Название: Los Hermanos Karamázov
Автор: Fiódor Dostoyevski
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: Colección Oro
isbn: 9788418211409
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Pero Iván, que ya se había sentado en el carruaje sin proferir una palabra, dio un empujón a Maximof y lo hizo retroceder unos cuantos pasos.
Fue una verdadera casualidad que el hombre no sufriera una caída peligrosa.
—¡En marcha! —gritó Iván al cochero, con irritado acento.
—¿Qué te pasa? —dijo Fiódor—. ¿A qué viene eso?
El coche andaba ya... Iván no respondió.
—¡Vamos a ver! —dijo Fiódor Pávlovich, después de algunos minutos de silencio mirando a su hijo con el rabillo del ojo—. Tú fuiste quien aconsejó esta reunión en el monasterio. ¿Por qué, pues, te irritas?
—¡Déjese ya de tonterías!... Descanse un poco ahora —replicó Iván, secamente.
Fiódor se calló... Pero, algunos momentos después, repuso:
—¿Quieres que bebamos un trago de coñac?
Iván no respondió.
—Cuando lleguemos beberás tú también —insistió Fiódor.
Iván continuaba guardando silencio.
Su padre volvió a hablar al cabo de dos minutos.
—Me llevaré a Aliosha, aunque disguste a todos, respetable señor Carlos von Moor —dijo.
Iván se encogió desdeñosamente de hombros, volvió la cabeza y se puso a mirar hacia afuera.
Y ya no hablaron más en todo el camino.
Vocablo ruso para referirse a una persona que ejerce como consejero y maestro en monasterios ortodoxos.
Término empleado para referirse a los campesinos rusos que no tenían propiedades. En la literatura rusa, se refiere a un ser pobre, habitualmente alguien perverso y corrupto.
Segunda Parte:
Historia de una familia
Capítulo I
Debemos dar al lector algunas explicaciones acerca de los personajes que le hemos hecho conocer.
Como queda dicho, Dmitri, Iván y Alekséi Fiódorovich eran los tres hijos de Fiódor Pávlovich Karamázov.
Este pomiestchik, esto es, labrador (así lo llamaban, aunque pasó toda la vida fuera de sus tierras), era un hombre extraño.
El tipo, desgraciadamente, abunda todavía.
Era uno de esos hombres que, a sus perversos instintos, unen una mente desordenada, incapaz de coherencia alguna para nada que no sea aumentar su hacienda, sin reparar en los medios.
Fiódor Pávlovich había empezado sus negocios sin dinero alguno, y al morir se encontraron en su casa más de cien mil rublos.
Se había casado dos veces. De sus tres hijos, el mayor, Dmitri Fiódorovich, era de la primera esposa; los otros dos, Iván y Alekséi, eran de la segunda.
Aquella pertenecía a la más alta y rica nobleza, a la familia de los Miúsov, grandes hacendados del distrito.
¿Cómo se explica que una joven rica, graciosa, bella e inteligente, se casara con un hombre tan insignificante?
No trataré de explicarlo; mas, no obstante, diré que he conocido una joven de la antigua generación “romántica”, la cual, después de haber mantenido “relaciones” durante varios años con un hombre con el cual hubiera podido casarse sin ningún tipo de dificultades, acabó por inventar obstáculos infranqueables a esta unión, y escogió una noche tempestuosa para precipitarse en el fondo de un río.
Probablemente quiso emular a Ofelia.
El hecho es auténtico, y no es el único caso de ese tipo del que dos o tres últimas generaciones nos han dejado testimonios.
Esta fue también la locura de Adelaida Ivánovna Miúsov.
Tal vez pensó demostrar con ello la independencia personal y femenina, reaccionar contra los prejuicios de casta y contra el despotismo de su familia, y su imaginación, dócil a su deseo, creyó que Fiódor Pávlovich, si bien era un parásito, no por esto dejaba de ser un hombre de cierto valor, audaz, irónico, astuto y mordaz, cuando en realidad no pasaba de ser un mal intencionado bufón.
Lo más cómico del caso fue que Fiódor se vio obligado a raptar a su novia, lo cual halagó singularmente a los gustos románticos de Adelaida Ivánovna.
Fiódor Pávlovich era un hombre dispuesto a todo, resuelto a lanzarse al mundo a través de los medios que fueran.
El amor, creo sinceramente, que no entraba para nada en el asunto, si bien Adelaida era una joven bellísima.
Sin embargo, no pasó mucho tiempo sin que Adelaida se diese cuenta de que su marido no podía inspirarle sino el más profundo desprecio.
Su familia le perdonó por fin, y le entregó la dote que le pertenecía.
A poco de casarse, comenzaron a suscitarse entre los esposos escenas de una violencia horrible, que ya no cesaron jamás.
Fiódor, ni corto ni perezoso, lo primero que hizo fue apoderarse de los veinticinco mil rublos que constituían la dote de su mujer y con ellos se cuidó de acrecentar su escaso patrimonio, hasta trató de poner a su nombre una casa que Adelaida tenía en la ciudad, y lo hubiera conseguido si la familia de aquella no hubiese intervenido en su favor.
Después de los dichos pasaron a los hechos, y es notorio que no fue precisamente Adelaida la que más golpes recibió...
Por último, Adelaida Ivánovna se fugó con un pobre seminarista, dejando en brazos de Fiódor un niño de tres años: Dmitri.
El abandonado esposo se apresuró a consolarse... ¡y de qué modo!, estableciendo en su casa un verdadero harén.
Se dio a la bebida y, cuando no estaba ebrio, cuando tenía algunos momentos de lucidez, visitaba a sus conocidos, ante los cuales se lamentaba de su abandono y contaba tales cosas de su esposa que, aunque todas hubieran sido inexactas, el hecho solo de relatarlas constituía una vergüenza para un esposo.
Pero Fiódor Pávlovich parecía querer buscar su gloria en la parte de marido burlado.
—Hombre —solían decirle—, no parece sino que ha adquirido usted un título nobiliario. ¡Jamás se le ha visto tan gozoso!
Después encontró las huellas de su esposa y dio con ella en San Petersburgo.
Adelaida vivía en dicha ciudad con su seminarista. Fiódor se dispuso a entablar un proceso, aunque, en realidad, no sabía bien con qué objeto.
Pero СКАЧАТЬ