Название: Una emigrante bajo la Torre Eiffel
Автор: Sectiva Lozano Aguilera
Издательство: Bookwire
Жанр: Зарубежная психология
isbn: 9788417845322
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—¿Y qué pensarán de nosotros si dejamos a la niña aquí con gente extraña?
—Esta gente extraña, como tú dices, han resultado ser más humanos que nuestra familia. A mi hija la he parido yo y me duele más qué a nadie, por eso no tendré en cuenta nada de lo que piense nuestra familia de nosotros.
Desde ese día empecé a observar a Marina. Era verdad que se llevaba muy bien con Isabel y que esta le devolvía ese cariño con creces, lo que me hizo pensar que quizá fuese una posibilidad a la que aferrarme.
¡ADIÓS, ESPAÑA! ¡HOLA, FRANCIA!
Al otro día le escribí a Antonia:
—¡Estaré lista a principios de octubre! Búscame plaza que voy para allá.
El 5 de octubre de 1965, a las diez de la noche cogí el tren hacia París. Mi marido me había facturado la maleta para que fuese más ligera, y en la frontera, cuando la recuperé, noté que pesaba mucho menos. Me habían robado la mitad de la ropa, lo que no me importó, ya que para atravesar el túnel que separa España de Francia me pesó mucho menos. El túnel era un subterráneo bastante largo e iba lleno de emigrantes.
En España las vías de tren son mucho más estrechas que las francesas y había que cambiar de tren. Ese túnel separa los dos países, los trenes franceses son mucho más modernos y cómodos.
Pensé: «En algo tiene que notarse que nos llevan 200 años de ventaja en democracia».
Viajé toda la noche y la mayoría del tiempo lo pasé llorando por mi hija. A las siete de la mañana todavía era casi de noche en París. Cuando llegué a la estación de Austerlitz, cogí un taxi que me llevó a casa de Antonia, ella me estaba esperando y me preguntó:
—Secti, ¿cuánto te ha cobrado el taxi?
—18 francos.
—¡Coño, será canalla! Te ha cobrado tarifa de noche.
—Sí, pero yo no lo sabía. ¡Primera novatada que pago en París! Tendré que ser más precavida de ahora en adelante, porque con los ochenta francos que me quedan en el bolsillo no creo que me dé para mucho en el futuro.
El futuro llegó a las diez de la mañana al día siguiente cuando teníamos cita con madame Busier, que estaba buscando una Bonne a Taut faire.
—¡Y eso qué es!
—Es una chica para todo, lo que en España se llama «cuerpo de casa».
Madame Busier me pareció muy cordial, pero pronto cambié de idea cuando dijo:
—Esta chica es muy pequeña para mí (trop petite).
Antonia me tradujo:
—Secti, dice que eres muy pequeña.
—¡Sí, ya la he oído! Pues ella no es muy grande que digamos.
—¡No te preocupes! —me dice Antonia—. Yo lo tenía todo previsto para ti, por eso he fijado varias citas para hoy.
La siguiente es Madame Lyon, que me pregunta:
—¿Vous etes Marie, casada?
—Sí, claro que estoy casada y tengo una hija de dos años.
—Entonces no me conviene, porque me llenan la casa de petites (niños).
—¡Será hija de puta! ¿Pero cómo han hecho esta gente para poblar Francia si no hacen petites?
La siguiente cita es Madame Gauvert, pero al subir la escalera le digo a Antonia:
—Mira, tú no digas nada y veas lo que veas, ni te inmutes. —Me quito la alianza de mi dedo y me la meto en el bolsillo.
Antonia me mira con desconfianza.
—Miedo me das… ¿Qué piensas hacer?
—Aún no lo sé, según vaya la conversación, te juro que en esta casa me quedo. De todas formas, no puedo volver a España con las manos vacías después de lo que me dijo mi suegra antes de irme.
—¿Qué te dijo tu suegra?
—Que todas las que vienen a París vienen a hacer de puta.
—¡Qué barbaridad! En un mes que he pasado de vacaciones en España he visto más putas en Málaga que en los veinte años que llevo en París. Mi niña, que nadie te coma el coco, que aquí, como comprobarás, se viene a trabajar, Lo demás son pamplinas de gente ignorante, como tu suegra, por ejemplo. —Qué buena chica es esta Antonia, tiene el don de remontarme la moral. ¡Gracias, amiga!
Yo solo pensaba en Víctor, a quien había dejado en Málaga encargado de pasear mucho a Marina para que por la noche se durmiese rápido y no me echara de menos. Mi angelito…
De todas formas, el trabajo en los depósitos de Málaga había terminado, así que él tenía todo el tiempo (salvo alguna chapuza) para pasear a la niña.
Esta es mi tercera cita para hoy y no pienso fallar: subimos al cuarto piso y una viejita muy pequeña nos abre la puerta, mi primer pensamiento es: «¡Anda, aquí también hay pequeñitas!».
—Genevieve, c`est pour toi.
Una señora muy guapa y elegante se acerca y le digo:
—Bonjour Madame!, je viens pour la place de bonne.
—Vous etes marie? —me pregunta.
—No Madame, je suis celibataire. —Y para apoyar mejor mi mentira, me paso la mano izquierda por el pelo, para que la vea libre de toda alianza.
—¿Y cuándo puede usted empezar?
—Mañana mismo o esta tarde si usted quiere.
—¿Mejor esta tarde? Así ahora mismo le doy la llave de su habitación que se encuentra en el octavo piso y puede instalarse y empezar mañana por la mañana a las 7:30.
—Me parece muy bien, aquella misma tarde mi maleta y yo dormimos en el octavo piso, no sin antes haber limpiado toda la habitación, que se compone de dos por dos metros, un pequeño lavado con agua corriente, una ventana que da a la acera de enfrente y una cama de una persona estilo Napoleón Bonaparte (ya empezamos con la historia).
Esa noche duermo como un lirón después de poner mi despertador a las 7:00. La tranquilidad de haber encontrado mi sitio me hace dormir toda la noche. A la mañana siguiente, a las 7:30, bajo por la escalera de servicio, me abre la viejita de ayer que tiene una cara la mar de simpática y conectamos inmediatamente.
—Mira, por la comida no te preocupes. La cocina la hago yo para Madame.
—¡Ah!, ¿usted también esta СКАЧАТЬ