Название: Secretos y pecados
Автор: Miranda Lee
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: elit
isbn: 9788413487465
isbn:
Alena miró el despertador.
Tenía una cita esa mañana en las oficinas de la fundación benéfica creada por su madre. Sabía que Vasilii preferiría que esperara a cumplir los veinticinco años antes de seguir los pasos de su madre y dedicarse a dirigir la fundación. Él creía que era demasiado joven para una responsabilidad así, pero Alena estaba decidida a demostrarle que se equivocaba, pues había estudiado asiduamente el trabajo de la fundación desde la muerte de su madre.
Era una gran responsabilidad, sí. La fundación no solo controlaba las inversiones de los millones que habían donado sus padres, sino también el dinero procedente de otros patrocinadores y donantes a la causa, que era la educación de niñas que de otro modo no podrían tener ninguna. ¿Cuántas probabilidades tendría de convencer a su hermano de que estaba preparada para asumir esa responsabilidad si él se enteraba de sus osadas fantasías y su comportamiento temerario con Kiryl? Ninguna. Él juzgaría su comportamiento inmaduro e irresponsable.
Su madre había dicho muchas veces que la fundación era su modo de dar gracias a la vida por la felicidad que le había deparado al conocer a su esposo ruso. Ni siquiera Vasilii, con su actitud terca hacia el dinero y la beneficencia, podía discutir semejante motivación. Por mucho que a veces disgustara a Alena el control que ejercía Vasilii sobre ella y su vida, sabía muy bien que siempre lo querría muchísimo aunque solo fuera por el modo en que él había querido y valorado a su madre. El que un hombre tan duro e implacable hubiera estado dispuesto a admitir que una inglesa había transformado sus vidas, a través del amor sentido por su padre, era algo que siempre conmovía a Alena. El cariño de Vasilii por ella, su preocupación y su protección, eran su modo de devolver el amor que había recibido de la madre de ella. Alena lo sabía, aunque también le habría gustado que relajara un poco la guardia con respecto a ella.
¿De verdad quería poner en peligro todos sus esfuerzos por un capricho que tenía tanto de realidad como un arco iris sobre el Neva?
No le hacía falta preguntarse lo que pensaría Vasilii de su comportamiento actual. Le horrorizaría y enfurecería. Pero él no se iba a enterar, ¿verdad? Porque ella se mostraría sensata y responsable y no tendría nada que ver con Kiryl. Se concentraría en el futuro por el que trabajaba tanto y demostraría que estaba preparada para asumir el papel de su madre en la fundación.
Dos horas después, Alena se bajaba de un taxi en la puerta del edificio donde estaban las oficinas de la fundación benéfica de su madre. Se paró un momento a alisarse el suave abrigo de cachemira gris y respiró hondo. Su madre siempre decía que la apariencia contaba mucho. Que uno podía hacer o deshacer negocios simplemente por la impresión que producía, antes de decir una sola palabra. Alena había recordado esa mañana el sabio consejo de su madre y se había vestido para la cita. Aunque antes o después fuera su derecho y su herencia dirigir la fundación, no podría hacerlo bien si no contaba con el apoyo de los ejecutivos que trabajaban allí. Necesitaba ganarse su confianza si quería que siguiera creciendo la fundación de su madre. Por esa razón había intentado vestirse de un modo que transmitiera madurez, aunque mostrando también parte de su individualidad.
Se había puesto zapatos negros de medio tacón con medias opacas de invierno en vez de optar por botas de tacón alto hasta la rodilla. Las botas podían ser una opción sensata para el frío, pero ella no quería que la juzgaran como una frívola obsesionada por la moda. Para protegerse del afilado frío de febrero, se había envuelto una bufanda de lana gris alrededor del cuello y puesto un gorro a juego. Pagó el taxi sin quitarse los guantes grises y sonrió al portero que le abrió las puertas de cristal del edificio, quien le devolvió la sonrisa.
Su madre, al establecer la fundación, había querido situar sus oficinas centrales en Londres porque era su ciudad natal, pero en un lugar mucho más modesto que su situación actual en Mayfair. Su esposo y su hijastro la habían convencido de que aceptara que, si la fundación quería atraer donantes, una dirección de prestigio ayudaría a conseguirlo. Además de eso, Vasilii había insistido en que un bloque de oficinas sería un lugar mucho más seguro.
La seguridad era importante para él. Pero eso no era de extrañar, teniendo en cuenta que su madre había sido víctima de un secuestro que había terminado con su muerte. Después de eso, el padre de Vasilii había trasladado su negocio y su casa a Londres, aunque la madre de Alena y él se habían conocido en San Petersburgo. Su padre siempre había sido un hombre de una gran altura moral, tanto en los negocios como en la vida privada. La muerte de sus padres en un accidente de tráfico había sido un terrible shock y una pérdida tremenda para Alena, pero afortunadamente siempre había tenido a Vasilii.
Había estado mal por su parte dejarse llevar por lo que en ese momento empezaba a ver como una forma de locura en su deseo por Kiryl, y cuando entró en el ascensor y apretó el botón del piso décimo, se dijo que se alegraba de haber dejado el incidente atrás y haber empezado a concentrarse en lo que de verdad importaba en su vida.
Una de las cosas a las que se dedicaba la fundación de su madre era a ayudar a chicas pobres de todo el mundo. En ella trabajaban empleados de distintas culturas, y Dolores Álvarez, la presidenta sudamericana, había conocido la pobreza en la niñez. Ahora estaba en la cincuentena y las líneas de su rostro hablaban de su compasión y de su experiencia vital.
Sonrió con calor a Alena cuando esta entró en su despacho, y pidió café para ambas.
–Esta mañana hemos tenido una agradable sorpresa –dijo a la joven–. Supongo que sabes que uno de los objetivos de tu madre para la fundación era atraer más donantes de fuera y que hemos hecho una campaña para ello.
Alena asintió con la cabeza.
–Sí, sé que mis padres consideraban que era muy importante ampliar la esfera de la fundación.
–Después de la muerte de tus padres, recibimos algunos donativos muy generosos de sus colegas y amigos, pero fueron pagos únicos. Ahora, sin embargo, se ha puesto en contacto con nosotros un donante potencial que parece prometedor. Pero ha dicho que quiere conocerte antes de tomar una decisión.
Había llegado el café y, después de dar las gracias al joven ayudante que lo había llevado, Alena preguntó a Dolores:
–¿Es porque quiere saber si soy capaz de dirigir bien la fundación? Eso es exactamente lo que haría Vasilii.
–A los hombres ricos les gusta controlar su fortuna. Creo que es algo que va con sus planteamientos y con la ambición que los hizo llegar a ricos.
–¿Maniáticos del control? –preguntó Alena.
Dolores sonrió. Movió la cabeza.
–Tal vez, pero no podemos permitirnos mirarle el diente a un caballo regalado ni…
–¿Ni espantarlo? –sugirió Alena.
–No. No si queremos lograr los planes más ambiciosos de tu madre. El dinero que dejó a la fundación nos produce buenos ingresos, pero…
–Pero necesitamos más dinero. Sí, lo sé. He estudiado nuestra situación financiera, y el alza del coste de la vida en algunos de los países donde estamos más activos aumenta el coste de ofrecer estudios a los más pobres.
La presidenta le lanzó una mirada aprobadora que Alena sospechaba estaba también teñida de sorpresa.
СКАЧАТЬ