El reto de la construcción histórica del conflicto en Colombia. Gerardo Barbosa Castillo
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СКАЧАТЬ a su carácter verbal, de lo cual resulta que, desde el testimonio inicial hasta la tradición final, el contenido puede ser alterado por los diversos testigos auriculares, o por pérdida de la memoria.

      Vansina sugiere una clasificación de las tradiciones orales partiendo del entendido de que “en el interior de cada cultura puede elaborarse una división, basada en los géneros literarios” de las mismas (Vansina, 1967, p. 67). Tales textos están sometidos a reglas que determinan su disposición interna, asunto de la mayor importancia para evaluar la pertinencia de tales relatos: “[E]l análisis de la estructura formal e interna de los testimonios es de gran utilidad para el historiador. Alumbra el problema de la transmisión, da directivas para la comparación de los testimonios, permite descubrir las fuentes de error y de engaño y alumbra la interpretación que se debe dar al testimonio”.

      A partir de las propuestas metodológicas de Vansina, utilizadas por él en sus trabajos de campo, puede pensarse en sus alcances para situaciones muy diferentes de aquellas que él vivió en sus trabajos académicos. En ese sentido, autores que abordan este tipo de problemas en Colombia, como Escamilla y Novoa, problematizan “la conexión que se ha planteado entre los archivos orales y la memoria histórica del conflicto armado interno” (Escamilla & Novoa, p. 3). Formulan una serie de dificultades como: (1) “La poca importancia que tienen los documentos orales como documentos de archivo […] esta poca atención que han merecido los archivos orales en el país se ha reflejado en el escaso desarrollo teórico de los mismos”; en este aspecto resalta la confusión entre historia y tradición oral (Escamilla & Novoa, pp. 5-6); (2) la reducción continua de los archivos orales de memoria del conflicto armado interno colombiano a la categoría de archivos de derechos humanos. A la luz de los autores, el aporte de los primeros “trasciende los ámbitos jurídicos que hoy por hoy presupone la connotación humanitaria” (Escamilla & Novoa, p. 12).

      Otorgar la importancia que debieran poseer los archivos orales en la construcción de la memoria histórica del conflicto colombiano “supone la confrontación de múltiples retos, también significa la existencia de posibilidades que enriquecen la labor investigativa y amplían los alcances del trabajo en el presente, desde la comprensión del pasado y de cara al futuro” (Escamilla & Novoa, p. 14). Estos autores resaltan “la necesidad de hacer memoria del conflicto bajo la interpretación y mirada que ofrece la historia oral y con miras a la constitución de archivos orales que amplíen el alcance del trabajo de investigadores y favorezcan la comprensión que de la historia reciente del país tienen las víctimas y la sociedad en general” (Escamilla & Novoa, p. 21).

      Por su parte, Brants considera que las comisiones de la verdad convierten memorias complejas y comprensiones del pasado en una narración incluyente de la construcción de nación para concebirla como memoria colectiva (Brants, 2013, p. 37). De igual manera, argumenta que la justicia transicional es una herramienta mediadora entre diferentes memorias colectivas. Por su parte, Pécaut afirma que las comisiones de la verdad “dan mucha importancia a la memoria, pero ayudan a estructurarla irrigándola a una temporalidad concreta” (Pécaut, 2013, p. 190). De todas formas, para este autor, dada la experiencia cotidiana del terror y la violencia, las acciones de un conflicto presentan vivencias dispersas, “engendran una memoria basada en acontecimientos, que las víctimas no logran fácilmente escribir en una trama productora de sentido”25. Esta dimensión fundada en acontecimientos genera ciertas restricciones puesto que “el momento no crea memoria, sino más bien olvido, ya que cada acontecimiento nuevo va desplazando el anterior”. Además, “el acontecimiento no crea memoria por otra razón […] se pierden también los referentes espaciales, por medio de los cuales la memoria es posible”26 (Pécaut, 2013, p. 177). Así mismo, se favorecen escenarios de mitificación de la memoria y, en consecuencia, propone que es necesario elaborar un verdadero relato histórico “un relato de esta naturaleza, al permitir una periodización argumentada […] haría posible romper con la memoria mítica y sería un punto de apoyo para la conformación de una memoria a la vez reconocida y compartida” (Pécaut, 2013, p. 190). En este proceso, los historiadores desempeñan un papel esencial para proponer los lineamientos de un relato de esta naturaleza y emprenderlo.

       CONCLUSIONES

      No deja de ser una paradoja que en la actual coyuntura política y social el debate alrededor de la historia y la memoria pueda convertirse en un nuevo escenario del conflicto, o ya lo sea. Frente a esto, es indispensable no perder de vista la elaboración de instrumentos de historia más que de memoria o de memoria histórica, como usualmente se denomina la aplicación cognoscitiva de ambas dimensiones. Esto va dirigido a que la búsqueda de verdades consensuadas o de relatos rigurosos y verificables sobre el conflicto político, social y armado de Colombia –con transfondo de reparación, reconciliación y no repetición– no debe limitarse a la memoria como realidad subjetiva de un individuo o una comunidad. Se deben evitar los relatos vacíos, sin sustento y poco representativos y, al mismo tiempo, la búsqueda de una visión igual de frágil, como lo sería la de una verdad hegemónica u oficial. En el caso de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, es claro que la construcción de relatos históricos sobre el conflicto no es una tarea que solo le corresponda a esta entidad y que lo que ella construya no puede ser entendido como la verdad histórica, en singular. Por supuesto, no se está descalificando a priori su labor, tan solo se llama la atención sobre la necesidad de mantener abiertas otras perspectivas. De hecho, así será porque en el “boom de la memoria”, como en ocasiones se llama lo que ocurre en ese tipo de situaciones de posconflicto, se multiplicará la investigación histórica proveniente de diversidad de instancias. Desde las que harán los propios actores comprometidos y con específicas tendencias, interesados en la perduración de relatos determinados, hasta las que dejarán instituciones del Estado o aquellas de tipo académico-universitario.

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