E-Pack Novias de millonarios octubre 2020. Lynne Graham
Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу E-Pack Novias de millonarios octubre 2020 - Lynne Graham страница 6

Название: E-Pack Novias de millonarios octubre 2020

Автор: Lynne Graham

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Pack

isbn: 9788413752341

isbn:

СКАЧАТЬ tiempo maravillosa, mágica y aterradora.

      –Solo serán un par de horas, milaya moya –le dijo Mikhail, mirándola con satisfacción porque por fin se estaba comportando como él quería–. ¿Esperarás a que vuelva?

      Y la magia que había convertido a Kat en una mujer a la que no reconocía se rompió de repente.

      –No. Y cuando digo que no, es que no.

      –Eres una mujer muy extraña –le contestó él, indignado y tentado por semejante desafío.

      –¿Porque no te digo lo que quieres oír? Pues para tu información yo no soy la Bella Durmiente ni tú el príncipe azul, ¡así que el beso no ha servido de nada!

      Kat lo vio echar a andar por la nieve y volvió a entrar en la casa dando un pequeño portazo. ¡Era un hombre mezquino, testarudo y estúpido! Se dio la vuelta y vio a Luka mirándola con sorpresa desde la puerta del salón. Después, sonrió divertido.

      –Mikhail ha estado en el Ártico y en Siberia –le explicó.

      Ella se ruborizó y volvió a la cocina, a recoger los platos de la cena. No iba a pensar en el beso, aunque hubiese sido el primero que le daban en más de diez años. ¡De eso nada! Pensar en él sería darle al ruso la importancia que ya creía tener y ella no estaba dispuesta a hacerlo.

      Mientras recogía los platos de la mesa, Peter Gregory estuvo hablando sin parar del enorme piso que tenía en la ciudad, del dinero que ganaba y de lo conocidos que eran sus clientes. Kat tuvo que admitir que, al lado de aquel hombre, Mikhail le parecía humilde.

      Capítulo 3

      Kat estaba mirando por la ventana de su habitación cuando por fin regresó Mikhail con paso seguro. Estaba bien. No había podido evitar preocuparse por él y en esos momentos fue a abrir la puerta de su habitación para oír la conversación que tenía lugar en el piso de abajo.

      –Estaremos en Londres a la hora de la comida –dijo Luka con satisfacción.

      –¿Estás seguro de que quieres marcharte tan pronto, Mikhail? –preguntó Peter Gregory en tono divertido–. ¿Es que no te está esperando nuestra sexy anfitriona? ¡Te apuesto lo que quieras a que no consigues acostarte con ella antes de mañana!

      Kat se arrepintió de haber estado escuchando, palideció y se le encogió el estómago. Cerró la puerta con cuidado, ya que tenía miedo de que cualquiera de sus actos pudiese ser entendido como una invitación. Lo tenía claro: algunos hombres pensaban, hablaban y se comportaban como auténticos animales. Y Peter Gregory era sin duda uno de ellos. Se preguntó si los tres estarían dispuestos a hacer la apuesta. Era evidente que los amigos de Mikhail los habían visto besarse y habían malinterpretado el beso. Se sintió avergonzada. Nunca había sido tan consciente de su falta de experiencia en el ámbito sexual. Una mujer realmente segura de sí misma habría salido de la habitación nada más oír hablar de una apuesta para bajarle los humos a Peter y dejar claro que aquellos comentarios machistas no le hacían ninguna gracia, pero Kat se quedó dolida y humillada y lo único que se le ocurrió fue cerrar la puerta con llave antes de meterse en la cama.

      Y entonces fue cuando pensó en el beso. El recuerdo de su estúpida rendición fue como una bofetada. Había permitido que la besara, no había hecho nada para evitarlo. Y, lo que era todavía peor, había disfrutado del momento. Tal vez los años de autocontrol y represión habían hecho que fuese tan vulnerable a un acercamiento así; tal vez fuese la solterona que tanto se había temido ser. Se puso tensa al oír un ruido delante de su puerta y su mente hizo una desagradable deducción al oír que llamaban con suavidad. Se quedó inmóvil, no hizo nada, no dijo nada, le ardía el rostro.

      A la mañana siguiente tenía ojeras y estaba pálida. Se levantó temprano para prepararles el desayuno a sus huéspedes. Oyó hablar a Mikhail antes de verlo aparecer y se giró hacia el fuego con nerviosismo.

      Notó una mano en su brazo y se giró. Sus miradas se encontraron al instante.

      –Esperaba verte anoche –le informó Mikhail con un candor que la desconcertó.

      –Siento que hayas perdido la apuesta –le respondió ella.

      Mikhail arqueó las cejas.

      –¿Qué apuesta? –preguntó.

      A Kat le ardían las mejillas.

      –Oí lo que decía tu amigo anoche...

      –Ah... eso. Ya no tengo edad para ese tipo de cosas.

      Kat miró por encima de su hombro y vio que Luka ya estaba sentado a la mesa, mientras que Peter hablaba por teléfono junto a la puerta. Ella se acercó un poco más a Mikhail y murmuró:

      –Anoche llamaste a mi puerta.

      Él se rio.

      –¿Y? ¿Qué tiene eso que ver?

      Kat lo miró con frialdad y, sin decir nada más, sacó los platos calientes del horno y los puso en fila para servir el desayuno.

      –Ne ponyal... No lo entiendo –comentó Mikhail con impaciencia, decidido a obtener una respuesta.

      Kat dejó en la mesa un montón de tostadas y una cafetera. Luego miró por la ventana y vio a Roger Packham subido a su tractor en el campo que había más allá de su jardín, y se preguntó qué estaría haciendo allí con tanta nieve mientras intentaba controlar su temperamento. Le daba igual si Mikhail lo entendía o no. Por suerte, iba a marcharse y no tendría que volver a verlo y recordar lo humillada que se había sentido. Mikhail había dado por hecho que estaba disponible y que a lo mejor lo invitaba a su cama a pesar de que solo hacía un par de horas que se conocían, y eso era un insulto. Seguro que era el típico hombre que se acostaba con cualquiera y que después alardeaba de su éxito con las mujeres.

      Mikhail apretó los dientes al ver que Kat no respondía, aquella mujer lo ponía furioso.

      –Quiero volver a verte –le dijo en tono neutro, sin una pizca de amabilidad ni humildad en él.

      –¡No! –replicó ella.

      –¿Eso es todo lo que vas a decirme? –protestó Mikhail, indignado por su actitud, fulminándola con la mirada.

      –Sí, eso es todo. No me interesas –le contestó ella.

      –Mentirosa –la contradijo él en tono de burla.

      La palabra fue casi eclipsada por el ruido de un helicóptero que sobrevolaba la casa, pero Kat la oyó y se giró hacia él.

      –Te crees un regalo de Dios para las mujeres, ¿verdad? –le espetó con el ceño fruncido–. ¡No me interesas y estoy deseando que te marches!

      –Jamás pensé que vería el día en que te mandaban a paseo –murmuró Peter Gregory a sus espaldas mientras que Luka evitaba mirar a Mikhail y le pedía a su futuro cuñado que se callase.

      Kat sirvió rápidamente el desayuno mientras dos helicópteros descendían sobre el campo de Roger. Al parecer, este lo había limpiado de nieve para que aterrizasen. Se giró y vio que Mikhail seguía de pie.

      –Desayuna –le dijo.

СКАЧАТЬ