla contra la palma de su mano mientras lo miraba con aquellos grandes ojos verdes… Sus labios se habían sentido atraídos por los de ella como si tirara de ellos una fuerza magnética. Y cuando la había besado le habían sabido más dulces que el néctar de los dioses del Olimpo.
Hasta ese momento, simplemente habían sido dos amigos dentro de un círculo de amigos, pero habían llegado a esa edad en la que los chicos y las chicas empiezan a fijarse los unos en los otros.
Y era verdad que había mentido a Kayla. Al día siguiente, Kevin, que no había estado la noche anterior en la barbacoa que la pandilla había hecho junto al lago, le dijo que se había enamorado de Kayla. Le dijo que era la chica de sus sueños, que le había pedido que fuese con él al baile de graduación, y que ella había accedido.
Obviamente se lo había pedido antes de que él la besara, y David se había encontrado ante un dilema. Desde la muerte de su padre, David había pasado mucho tiempo en casa de sus vecinos, y se había hecho muy amigo de su hijo, Kevin. Habían llegado a ser casi como hermanos.
Tampoco podía entender por qué Kayla había dejado que la besase cuando le había prometido a Kevin que iría al baile con él. En cualquier caso, Kevin se le había adelantado, e hizo lo único que podría haber hecho: dar un paso atrás.
La verdad era que había pensado que quizá podría tener otra oportunidad con Kayla, que lo suyo con Kevin seguramente no duraría mucho. Al fin y al cabo, Kevin se cansaba pronto de todo.
Pero, entonces, aquella pequeña se había ahogado, durante el turno de Kevin. A partir de ese momento las cosas se habían precipitado, y los días de aquel verano se habían convertido en un torbellino que los había succionado a todos. Un torbellino de pérdida, de dolor, de culpabilidad, de remordimientos y tristeza. Y también de ira.
Luego, de algún modo, un día el torbellino se desvaneció, escupiéndolos a todos fuera de él, y David se enteró de que Kayla y Kevin se habían comprometido.
Fue entonces cuando se dio cuenta de que había estado enfadado con Kevin ya antes de que aquella niñita se hubiese ahogado.
–Márchate –repitió Kayla, esa vez con más firmeza.
David quería alejarse de ella, de la ira y la recriminación que veía en sus ojos, del dolor que los había ensombrecido.
Kayla se dio la vuelta, y David la siguió con la mirada hasta que entró en la clínica. Lo más fácil para él habría sido subirse a su coche y marcharse, pero ¿acaso lo había hecho alguna vez?, ¿tomar el camino más fácil?
Entró en la clínica y vio que Kayla estaba aún en el área de recepción hablando con la anciana enfermera jefe, Mary McIntyre.
Aunque Kayla le había dejado muy claro que quería que se marchase, fue junto a ella, la ignoró cuando se quedó mirándolo irritada, y las siguió a Mary y a ella mientras la anciana mujer la llevaba a una de las salas de observación. Cuando llegaron allí, la hizo tumbarse en una camilla, empezó a hacerle un montón de preguntas, le tomó la presión sanguínea y la auscultó.
–Te quedarás aquí un rato para que veamos cómo evolucionas –le dijo dándole unas palmaditas en la mano cuando terminó–. Y, si hiciera falta, avisaremos al médico. Ahora relájate. Vendré a verte dentro de un rato.
–De acuerdo, gracias –contestó Kayla. Cuando Mary hubo salido, le lanzó a David una mirada furibunda–. ¿Cómo es que aún estás aquí?
–Solo quiero asegurarme de que estás bien.
Ella enarcó una ceja con ironía y le respondió:
–Tú no necesitas mi compasión y yo no necesito tu ayuda. Aquí estoy bien atendida, y los niños de mi vecino ya habrán recogido mis cosas y estarán buscando a mi perro, así que puedes irte.
–¿Quieres que pase dentro de un par de horas para recogerte y llevarte a casa?
David no sabía por qué acababa de ofrecerse a hacer eso. No entraba en sus planes quedarse siquiera dos horas en Blossom Valley; solo el tiempo justo para ir a visitar a su madre, hablar con las personas que había contratado para que cuidaran de ella y marcharse.
–No es necesario –contestó ella–. Volveré andando; no está muy lejos.
Kayla había entrado con su bicicleta por Sugar Maple Lane. ¿Viviría cerca de allí?
–¿Dónde vives?
Ella lo miró extrañada.
–Pensé que tu madre te lo habría dicho.
–¿Decirme qué? –inquirió él enarcando una ceja.
Su madre, esos días, le decía muchas cosas, como que alguien había entrado en la casa y le había robado las gafas, o su decantador de vino favorito, o que había tenido una larga conversación con su padre, que llevaba muerto diecisiete años.
Ese era uno de los motivos por los que estaba allí. Una de las cuidadoras que había contratado, la que se quedaba con ella por las noches, lo había llamado el día anterior para decirle que debería ir lo antes posible, porque temía por la seguridad de su madre, y que quizá debería internarla en un centro.
David se había temido que, antes o después, llegaría ese momento, pero aun así había sido un golpe para él. Había ido allí con la esperanza de que la cuidadora solo estuviese exagerando, y que quizá, si contratase a más personal de servicio, su madre no tendría que abandonar el que había sido su hogar durante cuarenta años.
Era muy doloroso ver que a su madre se le estaba yendo la cabeza, que la estaba perdiendo, pero no iba a contarle eso a Kayla; no quería su compasión.
–¿Pensaste que tu madre me diría dónde estás viviendo ahora?
–David, somos vecinas.
Él se quedó mirándola boquiabierta, y tardó un momento en volver a cerrar la boca. No, eso precisamente no se lo había dicho su madre. ¿Estaba viviendo en la que había sido la casa de la familia de Kevin?
–Albergaba demasiados recuerdos para los padres de Kevin –le dijo Kayla–. Al final decidieron deshacerse de ella.
David sabía que hacía tiempo que los Jaffrey no vivían allí, pero nunca habría imaginado que Kayla acabaría comprándosela y volviendo a vivir en Blossom Valley.
Las últimas veces que había ido a visitar a su madre había visto la casa cerrada y vacía, y se le había hecho raro porque para él aquella casa también estaba ligada a muchos recuerdos de su infancia. Había pasado tanto tiempo allí como en su propia casa, jugando con Kevin, y muchas veces se había quedado a almorzar o a cenar.
No había un solo recuerdo de su infancia que no incluyera a Kevin: cada Navidad, cada cumpleaños… Habían aprendido a montar en bicicleta juntos, a patinar juntos, habían compartido su primer СКАЧАТЬ