Pinceladas del amor divino. Erna Alvarado Poblete
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Название: Pinceladas del amor divino

Автор: Erna Alvarado Poblete

Издательство: Bookwire

Жанр: Документальная литература

Серия: Lecturas devocionales

isbn: 9789877982817

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СКАЧАТЬ sino el que expresa paz, gratitud y contentamiento.

      Tener un ritual de belleza para el alma debe ser una prioridad cotidiana. Cuando lo hacemos, nuestra alma se refresca, nuestros rasgos temperamen­tales son suavizados por el aceite del Espíritu Santo, y las emociones y los sentimientos son sometidos a la voluntad de Dios. Ahora, antes de iniciar tus actividades:

       Únete a la alabanza de la naturaleza. Regocíjate en el amanecer. Respira hondo y agradece por la vida.

       Medita en las promesas de Dios; te darán fuerzas para enfrentar las di­ficultades diarias y no caer en el desánimo.

       Imita a las aves, que no solo cantan al amanecer, sino que también con nuevos bríos salen en busca del sustento diario. Haz lo mismo; esfuér­zate. Las cosas no caen del cielo; hay que conseguirlas con trabajo.

       Al caer la tarde, medita en las bendiciones recibidas y agradece a Dios por ellas. La gratitud genera contentamiento; quien está agradecido y gozo­so tiene un sueño dulce y reparador.

      Amiga, disfrutarás la vida cuando sientas el poder de Dios actuando en la tuya. Serás una mujer embellecida por el poder de Dios.

      ¿Somos como las flores?

      “Soy la flor de los llanos de Sarón, soy la rosa de los valles” (Cant. 2:1).

      Algunos admiradores de la naturaleza femenina se han atrevido a compararnos con las flores. Los que así lo hacen, aseguran que las flores y las mujeres son únicas, especiales, cada una con su propio color y exuberancia. Es bueno recordar que lo femenino es, sin lugar a dudas, uno de los dones más preciados dado a la mujer. La naturaleza femenina, a la par de la masculina, fue diseñada en la mente de Dios, y ambas fueron dota­das de rasgos particulares. Tristemente, tanto lo masculino como lo femenino están en crisis hoy, en un mundo que alardea de lo “unisex”.

      Hay muchas mujeres que han perdido el aprecio por lo que son e intentan deshacerse de lo femenino a toda costa. En este grupo están las que exhiben modales toscos, usan ropas masculinas y son oponentes férreas al liderazgo del varón. Se sienten dominadas y abusadas por todo varón con el que inte­ractúan, ya sea en el entorno familiar, social o laboral.

      Si bien es cierto que la dirección del mundo, por siglos, ha estado bajo el dominio masculino, y que muchas mujeres a lo largo del tiempo han sido abu­sadas y vejadas por hombres, también es cierto que tratar de vindicar el lide­razgo femenino a través de una lucha encarnizada entre los sexos no es la mejor solución. La mujer, a través de lo que es, debe ser capaz de emancipar­se y de luchar por los derechos que Dios le ha concedido, sin dejar abando­nada su exquisita naturaleza femenina.

      Muchas hemos torcido los propósitos que Dios tuvo al crearnos. Asumi­mos posturas que nos hacen parecer superfluas, vanas y carentes de inteligencia. Algunos han llegado a pensar que el único aporte de la mujer al mundo son sus atributos físicos, y que quien carece de ellos está destinada al anonimato.

      Amiga, es tiempo de recuperar lo femenino. Esto incluye volver a disfrutar de todo lo bello que entraña ser mujer. Teniendo en cuenta que somos forjado­ras de las nuevas generaciones, aún somos la mano que mece la cuna y guía los primeros pasos de un ser humano. Somos las que ponemos el equilibrio en una sociedad orientada al polo masculino. Busquemos la igualdad de dere­chos, pero no la uniformidad. Vestirnos de hombre, caminar y hablar como hombres, no nos hace hombres.

      Echa tu ansiedad sobre él

      “Echad toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros” (1 Ped. 5:7, RVR 95).

      La ansiedad, ese estado de inquietud constante, es un “monstruo” que acecha a muchas mujeres. Como medio de protección, la ansiedad puede ayudarnos a evitar peligros, pero si se vuelve patológica, nos paraliza. La preocupación constante por el futuro puede generar un estado de ansiedad tal que se instale en nuestra manera de vivir. El peaje es dema­siado alto: la salud física y la emocional se deterioran por el constante torren­te de cortisol que corre por nuestro organismo.

      Han surgido muchos métodos de control de la ansiedad, como la relajación, la meditación trascendental o la respiración, que quizá sean buenos palia­tivos. Alguien dijo: “Puedes tener confianza en el mañana, si caminas con Dios hoy”. Creo firmemente que este consejo tiene un alcance mayor que apren­der a respirar y relajarse.

      Vivir el hoy con la seguridad de que Dios es quien sustenta nuestra vida día a día es lo que reduce la ansiedad. Pasar la mayor parte del tiempo pen­sando en lo que vendrá nubla nuestro juicio y nos adentra en un mundo de fantasías catastróficas acerca de cosas que quizá nunca sucederán. “No nos preocupemos; porque si lo hacemos llevaremos el yugo pesado y la gravosa carga. Hagamos todo lo que podamos sin preocuparnos, con­fiando en Cristo” (Mente, carácter y personalidad, t. 2, pp. 468, 469).

      Haz tuya la promesa de Dios: “No se preocupen por lo que han de comer o beber para vivir, ni por la ropa que necesitan para el cuerpo. […] Miren las aves que vuelan por el aire: no siembran ni cosechan ni guardan la cosecha en graneros; sin embargo, el Padre de ustedes que está en el cielo les da de comer. ¡Y ustedes valen más que las aves!” (Mat. 6:25). Para vencer la ansiedad:

       Refúgiate en Dios y ora: “Todo lo que ustedes pidan en oración, crean que ya lo han conseguido, y lo recibirán” (Mar. 11:24).

       Céntrate en lo que te toca hacer hoy: “No se preocupen por el día de mañana, porque mañana habrá tiempo para preocuparse. Cada día tiene bastante con sus propios problemas” (Mat. 6:34).

       Deposita tus cargas en Dios: “Deja tus preocupaciones al Señor, y él te mantendrá firme; nunca dejará que caiga el hombre que le obedece” (Sal. 55:22).

      El viaje de la mujer

      “El Señor dice: ‘Mis ojos están puestos en ti. Yo te daré instrucciones, te daré consejos, te enseñaré el camino que debes seguir’ ” (Sal. 32:8).

      La vida de una mujer es como un viaje; nuestra llegada a cada una de sus estaciones nos invita a un tiempo de transición y ajuste. La infan­cia, la adolescencia, la juventud, la edad adulta y la vejez femeninas son estaciones donde obligatoriamente hemos de detenernos y que nos traen cambios muy notorios, tanto en lo físico como en lo emocional.

      La niña anuncia su llegada a la adolescencia con cambios físicos y emocio­nales muy evidentes, tanto para ella como para quienes la observan, y debe hacer ajustes que, a veces, no son sencillos.

      La juventud es una estación a la que muchas llegan con grandes expec­tativas; comienzan a ver una posibilidad de encontrar pareja y formar familia. Es una etapa de grandes decisiones; es tiempo de responsabilizarnos y hacer­nos cargo de nosotras mismas. Cualquier error o acierto tendrá repercusiones en las siguientes estaciones. Para muchas mujeres, la juventud es la etapa de ser esposas y madres. La vida les da un vuelco que, a veces, viven con ansie­dad y desasosiego; no solo hay que hacerse cargo de una misma, sino también de otros. Las que toman el camino de la soltería necesitan valor para enfren­tar a una sociedad que concibe a la mujer “incompleta” sin un hombre al lado. Es posible que algunas vivan esto con tensión y soledad.

      La edad adulta y la vejez son señaladas en diversas culturas como etapas de improductividad: cesa la СКАЧАТЬ