La extraordinaria vida de la gente corriente. Iván Ojanguren Llanes
Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу La extraordinaria vida de la gente corriente - Iván Ojanguren Llanes страница 10

Название: La extraordinaria vida de la gente corriente

Автор: Iván Ojanguren Llanes

Издательство: Bookwire

Жанр: Сделай Сам

Серия: Crecimiento personal

isbn: 9788418263422

isbn:

СКАЧАТЬ que cambie tu vida para bien? Empieza decidiendo qué vas a hacer diferente en el día de hoy, ¡aunque sea algo pequeño! Cuando tengas integrado ese pequeño cambio positivo, vuelve a hacerte la misma pregunta y, una vez más, vuelve a integrarlo. Al cabo de un tiempo te verás a ti mismo con una mejora sustancial en tu calidad de vida, incluso manteniendo el grueso de tus quehaceres y rutinas.

      Así, desde el año 2015 David tiene lo que podía llamarse un albergue de los que apenas quedan: te recibe con un sentido abrazo ofreciéndote bebidas calientes en invierno y frescas en verano, te lava la ropa y hace la cena para que todos los peregrinos se junten alrededor de la misma mesa a la misma hora. Cuando le pregunto qué le empuja a obrar de este modo, me contesta: «Creo que en general pensamos mucho y sentimos poco; con mi albergue pretendo que la familia que llega cada día pase más tiempo compartiendo y sintiendo, por eso les lavamos la ropa y les hacemos la cena y el desayuno. Lo importante es lo que el peregrino está viviendo en este momento, así que yo me pongo a su servicio». Es decir, libera a los peregrinos de las tareas domésticas para que puedan sentarse o relajarse en el porche y compartir experiencias; en definitiva, para que puedan vivir el Camino de Santiago. «Un día vino un peregrino del norte de Europa, era verano. Cuando llegó le ofrecí una cerveza y la aceptó. Salió al porche y tras tumbarse en el suelo comenzó a reír y a revolcarse… ¡Parecía un niño! Hablando más tarde con él resultó que era un alto ejecutivo, padre de familia, que parecía que siempre tenía que tener una careta puesta en su vida: la del padre de familia responsable, la del jefe serio… Por unos instantes simplemente se dejó llevar. A eso me refiero con que pensamos mucho y sentimos poco. Esa persona durante unos instantes hizo simplemente lo que le pidió el cuerpo; en cierto modo fue plenamente feliz. ¡Y con una cerveza de 0,30 céntimos!».

      En todo este proceso de auto-descubrimiento David tuvo una relación sentimental que también le marcó profundamente: «Mi pareja me hacía preguntas retadoras, preguntas que me invitaban a cuestionarme mi vida y mis necesidades. Me enseñó a entender las cosas que me habían pasado y también a escuchar a la vida; es más, en mi lista de contactos la tengo por la eme de maestra». Una vez más apreciamos ese sentimiento de gratitud que David profesa a las personas que de un modo u otro le ayudaron a lo largo de los años.

      La labor de David pasa también por ayudar a las personas a ser ellas mismas, aunque no lo hace de un modo demasiado explícito; él simplemente crea las condiciones de tranquilidad, confianza y sosiego para que la magia suceda. «Siento que en el alberque cada día estamos creando un mundo mejor; gota a gota se pueden crear océanos. Trato de que cada persona que venga aquí sienta más y piense menos, ya que pienso que la felicidad tiene más que ver con ser, con estar, con sentir y con disfrutar. Cuando pensamos mucho a veces nos negamos el derecho a disfrutar y ser libres».

      David no entiende cada grupo de peregrinos como seres individuales, él los ve como su familia: «Cada día tengo una familia diferente; una familia con la que crecer, compartir, sentir y aprender. En definitiva, una familia a la que querer. Cada noche confirmo que en realidad somos todos lo mismo; he tenido en la misma mesa a musulmanes, ateos, cristianos y budistas y todos hemos compartido, reído y llorado. Las personas estamos todas hechas de lo mismo, de Amor». Me cuenta con una lucidez tremenda que tiene su propia verdad sobre un montón de cosas y al mismo tiempo sabe que cada uno tiene la suya: «Cuando te das cuenta de que cada uno tiene su manera particular de entender lo mismo y de que hay que respetarlo, entonces pasa algo mágico: dejas de enfadarte con el mundo pues dejas de intentar convencer a nadie con tu punto de vista».

      Durante la cena David explica los tremendos y maravillosos paralelismos que tiene el Camino de Santiago con la vida: «En realidad no necesitamos gran cosa para vivir –me dice–; para hacer el Camino solo necesitas una mochila y ponerte a andar». Hace hincapié en que lo importante tanto en el Camino como en la vida no es llegar a Santiago de Compostela: lo importante es andar el camino. «Me gusta recordar al peregrino que al día siguiente de llegar a Santiago tan solo será un turista más. Le invito a que no tenga prisa y a que sienta y disfrute de corazón cada paso que da».

      Tras la cena todos charlamos sobre nuestra vida, nuestros pensamientos, nuestras inquietudes y nuestras prioridades. Debatimos, y sobre todo nos escuchamos unos a otros. Es curioso cómo en el Camino no es importante a lo que te dedicas en la vida; no es relevante. A nadie le importa tu profesión ni tu estatus social o económico: todos somos lo mismo, nadie es mejor que nadie. Entre tanto, David nos cuenta la historia del Camino, de sus variantes y el origen del pueblo de Pola de Allande –creado para facilitar la peregrinación en invierno–; nos habla del origen de la flecha amarilla que guía al peregrino o del porqué de la palabra «hospitalero»; nos cuenta también que los antiguos peregrinos tenían dos bolsas, una con la comida para ellos y otra con comida para compartir. Como curiosidad, David guarda con cariño una bandera que un peregrino le regaló como recuerdo tras haber terminado el Camino en 1976: «Ese año solo terminaron el Camino 74 peregrinos» me contó orgulloso.

      Aquel frío día de febrero –aquel año el invierno fue especialmente duro en Asturias– éramos cinco peregrinos cenando juntos, además de David, el padre de David, que se encontraba de visita, y su compañera Celia, Marc –sudafricano–, Anthony –finlandés criado en Inglaterra–, Daniel –colombiano– y Catherina –alemana–. Hablamos de temas profundos como los objetivos en la vida, de cuestiones políticas como la independencia de territorios que dependen de un Estado mayor, de temas más banales como los estereotipos de las diferentes zonas de España, ¡incluso Marc y yo estuvimos tocando un rato la guitarra! Como curiosidad, Daniel y Catherina se conocieron en el Camino y llevaban veinte días caminando juntos y esa misma tarde, en el albergue, se besaron por primera vez. Al día siguiente se lo comenté a David; me miró con una sonrisa y dijo: «¿En serio? ¡Qué bueno! ¡Pensaba que eran pareja cuando llegaron!». David se queda un rato pensativo y termina diciéndome: «Es normal que pasen estas cosas en el Camino». Magia, amigos. Y eso solo sucede cuando todos nos sentimos acogidos, recibidos, respetados y en paz.

      Andrés Fernández, la persona que me envío el mensaje de Whatsapp con el que abrí esta historia, me trasladó una anécdota maravillosa que presenció la noche que pasó en el albergue de David: «Durante la cena había dos mujeres coreanas, madre e hija; todos contamos los motivos por los que decidimos hacer el Camino y cuando le tocó el turno a la madre, su hija hacía de intérprete traduciendo del coreano al inglés. Bien, en un momento dado la madre nos contó visiblemente emocionada que gracias al Camino estaba conociendo de verdad a su hija. Claro, su hija, que era la traductora, se emocionaba muchísimo al intentar traducir algo tan especial, bonito y personal. Acabamos todos con lágrimas de emoción y abrazándonos. Recuerdo que a la mañana siguiente y antes de continuar, David tuvo palabras en privado para todos nosotros; todavía recuerdo lo que me dijo: ‘Somos naranjas enteras, Andrés, no medias naranjas’. Es algo que todavía sigue resonando en mí».

      Al llegar la hora de acostarse y para asegurar el descanso, David nos invita a que nadie se ponga la alarma, en lugar de eso, consensuamos una hora en la que él nos despertaría: en nuestro caso decidimos que a las 8:00 h. Total, nos fuimos a dormir y adivinad qué sucedió a las ocho de la mañana: despertamos escuchando el Ave María de Schubert al tiempo que un fantástico olor a café con especias inundaba la habitación. Al bajar a la cocina me encontré café recién hecho, tostadas y todo lo necesario para alimentar el cuerpo y el espíritu antes de la siguiente etapa del Camino.

      David no tiene tarifas en su albergue, cobra la voluntad: «Es la filosofía original del Camino –me dice–; así todo el mundo sin excepción puede tener la posibilidad de disfrutar de este fantástico viaje de descubrimiento personal».

      Cuando le pregunto acerca de su anterior trabajo se deshace en palabras de agradecimiento: «Gracias a aquel trabajo aprendí a tirar para adelante en la vida y pude ahorrar para comprarme esta casita en Bodenaya; además, todo lo que aprendí sobre reparaciones lo estoy aplicando en mi día a día para mantener el albergue en perfecto estado».

      David ama lo que hace. Tiene un СКАЧАТЬ