Название: Secretos del ayer
Автор: Elizabeth August
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: Jazmín
isbn: 9788413751450
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–Pero Wolf O’Malley puede ser igualmente peligroso –dijo Vivian Kale, lo suficientemente alto como para que todos la oyeran.
Varias personas asintieron.
Sarita sabía lo que estaban pensando. Su sentido de la justicia le impidió permanecer en silencio.
–Nunca se confirmaron los rumores.
–¿Qué rumores? –preguntó Jules de inmediato.
–Algunas personas piensan que Wolf empujó a Katherine por las escaleras cuando tenía quince años. Se rompió el brazo –explicó uno de los hombres.
–Ella dijo que se cayó sola –les recordó Sarita.
–Sí, pero nadie la creyó –argumentó Vivian–.Y, según recuerdo, Frank envió de inmediato a Wolf a la academia militar.
–Porque su mujer había tratado de librarse de Wolf desde el principio. No me extrañaría que se hubiera inventado lo de la escalera –Charlie entró en la conversación. Sarita agraceció que aún estuviera allí. Al menos, Wolf contaría con un cliente a su favor.
–La rotura de su brazo no fue ninguna invención –replicó Vivian.
–Puede que no tuviera planeado rompérselo –dijo Charlie.
–Nunca te ha gustado Katherine O’Malley –protestó Vivian–. Habrías estado del lado de Wolf aunque le hubieras visto empujarla.
Charlie la taladró con la mirada.
–Nunca mentiría por un hombre ni por una mujer.
–Vamos, vamos. Calmaos –dijo Jules.
Uno de los hombres rió.
–Esto no es nada con lo que debe estar pasando ahora en casa de O’Malley.
Los demás asintieron, casi al unísono.
–Yo estoy con Katherine –dijo otro cliente.
–Tú no estabas cuando Wolf regresó tras acabar sus estudios –replicó otro–. Nunca he visto a un hombre más frío y controlado.
–Y parece que no ha cambiado mucho en seis años –dijo Vivian–. Hace un rato me he cruzado con él y me ha lanzado una mirada que me ha producido escalofríos.
Vivian estaba sacando de quicio a Sarita.
–Probablemente está harto de que la gente se haya pasado el día mirándolo como si fuera un marciano.
Vivian bufó.
–No sé por qué estás tan empeñada en defenderlo. No recuerdo que fuerais especialmente amigos.
Sarita se sorprendió por la intensidad de su afán por defender a Wolf. Era casi una necesidad.
–No lo éramos, pero no creo que esté bien condenarlo basándose en un cotilleo sin fundamento.
–Es evidente que a Bradford Dillion le gusta –dijo Jules–. Siempre he considerado que tiene un criterio muy justo.
–Bradford Dillion era amigo de la madre de Wolf y de su familia. No creo que le pareciera bien el matrimonio de Frank con Katherine –dijo Vivian.
Sarita tuvo que hacer verdaderos esfuerzos para no plantar un plato de tarta en la cara de la mujer. Pero lo cierto era que aquella mujer siempre la había desquiciado.
–Y el hecho de que Katherine haya dejado clara su intención de solicitar al juzgado que retire a Dillion como albacea de los bienes de Frank y ponga a Greg Pike en su lugar puede tener algo que ver con la alegría de Dillion al ver a Wolf. Wolf luchará a brazo partido para lograr que los deseos de su padre se sigan al pie de la letra, sobre todo cualquiera que vaya contra Katherine –dijo uno de los hombres que se hallaba en la parte trasera.
–Si yo fuera Katherine O’Malley, contrataría un guarda espaldas –Vivian asintió enfáticamente a la vez que hablaba.
La paciencia de Sarita estaba a punto de llegar a su límite.
–Eso es lo más absurdo que he escuchado –al ver que Charlie fue el único que la apoyó con un gruñido, estalló. Dedicando una penetrante mirada a todos los reunidos, preguntó–: ¿Acaso no tenéis nada mejor que hacer para pasar la tarde que dedicaros a cotillear?
Jules la miró con preocupación y luego miró con expresión de disculpa a los clientes.
–Son más de las tres –dijo.
En un suave revuelo de actividad, todos pagaron y se fueron.
Cuando Jules, Gladys y Sarita se quedaron solos, ésta se preparó para ser despedida. En lugar de ello, su jefe la miró con verdadero interés.
–Nunca te he visto perder el control. ¿Acaso fue Wolf O’Malley un viejo amor cuya llama aún no se ha extinguido?
–Ni siquiera sabía que lo conocías –murmuró Gladys, observándola–. No se puede decir que esta mañana os hayáis comportado como viejos amigos.
–Asistimos juntos a la escuela. Y tienes razón, no éramos amigos. Pero he sentido que alguien debía defenderlo. Esto ha sido como un linchamiento –no queriendo responder a más preguntas, Sarita miró a Jules y dijo–: Y ahora, ¿vas a despedirme, o limpiamos el bar para poder irnos a casa?
–Ha sido un día muy largo. Limpiemos el bar.
Tanto Gladys como Jules dejaron en paz a Sarita mientras recogían, pero ella notó que, de vez en cuando, le lanzaban una mirada cargada de curiosidad, y se alegró cuando finalmente pudo volver a casa.
La vieja casa ranchera de adobe en la que vivía con su abuelo estaba a un par de millas del pueblo. Cuando hacía mal tiempo utilizaba el coche. De lo contrario, prefería andar. Mientras se acercaba pudo ver a Luis Lopez en el porche, sentado en su silla de mimbre, tallando un trozo de madera. La silla estaba balanceada sobre sus patas traseras y él tenía los pies apoyados en la barandilla.
–¿Te has enterado de la noticia, abuelo? –preguntó Sarita, subiendo las escaleras del porche.
Él sonrió, y las arrugas de su curtido rostro se volvieron aún más pronunciadas.
–Si te refieres al regreso de Wolf O’Malley, sí. Estaba ocupándome del jardín de la señora Yager cuando la joven Ballori vino a decírmelo. Al parecer, su vuelta ha causado un verdadero revuelo.
Sarita asintió.
–Este giro de los acontecimientos hará que Greg Pike deje de darnos la lata para comprar esta tierra.
–Eso habría sido lo lógico –la sonrisa de Luis abandonó su rostro–. Pero lo cierto es que cuando he regresado a casa me lo he encontrado en el porche, esperando a hacerme una oferta aún mejor. Dice que ya que tenemos el arroyo en nuestra propiedad, Kate aún puede construir el balneario.
–Cuando СКАЧАТЬ