Название: Siempre queda el amor - Entrevista con el magnate
Автор: Cara Colter
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: Omnibus Jazmin
isbn: 9788413751726
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–Yo ya no era un niño –contestó David. «Y Kevin tampoco», le faltó añadir, pero para Kayla fue como si lo hubiese dicho–. Para la pequeña que se ahogó, sin embargo, sí se truncó su niñez para siempre.
–No fue culpa tuya.
–No –asintió él con firmeza–, no lo fue.
Por supuesto que no; había sido un accidente. Una terrible tragedia. Excepto que para David no había sido así. Él siempre había culpado a Kevin, que había muerto sin que lo perdonara. Y en parte había sido esa actitud intransigente de David lo que lo había destruido.
Eso era lo que tenía que recordarse, se dijo Kayla, cuando volviese a encontrarse pensando en besar sus labios.
–Fue un accidente –le recordó–. Hubo una investigación y se determinó que fue un accidente. Sus padres deberían haber estado vigilándola mejor.
David la miró con los ojos entornados.
–¿Cuántas veces te dijo eso antes de que empezaras a creértelo?
–¿Cómo dices?
La voz de David destilaba ira cuando le respondió.
–Los padres de esa niña no habían recibido el entrenamiento de un socorrista. ¿Cómo podían saber que cuando se ahoga alguien no es como en las películas? ¿Cómo podían saber que hay veces que no se oye ni un ruido? Ni un grito, ni chapoteo. Ni siquiera se ve una mano agitándose frenética en el aire –le espetó–. Kevin sí lo sabía, ¿pero sabes qué? No estaba vigilando, que era lo que tendría que haber estado haciendo.
Kayla se sintió palidecer.
–Siempre lo has culpado a él –murmuró–. Todo cambió entre vosotros después de aquello. ¿Cómo pudiste? Eras su mejor amigo; te necesitaba.
–¡Aquello no habría pasado si hubiese cumplido con su deber!
–Era muy joven; se había distraído. Cualquiera puede distraerse un segundo.
–El fin de nuestra amistad no fue solo cosa mía –respondió él–. Kevin se negaba a hablar conmigo después de la investigación. Estaba furioso porque dije la verdad.
–¿Qué verdad?
David inspiró profundamente y se quedó callado, como vacilante.
–Dímelo –insistió ella.
–Estaba flirteando con una chica en vez de cumpliendo con su deber. Estaba junto a su puesto, pero no estaba mirando al agua.
–¡Mientes! –exclamó ella entre indignada y desesperada–. Entonces ya estaba saliendo conmigo.
–¿Eso crees?, ¿que estoy mintiéndote? –respondió él sin alzar la voz–. Yo llegaba en ese momento, porque mi turno empezaba media hora después, y cuando miré al agua supe de inmediato que algo pasaba. Lo sentí. Y entonces vi a la niña. Tenía el pelo rubio y estaba flotando boca abajo en el agua. Grité a Kevin al pasar corriendo junto a él, y salió corriendo detrás de mí.
–Mientes –repitió ella apretando los dientes.
David la miró con tristeza.
–Para cuando llegamos junto a ella y la sacamos ya era demasiado tarde.
–¿Cómo puedes decirme algo tan hiriente? –le preguntó ella en un hilo de voz–. ¿Cómo puedes mentirme de esa manera?
David no apartó sus ojos de los de ella.
–¿Acaso te he mentido alguna vez, Kayla? –le preguntó quedamente.
–¡Sí!, sí que lo has hecho –le espetó ella.
Y, dándose la vuelta, echó a andar hacia la entrada de la clínica para que no viera las lágrimas en sus ojos.
Capítulo 4
ANTES de que pudiera dar dos pasos, David le plantó una mano en el hombro y la hizo volverse hacia él.
–¿Cuándo? –exigió saber–. ¿Cuándo te he mentido?
–La noche que nos besamos a orillas del lago –le respondió Kayla, desnudando su voz de toda emoción.
David dejó caer la mano de su hombro, se la metió en el bolsillo del pantalón y apartó la vista de ella.
–Después de aquello te volviste frío y distante conmigo. Me diste a entender que sentías algo cuando en realidad no sentías nada. De todas las mentiras posibles, David, esa es la peor.
David la miró y, por un momento, pareció que iba a decir algo, pero en vez de eso apretó la mandíbula y su expresión se volvió impenetrable, como aquel día, años atrás, después de ese desafortunado beso.
–No quiero hablar de eso –dijo finalmente.
Su tono había sonado despectivo, y sus ojos, que hacía unos momentos se habían mostrado tan expresivos, se habían tornado recelosos. Sus facciones se habían endurecido, y tenía los labios apretados en una fina línea, como advirtiéndole que no siguiese por ese camino, que no siguiese hablando del pasado.
Pues para ella, desde luego, eso no suponía ningún problema; ella tampoco tenía ningún interés en remover el pasado.
–Has sido tú el que has sacado el tema –le recordó irritada.
David se pasó una mano por el cabello y suspiró cansado.
–Es verdad. Y no debería haberlo hecho; perdóname.
–Te agradezco que me hayas ayudado y me hayas traído hasta aquí –le dijo Kayla con tirante formalidad–. Ya puedo arreglármelas yo sola. Además, ya te he quitado bastante tiempo; deberías marcharte.
David sabía que la había herido y enfadado, y se sentía mal por ello. Su marido estaba muerto; ¿qué le había hecho contarle, después de todos esos años, lo que había ocurrido en realidad aquel día?
Probablemente el que hubiera creído a Kevin y lo hubiese eximido de toda responsabilidad, culpando en su lugar a aquellos pobres padres, tan inocentes como la pequeña a la que habían perdido.
«De eso hace mucho tiempo», le había dicho cuando se habían bajado del coche. Oírle decir eso, en un tono suave, con compasión, lo había irritado también.
Sí, de eso hacía mucho tiempo, y a veces podían pasar meses sin pensar en ello, pero, en ese momento, allí, a orillas del lago con ella junto a él, le había molestado que Kayla hubiese intuido que todavía no lo había superado.
Tampoco le había gustado que le pusiese la mano en el brazo, como mostrándole lástima y comprensión. Había cosas que nunca cambiaban. Kayla siempre andaba buscando a alguien a quien rescatar, como había sido el caso de Kevin. СКАЧАТЬ