En Sicilia con amor. Catherine Spencer
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Название: En Sicilia con amor

Автор: Catherine Spencer

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Omnibus Bianca

isbn: 9788413486147

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СКАЧАТЬ permitió estar con mi hijo en casa cuando éste era un bebé.

      –Es usted una persona de recursos y emprendedora, cualidades que admiro en una mujer. ¿Cómo lo lleva ahora que su hijo no es un bebé?

      –Ya no es tan fácil –admitió Corinne–. Mi hijo ya ha pasado la época en la que se conforma con jugar en una esquina mientras yo preparo el banquete para una boda.

      –No lo dudo –comentó Raffaello–. ¿Y quién cuida de él mientras usted está fuera ocupándose de las necesidades sociales de otras personas?

      –Mi vecina –contestó ella–. Es una mujer mayor y viuda. Tiene nietos y es de confianza.

      –Pero estoy seguro de que no le tiene tanto cariño al niño como usted.

      –¿Puede alguien sustituir a una madre, señor Orsini?

      –No, como muy a mi pesar he aprendido –contestó él, cambiando de tema a continuación–. ¿En qué clase de lugar vive?

      –No vivo en una pocilga, si es eso lo que está sugiriendo –espetó Corinne. Se preguntó cuántas cosas le habría contado Lindsay acerca de sus apuros económicos.

      –No he sugerido eso –respondió él–. Simplemente estoy tratando de conocer más cosas de usted. Estoy intentando poner el fondo apropiado a un retrato muy atractivo, si lo prefiere así.

      Más calmada, Corinne contestó en una actitud menos defensiva.

      –Tengo alquilada una casa de dos habitaciones en un barrio al sur de la ciudad.

      –En otras palabras; un lugar seguro en el que su hijo pueda jugar en el jardín

      Ella pensó en el estrecho patio que había detrás de su cocina, donde el césped no ocupaba más espacio que una toalla de baño. Los vecinos con los que colindaba por ese lado, los Shaw, una pareja de ancianos, siempre se estaban quejando de que Matthew hacía mucho ruido.

      –No exactamente. En realidad no tengo jardín. Le llevo a que juegue al parque más cercano. Y si yo no puedo, lo lleva mi hermana.

      –¿Hay otros niños con los que pueda jugar en su propia comunidad? ¿Niños de la misma edad y con los mismos gustos?

      –Desafortunadamente no. La mayoría de los vecinos son mayores… y muchos, como mi niñera, están jubilados.

      –¿Tiene por lo menos su hijo un perro o un gato que le haga compañía?

      –No podemos tener animales en la casa.

      Impresionado, Raffaello levantó sus elegantes y oscuras cejas.

      –Dio, es como si estuviera en la cárcel.

      Si era sincera, Corinne no podía discutir con una opinión que ella misma compartía. Pero eso no se lo iba a decir a él.

      –Nada es perfecto, señor Orsini. Si así fuera, nuestros hijos no crecerían con un solo progenitor ejerciendo por dos.

      –Pero así es –contestó él–. Lo que me lleva a mi próxima pregunta. Ahora que ha tenido tiempo de recuperarse de la impresión inicial, ¿qué opina del contenido de las cartas?

      –¿Qué? –preguntó Corinne, impresionada.

      –Su opinión –repitió Raffaello–. ¿No se habrá olvidado de la verdadera razón por la que está aquí, signora Mallory?

      –Por supuesto que no. Simplemente… no he pensado mucho en ello.

      –Entonces le sugiero que lo haga. Ya ha transcurrido demasiado tiempo desde que mi esposa escribió sus últimos deseos. No quiero retrasar su cumplimiento más de lo necesario.

      –Bueno… y yo no quiero que me intimiden, señor Orsini, ni usted ni nadie. Pero como está tan ansioso por obtener una respuesta, permítame ser directa. No creo que alguna vez llegue a aceptar las peticiones de Lindsay.

      –¿Su amistad significaba tan poco para usted?

      –Guarde el chantaje emocional para otra persona –espetó Corinne–. Conmigo no va a funcionar.

      Los ojos grises de él se oscurecieron y ella no pudo intuir si era por enfado, dolor o frustración.

      –Las emociones no tienen nada que ver con esto. Es una propuesta de negocios, pura y simple, creada únicamente por el bien de mi hija y el mío propio. Y la manera más conveniente de ponerla en práctica es que ambos unamos fuerzas y nos casemos.

      –Algo que a mí me parece completamente inaceptable. Por si no lo sabe, los matrimonios de conveniencia dejaron de estar de moda en este país hace mucho tiempo. Si decido casarme de nuevo, que lo dudo, será con alguien que yo elija.

      –A mí me parece, signora Mallory, que no está en una situación que le permita ser tan exigente. Según ha reconocido usted misma, la casa donde vive no es suya, lo que la deja a la clemencia de un casero, trabaja demasiado y su hijo pasa mucho tiempo bajo los cuidados de una persona que no es usted.

      –Por lo menos tengo mi independencia.

      –Por la cual tanto su hijo como usted misma pagan un precio muy alto –comentó Raffaello–. Admiro su espíritu, cara mia, ¿pero por qué está tan empeñada en continuar con su estilo de vida cuando yo le puedo ofrecer mucho más?

      –Para empezar, porque no me gusta que me impongan aceptar caridad –contestó ella, pensando que el que él la hubiera llamado cara mia no iba a cambiar nada.

      –¿Es así como ve esto? ¿No comprende que en nuestra situación ambos salimos ganando… que mi hija ganaría tanto como el suyo?

      Distraídamente, Corinne tocó los suaves pétalos de una de las rosas que había sobre la mesa. Le recordaron la piel de Matthew cuando era un bebé, antes de haberse convertido en un tirano.

      –¿Tiene usted miedo de que yo vaya a reclamar mis derechos como marido en la cama? –quiso saber Raffaello.

      –No lo sé. ¿Pretende hacerlo? –espetó ella muy irritada.

      –¿Le gustaría que lo hiciera?

      Corinne fue a abrir la boca para negarlo, pero la cerró a continuación al pasársele por la cabeza la imagen del aspecto que tendría el cuerpo desnudo de Raffaello. La respuesta de su cuerpo, la manera en la que le ardió la sangre en las venas, la consternó.

      Durante los cuatro años anteriores se había movido como un autónoma y había encauzado toda su energía en lograr un hogar adecuado para su hijo. Había tenido que mantener apartadas sus propias necesidades. Pero aquella exaltación física que había sentido de repente, aquella aberración… ¿cómo podía describirlo si no?… era ridícula.

      –No tiene que decidirse ahora mismo –sugirió Orsini–. El bienestar de dos niños es el asunto principal, no las posibles relaciones sexuales entre usted y yo. No la presionaría a consumar el matrimonio contra sus deseos, pero usted es una mujer atractiva y, como buen siciliano de sangre caliente, no la rechazaré si intenta acercarse a mí.

      –No СКАЧАТЬ