Название: Breviario de pequeñas traiciones
Автор: Ramón Bueno Tizón
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: Candaya Narrativa
isbn: 9788418504143
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–¿A qué te dedicas? Aparte de buscar mujeres bonitas, claro.
Dafne ahora ríe, Jorge también. ¿Cómo puedes ser tan descarada? ¿Cómo no sales corriendo de aquí? Así no eras antes, Valeria. Así eres ahora, Dafne. Jorge dice que es abogado, que es dueño de un estudio. Entonces lo recuerdas, sí. Eran abogados, claro. Dafne vuelve a llevarse el cigarrillo a los labios. Es curioso cómo los hombres se abren así ante una desconocida cuando se trata de alardear. Sobre todo si es cierto. Aunque tú no eres una desconocida, pero eso ahora no importa. ¿Seguro que no importa? Los ojos del tal Jorge son claros, como los de Dani. Dani también es abogada. El Estudio Lenz, por supuesto. Jorge Lenz. Tampoco había mentido con su nombre. Todo encaja, muchacha. Jorge Lenz levanta su vaso de whisky, se acerca lentamente. Abogado, sí. Dafne retrocede unos pasos, vuelve a reír. Abogado, mira tú.
–Entonces serás mi abogado –dice Dafne.
–Cuando quieras, cosita.
Noemí lanza una carcajada. ¿Eso te dijo? ¿Puedes ir con él a Buenos Aires? Cuando quieras, cosita. Jurujujaja, mismo Horacio Ross en Noti Insólito, canal veintisiete UHF. También era argentino Horacio Ross, ¿recuerdas? Valeria se lleva el huiro a los labios, aspira fuerte, sopla una bocanada larga. ¿Cuántos huiros van? ¿Cuántas veces han repetido el mismo disco de James? Ya te sabes de memoria casi todas las canciones. Say Something, Born of Frustration, Sometimes… Noemí se levanta, comienza a desnudarse para cambiarse de ropa. Valeria la mira. Tú también debes cambiarte, ya se hizo tarde para ir a Barranco. Cuando quieras, cosita. ¿No te das cuenta de que es una frase cliché, primita? Noemí se pone un top negro ajustado, sin sostén. Si de verdad le importaras ya te habría llevado con él a la China. ¿No te das cuenta? ¿No ves?
–Veo que tienes problemas legales –ríe Jorge Lenz.
Suenan unos golpes en la puerta. Dafne se pone seria. Aprovechas para ganar tiempo, sí. Tiempo, tiempo. Jorge Lenz abre y un hombre pequeño le entrega un vaso junto con una botella de agua mineral recién destapada, todo sobre una bandeja. El hombre se va y Jorge Lenz cierra la puerta. Vuelve a coger su vaso de whisky, le alcanza el vaso de agua mineral a Dafne. Última llamada, Valeria: lárgate de aquí. Vas y se lo explicas a Noemí. No le hagas esto a Dani. Pobre Dani. Qué va a pensar Diego Silvestrini, muchacha. Aunque no tiene cómo enterarse, cosita.
–Salud, entonces.
Valeria levanta la bota de vino, abre los labios y apunta el chorro hacia su boca. No puedes contener la risa, sientes que el chorro va a salir disparado por cualquier lado. Dani y sus papás también ríen. Ahora entiendes a la pobre Dani, Valeria. Ya van dos toros y no puedes soportar lo que sucede en el ruedo de Acho, qué tal salvajada, cuánta sangre, cuánta maldad. Pobres animales. Valeria baja la bota de vino, no derrama casi nada. Al principio es bonito, sale el toro y juegan con él y nadie resulta lastimado. Incluso el primer torero lo esperó de rodillas, frente a la puerta de los corrales o los toriles, como se llame. Pero luego vienen los caballos con esas lanzas enormes y comienza la carnicería. Sangre y más sangre. Suenan los timbales, va a salir el tercer toro. Valeria voltea la cara hacia otro lado. Miras al papá de Dani, altísimo, con su frente tan amplia, que ríe abiertamente.
–¿Qué estamos celebrando?
–Estar juntos ahora.
Dios, ¿te reconoció? ¿Qué quiso decir? Vete, Valeria. Vete. Piensa en Dani, pobre Dani. ¿Le vas a hacer esto a Dani? Dafne coge nuevamente el vaso de agua, bebe un sorbo largo. Estás muy tensa, relájate. No pasa nada. Dani no tiene por qué enterarse. Él nunca se lo diría. Tú tampoco, ¿no? ¿Y Diego? Ya basta. El canal de los toros sigue encendido, pero Dafne recién repara en que no tiene sonido. Tantas emociones juntas, pues. Jorge Lenz bebe despacio, con esa seguridad que tienen los hombres mayores acostumbrados al éxito con las mujeres. Esa seguridad que ya tiene Diego, sin ser tan mayor. Dafne deja el vaso de agua mineral sobre la mesa. Vuelve a llevarse el cigarrillo a los labios, vuelve a soplar el humo. Las vueltas que da la vida, Valeria.
–Bueno, pero cambiemos de canal –dice Dafne–. No me gustan las corridas de toros.
–A mí tampoco –dice Daniela.
El Mesón de Acho. Peñas, tunas, el cante jondo. Las bailaoras de flamenco. Valeria aplaude, sigue el ritmo de la música con las palmas. Pobres toritos, Dani. Es horrible, ¿cómo hay gente que le puede gustar? Pero venir a Acho es mostro, eso sí. Sobre todo los previos, muchacha. Te encanta el ambiente y por eso vienes feliz cuando Dani te pide que la acompañes. Y ese toro enamorado de la luna, cantan los chicos de la tuna universitaria, capas largas, medias negras de mujer. Valeria canta con ellos. Te pones lo mejor que tienes cuando vienes porque aquí te encuentras con todo el mundo, las amigas del cole, sus papás, los chicos guapos con esos lentes Wayfarer bravazos y esas chompas de colores vivos, anudadas sobre los hombros. Que abandona por las noches la maná… Y la comida, qué delicia, paella valenciana y cochinillo a la segoviana, la carne tan suave que puede cortarse con una cuchara. La tuna termina la canción y la gente aplaude, se pone de pie. Valeria también. Todo es chévere hasta que van a los tendidos de sombra y empieza la matanza y tú no puedes ver cómo sufren los toritos y Dani tampoco, pero entonces ya no se pueden ir, maldita sea, nadie les hace caso, no entienden cómo la gente se alegra ensañándose con un animalito que no les ha hecho nada. No, no hay forma. Mejor es estar aquí, Valeria, diez o doce años después.
–Pon lo que quieras –Jorge Lenz le tiende el control remoto a Dafne. Percibes su perfume de hombre, olor a madera, a bosque, a tierra húmeda–. Quiero que estés cómoda.
Otra vez la palabrita. Quiere que estés calata, no puede aguantar más, te quiere atravesar de una buena vez. ¿Estará apurado? Mejor, así terminas rapidito. ¿No sería bueno que te vayas? Dafne deja el cigarrillo en el cenicero, cambia el canal de la televisión con el control remoto, busca música. Jennifer López. Ain’t it Funny. Ajá. El videoclip en tonos sepia. Dafne sube el volumen. Te gusta Jennifer López, te gusta J. Lo. Te sientes identificada con ella. Te gusta su estilo, desde que la viste cantar Let’s get loudy dominar a toda una multitud con el poder de su cuerpo. Te gusta cómo le ganó la pulseada a esa Miss Universo y le quitó limpiamente a Marc Anthony, nada menos. Dafne sigue el ritmo de la música con la cabeza, levemente. Pero lo mejor de todo es lo bien que se conserva esta maldita, qué tal tarro el que se maneja, y eso que tiene diez años más que tú, imagínate.
–Bueno –dice Dafne–. Hablemos de negocios, entonces.
Jorge Lenz le entrega unos billetes. Son dólares. Dafne los cuenta. Te parece de muy mal gusto contarlos, pero no hay remedio. Bisnes son bisnes, como dice Noemí. Dafne los guarda en su cartera. Jorge Lenz comienza a desvestirse. Tú también debes hacerlo, pero estás paralizada. ¿Ya te habrá reconocido? ¿Se está haciendo el huevón? ¿Es un huevón? O quizás es mucho más pendejo que tú y Noemí juntas, ¿no? Ay, mira lo que le vas a hacer a Dani, mujer. Por eso no tienes derecho a un hombre como Diego, muchacha. Dafne sigue inmóvil. Devuélvele la plata y lárgate de aquí. Estás a tiempo, todavía estás a tiempo. Noemí te va a matar si regresas con las manos vacías. No, si se lo explicas, te va a entender. Jorge Lenz tiene el pecho amplio, bien trabajado en el gimnasio para su edad, cubierto por completo de vellos blancos. No lleva cadenas ni pulseras, solo un Rolex de oro en la muñeca izquierda. Vete, Valeria. Pobre Dani.
–Tengo una fantasía.
Jade camina lentamente hacia el hombre atado al caballete, mientras Dafne СКАЧАТЬ