Название: E-Pack Novias de millonarios octubre 2020
Автор: Lynne Graham
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: Pack
isbn: 9788413752341
isbn:
Era evidente que Mikhail era lo suficientemente importante como para que enviasen un helicóptero a buscarlo, pero ¿dos? ¿Lo habría organizado la noche anterior? ¿También sería banquero, como Peter Gregory? ¿O un hombre de negocios con más dinero que sentido común?
Luka estaba buscando dinero para pagar la cuenta que ella había dejado encima de la mesa. Mikhail tomó el papel y la miró de manera burlona.
–Cobras muy poco –dijo, guardándose la cuenta y devolviéndole el dinero a su amigo para sacar su propia cartera y dejar varios billetes encima de la mesa.
–Gracias –dijo ella.
Mikhail la fulminó con la mirada.
–Yo no te las voy a dar a ti, ya que todavía no has hecho nada por complacerme... nada.
Y a Kat le entraron ganas de echarse a reír al oírlo hablar como a un sultán que estuviese informando a una de las chicas de su harén de su descontento, pero entonces lo miró a los ojos y se puso seria. Tuvo un mal presentimiento.
Los hombres empezaron a salir por la puerta. Mikhail esperó y el hombre de pelo cano se quedó en la puerta.
–Te llamaré –murmuró.
Kat evitó mirarlo.
–No te molestes –le dijo sin poder contenerse.
–Mírame –le ordenó Mikhail entre dientes.
Y Kat levantó la vista. Tenía las mejillas sonrosadas y Mikhail se quedó cautivado con el brillo de sus ojos verdes. La vio humedecerse los labios y se excitó solo de imaginarse aquella lengua en su cuerpo. Espiró bruscamente y apartó la cara.
–Te llamaré –repitió en tono decidido.
Kat cerró la puerta. Al llegar a la verja, Mikhail se dirigió al hombre que tenía al lado.
–Katherine Marshall. Quiero saberlo todo de ella.
Stas se puso tenso.
–¿Por qué? –se atrevió a preguntar, como si no hubiese presenciado la tensa conversación que había habido entre ambos.
–Porque quiero enseñarle modales –le contestó Mikhail mirando hacia la casa con el ceño fruncido–. ¡Ha sido muy grosera!
Sorprendido por aquel arrebato, Stas guardó silencio. Lo normal era que Mikhail no se exaltase por ninguna mujer. De hecho, su indiferencia frente a las numerosas mujeres que lo perseguían y las pocas que conseguían compartir su cama era una leyenda entre sus empleados y Stas no entendía qué podía haberle hecho Katherine Marshall para que su jefe reaccionase así.
Kat agradeció tener mucho que hacer cuando los helicópteros se hubieron marchado. Cambió las camas y llevó las sábanas a la lavadora, y allí, sin darse cuenta, se acercó las de la cama de Mikhail a la nariz para aspirar su olor. Al darse cuenta de lo que estaba haciendo, se puso colorada y metió la sábana en la máquina, le echó detergente y la puso en marcha. ¿Qué le había hecho? Había olido sus sábanas... ¡Se estaba comportando como una loca! Era como si Mikhail hubiese encendido una conexión física en su interior y no pudiese volver a apagarla. Se sintió avergonzada.
Esa tarde, Roger Packham le llevó la leña y ella lo invitó a pasar y a tomar una taza de té. Él le contó satisfecho la cantidad de dinero que había cobrado por limpiar su campo de nieve para que aterrizasen los helicópteros.
–Se ve que en la ciudad cuesta poco ganarlo –comentó.
–A mí me ha venido bien tener tres clientes –admitió ella, sabiendo que utilizaría el dinero para comprar comida–. El negocio no está yendo nada bien últimamente.
–Debe de haberte resultado extraño, tener a tres hombres en la casa –comentó Roger con desaprobación–. Debe de haber sido incómodo para una mujer que vive sola.
–No, no ha sido incómodo –mintió ella–. Además, Emmie ha vuelto de Londres, así que ya no voy a estar sola. Anoche se quedó a dormir en el pueblo.
Mikhail se había marchado y no volvería. Ella podría enterrar aquellos sentimientos tan poco apropiados y olvidarse de cómo se había sentido, olvidarse de él...
–No lo utilices –le aconsejó Stas, dejando el informe encima del escritorio de Mikhail–. Nunca has sido de los que utilizan esta clase de información contra una mujer...
El comentario de Stas avivó su curiosidad y Mikhail tomó el informe y lo abrió. Leyó la amplia información acerca de Katherine Marshall con interés, se fijó en las cifras, arqueó una ceja sorprendido y comprendió lo que Stas le había querido decir. Estaba al borde de la bancarrota, haciendo un esfuerzo por conservar la casa. Entendió no haberla visto sonreír. Los problemas económicos causaban estrés y tal vez podrían explicar que lo hubiese rechazado aquel fin de semana. Podía utilizar aquella información, usarla como un arma contra ella. Era lo que su padre habría hecho con una mujer difícil. Apretó los labios. Era lo que había hecho con su madre. Pero él no era su padre y Katherine Marshall no era una mujer difícil, solo era una mujer rebelde y agobiada.
Se preguntó por qué no podía olvidarla. Frunció el ceño, se sentía frustrado. Habían pasado tres semanas y seguía pensando en ella todos los días. Estaba obsesionado con Kat Marshall y eso no le gustaba. Quería tener la cabeza en su sitio, como siempre, y sabía que no lo conseguiría si no volvía a verla. Ella estaba endeudada y él era un hombre muy rico, pero había un problema: que jamás compraba a una mujer. Entonces, ¿qué podía hacer?
Al día siguiente, Kat recibió una carta desoladora en la que se le informaba de que le embargarían la casa a final de mes. Ya había recibido varias advertencias anteriormente, así que no fue una sorpresa. Una semana después, su abogado la llamó para que fuese a verlo. ¿Qué más malas noticias tendría que darle? Si el señor Green quería verla, tenía que ser por algo relacionado con su situación económica. Cuando se había dirigido a él por primera vez para pedirle consejo, este la había animado a vender la casa para pagar sus deudas y poder empezar de cero, pero Kat no había podido deshacerse del lugar que representaba un hogar tanto para ella como para sus hermanas. Perder la casa era como perder una parte de ella y, después de varios meses de infructuosa ansiedad, iba a ocurrir.
–Recibí esta carta ayer –le contó Percy Green, dándole un papel a Kat–. Contiene una oferta extraordinaria. Mikhail Kusnirovich está dispuesto a saldar tus deudas y a comprar tu casa. También te da la oportunidad de que te quedes en Birkside de alquiler...
Kat se había quedado completamente blanca.
–¿Mikhail... K...?
–Kus-ni-ro-vich –le repitió el abogado–. La verdad es que no tengo ni idea de cómo se ha enterado de tu situación económica. Es un multimillonario de la industria petrolífera, no un usurero.
–¿Multimillonario? СКАЧАТЬ