Reflexiones sobre el sistema financiero chileno. Enrique Marshall Rivera
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      Resultó también muy satisfactoria la aprobación unánime que me entregó el Senado de la República con motivo de mi nombramiento como Consejero del Banco Central en 2005. Fue la primera vez que esto ocurría, sentando un precedente que se ha repetido con posterioridad en varias ocasiones. Admito que esta unanimidad se explica principalmente por el alto prestigio institucional que había alcanzado el Banco Central en esos años.

      Espero que estas reflexiones aporten algún grano de arena a quienes tienen la compleja tarea de diseñar políticas públicas en el campo de la actividad financiera.

      Antes de terminar estas líneas, quisiera expresar mi agradecimiento al rector de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Claudio Elórtegui, por el apoyo brindado para la materialización de esta iniciativa; y al director ejecutivo del Magíster en Banca y Mercados Financieros, Gianfranco Arata, por entusiasmarme con este proyecto. Agradezco igualmente a José Manuel Mena, presidente de la ABIF, quien tuvo la amabilidad de prologar esta obra. Vaya también mi reconocimiento a Ediciones Universitarias de Valparaíso de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso por su contribución para que esta obra pudiera finalmente plasmarse.

      Introducción

      I

      Desde

      la Superintendencia

      de Bancos

      Columna de opinión publicada por El Mercurio

      el 11 e mayo de 2000 a pocos meses de asumir

      como Superintendente de Bancos.

      El sistema bancario chileno

      El sistema financiero chileno ha experimentado un notable desarrollo en la última década. Esta realidad se observa tanto en aspectos cuantitativos como cualitativos. La crisis económica, si bien afectó los balances bancarios, no comprometió este desarrollo. En sistema enfrentó la coyuntura negativa de tal forma que salió fortalecido, y hoy se encuentra en una sólida posición para enfrentar el futuro, donde se visualizan numerosos desafíos. La integración con el exterior, la consolidación de los mercados, la creciente competencia y la innovación tecnológica marcarán la agenda de los próximos años tanto para los banqueros como los supervisores.

      En términos de activos, el sector experimentó un crecimiento de 92% en el período que se inicia en 1990 y concluye en 1999. Este crecimiento estuvo liderado por las colocaciones bancarias que crecieron en 134% alcanzando un 69% del PIB en 1999. Dentro de esta categoría, las colocaciones de consumo muestran el mayor dinamismo, con un incremento de más de 500%. En términos de pasivos, el crecimiento fue igualmente significativo. Los depósitos vista crecieron en 110%, en tanto los a plazo lo hicieron en 182%, lo que representa un 55% del PIB en 1999. Este desarrollo es significativo, pues da cuenta de un fortalecimiento de las fuentes de financiamiento de los bancos.

      Simultáneamente, la estructura de la industria experimentó una significativa consolidación. En efecto, en la década pasada el número de bancos e instituciones financieras pasó de 40 a 30; esto es, disminuyó en 25%. Esta reducción también da cuenta de un cambio de composición, donde las entidades extranjeras aumentaron su participación, alcanzando en número a dos tercios del total del sistema. No obstante, este proceso ha estado acompañado de una creciente cobertura de los servicios financieros que proveen los bancos. En efecto, el número de sucursales se incrementó en 40%, fenómeno que se reproduce en prácticamente todas las regiones del país. Asimismo, las cuentas corrientes y las de ahorro crecieron en número en 105% y 191%, respectivamente. Los saldos promedio mantenidos también se incrementaron fuertemente en términos reales.

      Este desarrollo ha estado acompañado, además, por una creciente incorporación de nuevas tecnologías, especialmente en los campos de la informática y las telecomunicaciones, lo que se refleja, entre otros aspectos, en la fuerte expansión del parque de cajeros automáticos, que pasó de 311 a 2.586 unidades, lo que implica un crecimiento de 732%.

      La rentabilidad del sector, medida por la razón utilidades a capital, ha caído desde niveles de 20% experimentados a fines de la década del 80, a niveles por debajo del 10% en 1999. En este comportamiento podemos distinguir impactos transitorios y tendencias más permanentes. Es claro, por ejemplo, que la crisis implicó una caída en los niveles de actividad y un incremento significativo de las provisiones para enfrentar el deterioro en la calidad de la cartera. En lo que se refiere a la tendencia, podemos señalar que la competencia, proveniente tanto del exterior como de proveedores no bancarios en el interior del país, ha tenido un significativo efecto sobre los márgenes e índices de rentabilidad a lo largo de estos años.

      Si nos detenemos a observar lo ocurrido durante la crisis, es claro que esta tuvo consecuencias. En efecto, el índice de cartera vencida registró un progresivo aumento que lo llevó a elevarse desde algo menos del 1% en diciembre de 1997 hasta 1,8% en abril de 1999. Del mismo modo, el índice de riesgo pasó desde 1,23% en octubre de 1997 a 1,98% en igual mes de 1999. Con todo, estos índices se han mantenido dentro de rangos acotados, lo que refleja la oportuna reacción de la banca al ajustar rápidamente sus políticas de riesgo. Ello se ha visto favorecido por la existencia de una regulación prudencial y un sistema de supervisión efectiva que permite monitorear los riesgos y exigir las rectificaciones necesarias. En suma, luego de esta coyuntura emerge un sistema perfectamente sólido, con índices de solvencia incluso mejores que los exhibidos dos años atrás.

      En los próximos años, la industria enfrentará numerosos desafíos. Desde la perspectiva de la supervisión, hay por lo menos cuatro tareas que parece importante mencionar. La primera, y quizá la más inmediata, es la puesta en aplicación del sistema de clasificación según la solvencia y la gestión. Las normas sobre la materia fueron impartidas en enero pasado y complementadas recientemente con el objetivo de introducir un elemento de autoevaluación. En ese sentido, el desafío es tanto para la Superintendencia como para las propias instituciones y, en particular, para sus máximos ejecutivos y directores.

      Una segunda tarea es avanzar en la integración de los supervisores funcionales y, eventualmente, en la introducción de un “supervisor líder”. Ello permitirá poner en aplicación un sistema de supervisión consolidada o comprensiva que reconozca la integración de los negocios de banca, seguros y valores, y la emergencia de grupos que incursionan en todos ellos.

      Los avances que observamos en el campo de la banca electrónica e internet se han constituido también en un importante desafío para los supervisores. Constatamos la introducción de nuevos productos y cambios en las modalidades de prestación de los servicios. La Superintendencia deberá proveer un marco normativo que permita encauzar este proceso, acotando los riesgos asociados y procurando que su integración resulte tecnológicamente neutra.

      Finalmente, una preocupación importante debiera ser el fortalecimiento de la disciplina de mercado. Un sistema de supervisión moderno descansa no solo en la actuación de los supervisores oficiales, sino también en la vigilancia ejercida por los propios supervisados, los auditores externos, los clasificadores de riesgo y el mercado en su conjunto. En esa perspectiva, se deberá profundizar en todo lo referido a la transparencia de la información y al buen funcionamiento de los gobiernos corporativos.

      Ponencia preparada el año 2000, pero no

      publicada con anterioridad.

      Sobre el nuevo horario bancario

      El sistema financiero chileno ha experimentado enormes progresos en los últimos años.

      Sin embargo, en lo que se refiere a los horarios de atención al público, el sistema chileno no puede exhibir el СКАЧАТЬ