Название: Una introducción a la crítica textual del Nuevo Testamento
Автор: Ernst Walder
Издательство: Bookwire
Жанр: Религия: прочее
isbn: 9786124252495
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Se producían libros muy lujosos de pergamino, teñidos en púrpura, en los cuales se escribía con tinta mezclada con oro o plata.
Desde el siglo I a. C., hasta el VII d. C., se escribía sobre papiro y pergamino, de acuerdo con las posibilidades económicas, las circunstancias y el propósito del producto. La mayor desventaja del pergamino era el costo, puesto que su producción era mucho más complicada y, por lo tanto, de mayor costo. Pero las ventajas a largo plazo superaban las desventajas, porque, en términos generales, era mucho más duradero, a pesar de que se rompía fácilmente en las esquinas. Además, se podía compensar el costo del material con el hecho de que se podía escribir en ambos lados. Como consecuencia, a partir del siglo VII hasta la Edad Media tardía se usaba exclusivamente el pergamino, que luego fue reemplazado por el papel, introducido en Europa por comerciantes árabes que lo traían desde China.
La forma de los libros en la antigüedad
En el mundo grecorromano las obras literarias normalmente se publicaban en rollos, los cuales podían ser de papiro o pergamino. Se unía el borde de una hoja con el de otra hasta llegar a tener un rollo que medía aproximadamente 30 centímetros de ancho y varios metros de largo. Al final de la última hoja se pegaba una varilla y alrededor de ésta se enrollaban todas las hojas, formando un rollo que también se llamaba “volumen” (del término en latín que designaba a “algo enrollado”). El largo de un rollo dependía del peso porque, a partir de cierto gramaje, su manejo se volvía demasiado difícil y ya no se lo podía sostener en las manos. Se unían aproximadamente veinte hojas de modo que el largo total normalmente no superaba los diez metros, aunque era preferible uno de cinco a seis. Es posible, por ejemplo, que Lucas haya decidido escribir dos tomos separados (el Evangelio y Hechos) en vez de uno solo, porque el texto de los dos no encajaba en un solo rollo. Por lo tanto, dividió su obra en dos partes y utilizó un rollo para cada una. Se escribía en columnas de izquierda a derecha, para que de esta manera se pudiera enrollar y desenrollar el rollo poco a poco mientras se leía el texto. Cada columna tenía un ancho aproximado de diez centímetros, pero podía variar. A veces se escribía también en líneas horizontales y se leía de arriba hacia abajo, agarrando con una mano la parte superior del rollo y con la otra la parte inferior.
El uso del rollo era bastante incómodo: por un lado, se tenían que usar ambas manos para sostener el rollo y, por otro, era complicado ubicar una cita específica, salvo una indicación de la columna en que estaba. Además, para cada documento escrito se tenía que guardar un rollo aparte.
Probablemente muy al inicio del siglo II (o quizás ya al final del siglo I) se introdujo el uso de páginas y lo que nosotros conocemos como “libro”.
Los libros de esta edad temprana también se conocen con el nombre de “códices”. La ventaja de estos es obvia: se puede hojear con más facilidad y encontrar cierto párrafo. Por ejemplo, es posible leer con una sola mano, y se puede variar el grosor del libro y el tamaño de las páginas.
Para la iglesia cristiana, la forma de libro tenía una ventaja adicional: se podían juntar y agrupar textos similares, como los cuatro evangelios o varias cartas, en una sola pieza sin importar la cantidad de texto.
Utensilios para escribir
Se escribía con un “cálamo”, una caña hueca, que podía provenir del tallo de una planta (junco) o de la pluma de un ave. Como líquido se usaba tinta. Los escribas eran capaces de producir diferentes colores de tinta. El color más común era el negro, una mezcla de hollín con goma y agua. Para otros colores se añadían diferentes minerales.
Las letras
Las mayúsculas
En la Grecia antigua se usaban dos tipos de mayúsculas: letras ligadas y las unciales. Las ligadas servían para escribir textos del quehacer diario de manera rápida, y por lo tanto no se ponía mucho énfasis en su forma. El término “uncial” deriva del latín y significa ‘la duodécima parte’. Hace entender que se solía escribir doce letras por línea.[2] Las unciales se usaban para textos más importantes, mayormente de literatura, y se dedicaba mucho esfuerzo para hacer el texto lo más bello posible.
Las minúsculas
Parece que a lo largo de los siglos, las unciales se fueron deteriorando y cada vez eran menos legibles, incluso las escritas con cuidado minucioso. Por ello, al principio del siglo IX, tuvo lugar una reforma y se introdujeron letras más pequeñas y cursivas. El término en latín para “bastante pequeño”, es minuscule, y de allí viene la palabra “minúsculas”. No se sabe exactamente quién inició esta reforma, ni dónde.
El uso de minúsculas revolucionó la distribución del texto del NT, pues con éstas se podía escribir más texto en una misma hoja, lo que hizo menos costosa la adquisición de los libros. Además, el copista podía escribir más rápido, y de este modo producir más en el mismo tiempo.
El texto
En la antigüedad no se dejaban espacios entre palabra y palabra y muy pocas veces se empleaban signos de puntuación. Las palabras tampoco llevaban acentos para diferenciarlas. Todo esto nos podría llevar a pensar que era difícil leer y entender el texto, pero si usted hace la prueba en su propio idioma, se dará cuenta de que no es tan difícil, ya que uno conoce las reglas del idioma que domina y el contexto textual.
Sin embargo, a pesar de que por lo general no es tan difícil leer un texto sin espacios ni signos de puntuación, sí hay combinaciones de palabras que se prestan para una ambigüedad; por ejemplo, “οἰδαμεν” - “οἰδα μεν”,[3] pero no son muy frecuentes. Además, se debe tener en mente que muy probablemente en la antigüedad se leía en voz alta, lo cual también ayudaba a diferenciar las palabras individuales.
Los palimpsestos
En ciertas circunstancias —de escasez de material, depresión económica personal o social— se usaba el pergamino por segunda vez. Se disolvían las letras rascando la tinta y se lavaba el pergamino. Después se copiaba en el mismo pergamino el nuevo texto. Un pergamino usado por una segunda vez, se llama “palimpsesto”. No era posible borrar por completo el primer texto. Por consiguiente quedaban rastros de él, que en la actualidad es posible recuperar, aunque con mucho esfuerzo y dedicación. Por ejemplo, uno de los manuscritos más importantes del NT, el Códice Ephraemi, es un palimpsesto.
Bruce M. Metzger señala que en el año 692 d. C., el concilio de Trullo emitió una norma en la que se prohibía la práctica de usar pergaminos con un texto bíblico por segunda vez bajo pena de un año de excomunión.[4] Sin embargo, a pesar de esta prohibición, unos 52 manuscritos del NT con unciales hallados hasta hoy son palimpsestos. Esto quiere decir que se borró el texto del NT y encima de él se escribió otro.
Esto muestra claramente que no se tenía un respeto tan profundo hacia las Sagradas Escrituras como para no usar un pergamino con texto bíblico y luego borrarlo y escribir sobre el mismo pergamino otro texto no bíblico.
Aspectos varios de los manuscritos
Comentarios adicionales alrededor del texto principal
A menudo los copistas comentaban СКАЧАТЬ