Secretos del ayer. Elizabeth August
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Название: Secretos del ayer

Автор: Elizabeth August

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Jazmín

isbn: 9788413751450

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СКАЧАТЬ se detuvo y se volvió hacia el antiguo socio de su padre.

      –Henry –dijo, alargando la mano.

      Henry la estrechó y añadió una palmada a los hombros de Wolf.

      –Llámame cuando quieras hablar del asunto.

      Wolf alzó una interrogante ceja.

      –Tu padre nunca cambió su testamento –explicó Bradford–. Katherine se quedó con la casa, una buena suma de dinero y todas sus pertenencias personales, pero el resto, incluyendo el negocio, se dividió igualmente entre ella, tú, tu hermanastra y tu hermanastro.

      Wolf lo miró.

      –¿Y la tierra de mi madre?

      –Toda tuya –aseguró Bradford.

      Wolf suspiró, aliviado.

      Sarita, que se había retirado unos pasos, vio que Greg apretaba el puño en torno a la servilleta. Sin duda, el giro de los acontecimientos no le había gustado nada. Era la tierra de la madre de Wolf, adyacente a la del abuelo de Sarita, la que Katherine había destinado a su balneario. De hecho, era raro que Greg no hubiera salido corriendo a avisar a Katherine O’Malley. Debía querer averiguar todo lo posible antes de hacerlo.

      Aún avergonzada de que Wolf la hubiera encontrado ante su tumba, habría preferido mantenerse apartada. Pero ésa habría sido una actitud cobarde, y su orgullo le impedía mostrar cobardía ante él. Cuando Henry Jarrot volvió a su mesa, Sarita se acercó a la de Bradford.

      –¿Quieres algo de beber antes de decidir lo que vas a desayunar? –preguntó, dirigiéndose a Wolf en tono eficiente.

      Él la miró. Sarita Lopez nunca se había comportado como él esperaba que lo hiciera.

      –Al parecer, eres muy buena guardando secretos –murmuró.

      –Supuse que cuando quisieras que la gente supiera que habías vuelto se lo harías saber –replicó Sarita.

      Él asintió.

      –Te lo agradezco.

      Alegrándose de haber seguido sus instintos, Sarita pensó que era la primera vez que Wolf y ella no discutían tras la segunda frase.

      –¿Sabías que había venido? –preguntó Bradford, también en voz baja.

      –He querido visitar la tumba de mi madre –explicó Wolf–. Nos hemos encontrado en el cementerio. Sarita ha creído que era un fantasma.

      Agradeciendo que no hubiera mencionado que la había encontrado ante su tumba, Sarita vio que Wolf la miraba como diciendo que estaban en paz. Volviendo a su papel de camarera, preguntó:

      –¿Quieres algo de beber mientras miras el menú, o sabes ya lo que vas a tomar?

      Wolf miró el menú.

      –Café y el especial Cowhand con huevos revueltos.

      –Enseguida –mientras se alejaba, Sarita vio que los demás clientes lanzaban disimuladas miradas a Wolf. Y, a diferencia de otras mañanas, las conversaciones eran un mero murmullo.

      Cuando fue a dejar el pedido de Wolf en la ventana de la cocina, Jules le hizo una seña para que pasara al interior. Sabiendo que antes o después iba a tener que hablar con él, pasó.

      –¿Quién es el tal Wolf O’Malley? –preguntó Jules, tratando de vigilar lo que cocinaba a la vez que echaba un vistazo a los clientes–. Ésta es la primera cosa excitante que pasa en el pueblo desde que Norma Alexander atrapó a Ruper Gordon espiándola por la ventana del dormitorio.

      –Es el hijo mayor de Frank O’Malley. Todo el mundo creía que había muerto –contestó Sarita–. Y ahora debo volver con los clientes.

      Pero antes de que pudiera escapar, Gladys entró en la cocina.

      –¿No os parece excitante? A su excelencia, la señora Katherine O’Malley, no le va a gustar nada.

      Jules parecía confundido.

      –¿No le alegrará saber que su hijo está vivo?

      –No es su hijo –explicó Gladys–. Es su hijastro. Su madre era Willow Pluma Azul.

      –¿Una india? –preguntó Jules, cada vez más interesado.

      Gladys asintió.

      –De pura sangre cherokee. No la recuerdo bien. Pero sí recuerdo que era muy bonita.

      Jules volvió a mirar por la ventana de la cocina.

      –Sí, se nota que tiene sangre de nativo americano.

      –Willow Pluma Azul O’Malley era preciosa y una de las mujeres más dulces del mundo –dijo Sarita, recordando la amabilidad que Willow había mostrado siempre con todos–. Murió a causa de alguna complicación relacionada con la gripe cuando Wolf tenía diez años. Su padre se casó con Katherine cuando cumplió los doce. Él y su madrastra nunca se llevaron bien.

      –Mi Roy siempre ha dicho que Katherine quería librarse de Wolf para que sus hijos lo heredaran todo –en respuesta a la interrogante mirada de Jules, Gladys añadió–: Preston O’Malley fue fruto de un matrimonio anterior de Katherine. Ésta se aseguró de que Frank lo adoptara para que pudiera compartir la herencia. Claudia es hija de Frank y Katherine, pero creo que sólo la tuvo para satisfacer a Frank. Cualquiera puede darse cuenta de que Katherine sólo piensa en Preston.

      Jules asintió.

      –Está claro que lo ha mimado demasiado.

      Sarita sólo había escuchado a medias. Estaba recordando lo mal que se tomó Wolf la muerte de su madre. A pesar de que nunca se llevaron bien, se sintió obligada a ofrecerle sus condolencias. Él le respondió con un gruñido y Sarita nunca volvió a acercarse. Y ahora no quería cotillear sobre él. Señaló con la cabeza el beicon, que se estaba haciendo en exceso.

      –Será mejor que nosotras volvamos con los clientes y que tú prestes atención a lo que cocinas –dijo a Jules.

      Suspirando, Jules volvió su atención al fogón.

      –Parece que la vida se va a volver realmente interesante por aquí durante una temporada –dijo Gladys mientras salían de la cocina.

      –Supongo que «interesante» es una palabra tan buena como cualquiera –replicó Sarita, dudando que Katherine O’Malley hubiera usado ese mismo adjetivo.

      Capítulo 2

      SARITA miró el reloj. Eran casi las tres. Las horas normales de atender a los clientes eran entre las siete de la mañana y las dos de la tarde. Recordando constantemente a la gente que estaba semi retirado, Jules se reservaba el resto del día para trabajar en las recetas del libro de cocina que estaba escribiendo, o para jugar al golf, su segunda pasión. Normalmente, los últimos clientes se iban a las dos y media. Sin embargo, ese día el local seguía casi lleno. Y Jules no estaba ayudando a que los clientes se fueran. СКАЧАТЬ