Amor apasionado - Princesa de incognito. Victoria Pade
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Название: Amor apasionado - Princesa de incognito

Автор: Victoria Pade

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Omnibus Julia

isbn: 9788413489476

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СКАЧАТЬ ella.

      —Si queréis ayudarla, no la enviéis a ese maldito hospital —declaró—. Si permites que te arrastren a ese sitio, estás acabada.

      —Pero Sela, tú necesitas cuidados médicos. Tus pulmones no están bien.

      —¡Tonterías! Respiro perfectamente. Si no fuera cierto, no podría hablar contigo.

      —No respiras tan bien como deberías. Noto la tensión en tu pecho cuando hablas… por eso te llevé a urgencias esta mañana.

      Sela la miró con cara de pocos amigos.

      —¿Y si te doy mi palabra de que sólo estarás unos cuantos días en el hospital? —continuó—. Sé que normalmente te las arreglas bien sola, pero no creo que ahora sea buena idea. Ni siquiera tienes tus píldoras. Te las has dejado allí.

      Sela hizo un gesto de desdén.

      —Habría llamado para que me las enviaran. Sé que las necesito.

      —También necesitas descansar un par de días en una cama y que te sirvan comidas que no te tienes que preparar.

      —Bah… calentar una sopa no cuesta nada.

      —Pero mejorarás más deprisa si comes algo más sustancial.

      Neily notó que la determinación de la anciana empezaba a flaquear. Sus argumentos la habían convencido.

      —Si acepto seguir ingresada unos días, ¿irás a recogerme y me traerás a casa? —preguntó, frunciendo el ceño.

      —Te lo prometo. Sé que sabes cuidar de ti misma y no veo razón alguna para que eso cambie. Pero si yo estuviera en tu lugar y tuviera neumonía, me quedaría en el hospital. Tenemos que hacer lo correcto.

      Sela soltó un suspiro que sonó a cafetera. Neily se levantó, se acercó a ella para ayudarla a levantarse y dijo:

      —Vámonos o te pondrás peor.

      —¡Me levantaré yo sola! —espetó—. No necesito bastones ni sillas de ruedas ni cosas así.

      Sin embargo, Sela estaba tan débil que no habría podido levantarse sola de la silla. Wyatt lo notó y decidió intervenir.

      —Hace tiempo que ninguna mujer hermosa me toma del brazo —declaró—. Tal vez podrías hacerme el honor…

      Sela aceptó el ofrecimiento sin dudarlo un segundo.

      —Y yo no tenía pretendientes tan guapos como tú desde hace años —dijo la anciana entre risitas.

      Sela se giró entonces hacia Neily y añadió:

      —No te enfurruñes, niña. Te lo devolveré en cuanto haya terminado con él.

      Wyatt sonrió y guiñó un ojo a la anciana. A Neily le pareció tan divertido que soltó una carcajada sin poder evitarlo.

      Aquel hombre le gustaba cada día más.

      La pizzería local había abierto una sala nueva el fin de semana anterior. Las calles de Northbridge estaban llenas de carteles que lo anunciaban, y después de llevar a Sela al hospital, Wyatt consiguió convencer a Neily para que cenara con él.

      Neily pensó que estar con él en un lugar público no sería peligroso y que se encontraría más cómoda entre un montón de gente. Además, quería que hablaran sobre lo que habían descubierto del pasado de Theresa.

      Aceptó el ofrecimiento y aparcó el coche junto al de Wyatt, cerca del juzgado. Cuando llegaron a la pizzería, descubrieron que la única mesa libre estaba en un rincón apartado. Pero eso no fue lo peor, el espacio era tan pequeño que sus piernas se rozaban continuamente y ella iba de sobresalto en sobresalto.

      No obstante, intentó hacer caso omiso del roce y concentrarse en el asunto de Theresa.

      —Sela nos ha ahorrado muchas horas de búsqueda en el sótano del juzgado —comentó, después de que pidieran té helado y pizza—. Parece que tu abuela dijo la verdad con lo de las propiedades de su padre.

      Wyatt se encogió de hombros.

      —Con mi abuela nunca se sabe.

      —¿Querrá recuperar sus propiedades? Si es eso, me temo que será imposible…

      —Si es eso —repitió él—. ¿No ha insinuado nada sobre lo que puede ser?

      Neily probó su té y esta vez fue ella quien se encogió de hombros.

      —No, nada en absoluto. Se limita a repetir que está aquí para recuperar lo que es suyo, pero sin especificar —respondió.

      —Sospecho que el dinero que obtuvo con la venta de las tierras fue el que invirtió después en la ferretería de mi abuelo.

      —Es muy posible —comentó ella—. A no ser que sus padres también le dejaran dinero u otras propiedades en herencia.

      —No, nunca ha hecho el menor comentario sobre ninguna herencia —afirmó Wyatt, tajante—. Pero ahora que lo mencionas, es la primera vez que me pregunto de dónde había sacado el dinero para la tienda.

      —¿Sabes a qué se dedicaba tu bisabuelo? —preguntó ella.

      —Por lo visto, era un simple carpintero. Supongo que ahorró para comprar esas tierras o que hizo un buen negocio de algún tipo, porque no tenía la impresión de que las cosas le hubieran ido tan bien… Sospeché que algo no cuadraba en la historia al ver la casa de mi abuela. Es muy señorial. Pero le pregunté y me dijo que la había construido él mismo.

      —Bueno, imagino que las tierras serían baratas en aquella época. Puede que no le costaran tanto como creemos.

      Wyatt probó el té y cambió de tema.

      —¿Quién es ese Hector Tyson? Cuando Sela ha hablado de él, me ha parecido que lo conoces y que sigue en Northbridge.

      —Sí, lo conozco y sigue aquí. De hecho, todo el mundo lo conoce… es el cascarrabias multimillonario de la localidad —explicó—. Jamás habría imaginado que hizo su fortuna a costa de tu abuela.

      —¿De dónde creías que había sacado el dinero?

      —Tiene un establecimiento de materiales de construcción. Tal vez parezca poca cosa en comparación con Home Max, pero es la única tienda de ese tipo que hay en la zona. Y aunque los precios de Hector son altos…

      —Todo el mundo le compra —la interrumpió—. Es mejor que viajar a Billings o pedir que les envíen los materiales desde allí.

      —En efecto —dijo—. Le va tan bien que pensé que era la fuente de su riqueza.

      —Ya tendrá unos cuantos años…

      —No tantos como Sela. Sólo ochenta y cuatro.

      —Es decir, nueve años mayor que mi abuela —calculó—. ¿Crees que hizo algo ilegal para comprarle las tierras?

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