Eso no puede pasar aquí. Sinclair Lewis
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Название: Eso no puede pasar aquí

Автор: Sinclair Lewis

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: A. Machado

isbn: 9788491140191

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СКАЧАТЬ (única publicación de la Sociedad Medieval), tratados sobre sistemas monetarios y tributarios, mapas de carreteras, tomos sobre exploraciones en Abisinia y la región antártica, lápices mordisqueados, una máquina de escribir portátil poco sólida, aparejos de pesca, papel carbón arrugado, dos cómodas sillas antiguas de cuero, una silla Windsor en su escritorio, las obras completas de Thomas Jefferson (su héroe), un microscopio y una colección de mariposas de Vermont, puntas de flechas indias, pequeños volúmenes de poesía rural vermontesa impresos en redacciones de periódicos locales, la Biblia, el Corán, el Libro del Mormón, Ciencia y Salud, selecciones del Mahabarata, las obras poéticas de Sandburg, Frost, Masters, Jeffers, Ogden Nash, Edgar Guest, Omar Khayyam y Milton, una escopeta y un rifle de repetición del calibre 22, un estandarte descolorido del Isaiah College, el diccionario Oxford completo, cinco estilográficas de las cuales solo dos funcionaban, un jarrón muy feo de Creta, que databa de 327 a.C., el Almanaque Mundial del año antepasado (cuya cubierta parecía haber sido mordida por un perro), extraños pares de gafas con montura de carey y de anteojos sin montura (ninguno de los cuales se ajustaban a su vista), un magnífico armario de roble (al parecer de estilo Tudor) procedente de Devonshire, los retratos de Ethan Allen y Thaddeus Stevens, unas botas de goma para el agua, unas babuchas marroquíes rojas y seniles, un póster publicado por el Vermont Mercury, en Woodstock, el 2 de septiembre de 1840, que anunciaba la espléndida victoria del partido Whig, veinticuatro cajas de cerillas robadas una a una de la cocina, un surtido de blocs de notas amarillos, siete libros sobre Rusia y el bolchevismo (totalmente a favor o totalmente en contra), una fotografía firmada de Theodore Roosevelt, seis cartones de cigarrillos medio vacíos (según la tradición de los periodistas excéntricos, Doremus debería fumar la típica pipa, pero detestaba la baba llena de nicotina que rezumaba), una alfombra andrajosa en el suelo, una ramita marchita de acebo con un lazo plateado de Navidad, un estuche con siete cuchillas de afeitar sin usar, procedentes del mismísimo Sheffield2, diccionarios en francés, alemán, italiano y español (el primer idioma de los cuales podía leer), un canario en una jaula bávara de mimbre plateado, un gastado ejemplar encuadernado en lino de Old Hearthside Songs for Home and Picnic (Antiguas canciones para cantar junto a la chimenea en el hogar o en un picnic) cuyas selecciones solía cantar suavemente sosteniendo el libro sobre sus rodillas, y una antigua estufa Franklin de hierro fundido. Es decir, todo muy apropiado para un ermitaño y totalmente inapropiado para unas manos domésticas impías.

      Antes de encender la luz, miró por una ventana de la buhardilla entrecerrando los ojos y fijó su atención en la mole de montañas que cercenaba el maremágnum de estrellas. En el centro se podían ver las últimas luces de Fort Beulah, bastante abajo, y a mano izquierda, ocultos, los suaves prados, las antiguas granjas y los enormes establos de Ethan Mowing. Se trataba de una tierra generosa, fresca y clara como un rayo de luz y, al reflexionar, llegó a la conclusión de que la amaba más cada año tranquilo que pasaba alejado de las torres y el bullicio de la ciudad.

      Una de las pocas ocasiones en que la Sra. Candy, su ama de llaves, tenía permitido entrar a la celda de este ermitaño era para dejar allí, en el largo escritorio, su correo. Él lo recogió y empezó a leerlo con brío, de pie junto a la mesa. (¡Es hora de irse a la cama! ¡Demasiada cháchara y quejas esta noche! ¡Dios Santo! ¡Ya son las doce pasadas!) Suspiró entonces, se sentó en su silla Windsor, apoyó los codos sobre la mesa y empezó a leer de nuevo, concienzudamente, la primera carta.

      El remitente era Victor Loveland, uno de los profesores más jóvenes y cosmopolitas del Isaiah College, la antigua universidad de Doremus.

      QUERIDO DR. JESSUP,

      (“Vaya... ‘Dr. Jessup’. No soy yo, chaval. El único título honorario que recibiré en el futuro será la maestría en Cirugía Veterinaria o de embalsamador.”)

      Aquí, en Isaiah, ha surgido una situación muy peligrosa. Los que intentamos fomentar valores como la integridad y la modernidad estamos seriamente preocupados; probablemente no tendremos que soportarlo mucho más pues, sin duda, nos despedirán pronto a todos. Hace dos años, la mayoría de nuestros estudiantes simplemente se reían ante cualquier idea de instrucción militar, pero hoy en día se han vuelto absolutamente bélicos, entrenándose con rifles, metralletas, así como pequeñas y hermosas maquetas de tanques y aviones por todos sitios. Dos de ellos bajan voluntariamente a Rutland cada semana para recibir clases de pilotaje, según dicen, para prepararse a servir en la aviación en época de guerra. Cuando les pregunto con cautela para qué guerra se están preparando, simplemente se rascan la cabeza y me informan de que les da igual, siempre que puedan demostrar lo caballerosos, viriles y orgullosos que son.

      Bueno, ya nos habíamos acostumbrado a la situación. Pero esta tarde (la prensa aún no se ha enterado), el consejo de administración, incluidos el Sr. Francis Tasbrough y nuestro rector el Dr. Owen Peaseley, se reunió y votó una resolución por la que (y ahora escuche bien, Dr. Jessup): “Cualquier miembro de la facultad o del alumnado de Isaiah que, de cualquier manera, en público o privado, publique, escriba o hable criticando la instrucción militar llevada a cabo por o en el Isaiah College, en cualquier otra institución de enseñanza de los Estados Unidos o por las milicias estatales, fuerzas federales u otra organización militar oficialmente reconocida en este país, estará sujeto al despido inmediato de esta universidad. Asimismo, cualquier estudiante que, con las pruebas adecuadas y completas, informe al rector o a cualquier miembro del consejo de administración de esta universidad sobre críticas maliciosas realizadas por alguna persona relacionada de cualquier modo con esta institución, recibirá créditos adicionales en su curso de instrucción militar que se añadirán al número de créditos necesarios para graduarse.”

      ¿Qué podemos hacer frente a un fascismo que ha estallado con tanta rapidez y virulencia?

      VICTOR LOVELAND.

      Hasta ahora, Loveland, profesor de griego, latín y sánscrito (con dos únicos estudiantes), nunca se había inmiscuido en ningún asunto político de fecha posterior al año 180 d.C.

      “Así que Frank estuvo allí, en el consejo de administración, y no se atrevió a decírmelo”, suspiró Doremus. “Animándoles a convertirse en espías. Como la Gestapo. ¡Ay, mi querido Frank, qué época más delicada! ¡Y tú, estúpido amigo, bien nos lo dijiste una vez! El rector Owen J. Peaseley: ¡ese maldito profesor sin cualificaciones, meapilas, mafioso y con cara de sapo! Pero, ¿qué puedo hacer? ¡Vale! Escribiré otro editorial con opiniones alarmistas, supongo.”

      Se dejó caer profundamente en la silla y se quedó sentado, inquieto como un pajarito de ojos brillantes.

      En la puerta se escuchó un arañazo imperioso y exigente.

      Doremus la abrió para dejar entrar a Foolish, el perro de la familia, una mezcla solvente entre setter inglés, terrier de Airedale, cocker spaniel, cierva melancólica y hiena. Soltó un brusco resoplido de bienvenida y se frotó contra la rodilla de Doremus, acariciándole con su cabeza marrón, suave como la seda. Su ladrido despertó al canario, dormido bajo el absurdo y viejo jersey azul que cubría su jaula, quien al momento empezó a anunciar, cantando alegremente, que era mediodía, verano y estaba entre los perales de las verdes colinas de Harz, nada de lo cual era cierto. Sin embargo, los trinos del pájaro y la presencia genuina de Foolish reconfortaron a Doremus e hicieron que la instrucción militar y los políticos que vomitaban exabruptos parecieran poco importantes. Se quedó dormido en la gastada silla marrón de cuero, sintiéndose seguro.

      Nota

      1 Nuevo juego de palabras con el apellido “Bass” y su significado, “lubina”; “Mass” es el apócope de Massachusset. N.T.

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