Macarras interseculares. Iñaki Domínguez
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Название: Macarras interseculares

Автор: Iñaki Domínguez

Издательство: Bookwire

Жанр: Социология

Серия: General

isbn: 9788418403095

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СКАЧАТЬ para que dejara de decir gilipolleces. Se cogía unas castañas monumentales. Luego le veías en la televisión al día siguiente y el pedazo de pedo que llevaba… que no hacía gracia a nadie. Claro, duró el programa dos meses».

      «La gente se ponía hasta las pestañas, y había muchas timbas. La gente se jugaba mucho dinero. Aunque en realidad no eran los taxistas, ya que estos, generalmente, jugaban a “la peseta”. Las timbas de verdad eran las nuestras». «Los chavales del barrio llegamos a tener mucho dinero. Vendíamos de todo: jamaro, nieve, hachís, anfetas, tripis... marihuana había poca. El hachís, al principio, lo traían los legionarios. Como estábamos en la Conti, los que venían de abajo traían hachís. En el barrio nos conocíamos absolutamente todos, algo que difícilmente ocurriría a día de hoy».

      La pandilla del callejón comenzó a trapichear a finales de los años setenta. Como señala R.: «Empezamos yendo a Vallecas, porque nos daban unas barras de hachís de mil pesetas… Nos metíamos donde los gitanos y al volver a Cuatro Caminos sacábamos pues cuatro veces lo que nos había costado». Con dieciséis años, en 1980, «si comprabas a quinientas y vendías a dos mil, pues eras el puto amo». «Con los gitanos no había problema, porque ya te conocían, y hacían negocio. Estaban como locos por verte».

      Viviendas del Patronato de Casas Militares (1943)

      en la calle María de Guzmán.

      J.: «Antes del Rock-Ola, la sala de fiestas más famosa que había en Madrid era La Carolina, en Bravo Murillo 202. Nicholas Ray tenía un garito en la calle María de Molina que se llamaba Rayas. Nicca’s era también un local anterior, de los años setenta [casi esquina de avenida de América con Cartagena]. Avenida América seguía siendo, por entonces, María de Molina».

      R.: «Más mayores, trabajábamos en todos lados. Trapicheábamos. En la Vía Láctea, en el Rock-Ola. En Rock-Ola lo que molaba era que había niños con pasta por un tubo. El Rock-Ola era una movida de pijos, ¿sabes? La Movida madrileña era todo… los que tenían dinero eran pijos. Y los que vendíamos éramos pobres, porque no teníamos una puta cala». «En el Rock-Ola había unas peleas muy buenas, pero muy buenas. Me acuerdo una vez que rodearon a un colega, el Figurín, cerraron la puerta, y al loro para sacarle de allí. Que no quería pagar y se lió con los siete porteros que había en el Rock-Ola, con dos cojones. Se lió con siete matones que había en la discoteca y les metió a todos. Pero bueno, estábamos todo el día de peleas, todo el día peleándonos».

      «Y luego, cuando se dieron cuenta de que la farmacia militar estaba triturada, que ya no nos vendían… de los hermanos mayores de O., que estudiaban medicina, también sacábamos algo». «Robar, no robábamos. Si acaso, cuando éramos más pequeños. Había cabinas de teléfono. Recuerdo un viaje a Palma de Mallorca, que íbamos todos los colegas. Y a los dos o tres días, nos dieron un palo, porque queríamos comprar hachís en Mallorca, y nos dieron Avecrem, y nos quedamos sin un duro al tercer día. Entonces, ¿qué hicimos? Pues cabinas… La cabina se hacía con una taladradora, un berbiquí, que eran manuales y se compraban en Galerías Preciados… Era importante, también, tener un destornillador, que se doblara la punta para, después de hacer el agujero, darle el giro para levantar el pestillo. Pero el destornillador no lo vendían en Galerías Preciados… Entonces tuvimos que ponernos a hacer coches... Pero abrir coches solo para encontrar un dichoso destornillador [dentro]. El coche lo abrías con una piedra, o con una percha, era fácil. Pero bueno, que nos hicimos veinte coches hasta que encontramos el destornillador. Y entonces empezamos a hacer cabinas, y de una de ellas, nos llevamos la cabina, nos llevamos el teléfono entero... Y lo abrimos luego a martillazos». «Podías sacar dos mil pesetas por cabina. En aquella época dos mil pesetas era una cifra. En Mallorca, además, la cabina era el único modo que tenían los extranjeros para llamar a sus respectivos países. Imagínate…».

      «La gente de Chamberí no atravesaba nunca el río (Ríos Rosas) porque eso ya era Cuatro Caminos. Pero en realidad, eso sigue siendo el distrito de Chamberí. Nosotros estábamos entre Raimundo Fernández Villaverde y Ríos Rosas. De Cuatro Caminos para arriba, detrás de la Cruz Roja, siempre ha sido un barrio muy guerrero, desde hace cien años. Era un barrio obrero, de gente que venía de provincias a vivir en una choza. Un barrio muy comprometido políticamente. El Cuartel de la Remonta СКАЧАТЬ