Su alma gemela - Mi novio y otros enemigos. Nikki Logan
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Название: Su alma gemela - Mi novio y otros enemigos

Автор: Nikki Logan

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Omnibus Jazmin

isbn: 9788413489414

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СКАЧАТЬ se había terminado. Debería haberle dado una lista de actividades organizadas por la emisora y punto final. En vez de ser un tonto, de reaccionar a un acontecimiento sucedido quince años atrás y dejar que le nublara el juicio.

      En vez de sentir empatía.

      Solo porque él había pasado por lo mismo que Georgia, salvo que en su caso había llegado hasta el mismo altar antes de darse cuenta de que su novia no iba a presentarse porque iba camino del aeropuerto de Londres con las damas de honor. Lo que siguió fue media hora horrible de gritos y recriminaciones antes de que el sacerdote lograra despejar la iglesia. La familia y los amigos de Lara se habían puesto frenéticamente a la defensiva, lo normal si alguien a quien se quisiera hubiera hecho algo tan chocante. Su lado de la iglesia se había congregado en torno a él de forma estoica, lo que enardeció más a la familia de Lara porque esta sabía, sabía, que había cien maneras mejores de no seguir adelante con una boda que no presentarse. Pero Lara había elegido la que le causaría menos dolor a ella.

      Si tener el corazón roto ya era angustioso, sufrir la humillación pública ante todas las personas que le importaban había sido peor.

      Y las consecuencias se habían extendido durante una década y media.

      Subió las escaleras y fue directamente a su despacho. La habitación más importante de su casa, donde trabajaba el doble que los demás para sobresalir en su campo.

      Era lo único que tenía que agradecerle a Lara.

      Prepararlo para el éxito que le había dado un despacho de lujo en una gran casa de Hampstead Heath y que lograra codearse con la gente más poderosa del país.

      Y todo lo que tenía, desde su colección de coches de lujo hasta los trajes a medida y esa casa, representaban el hecho de que nadie más volvería a sentir pena por él jamás.

      Aparte del hecho de que nunca volvería a permitirse hallarse en una posición tan vulnerable.

      El dinero se encargaba de eso.

      Y el éxito.

      El mundo corporativo podía ser una amante despiadada, pero era constante. Y si alguien quería machacarte, se le veía venir.

      Qué patético que necesitara una buena excusa para ir a Kew y ver a Dan como por casualidad. Si había encontrado el valor para enfrentarse a la verdad de los motivos que había tenido para declararse, ¿acaso no podría estar cara a cara con Dan? El hombre que había sido una parte tan importante y firme en su vida durante el último año. Incluso más, si se contaba la amistad anterior.

      Seis semanas eran suficientes para darles a ambos cierta perspectiva.

      Además, tenía que llevarles unas semillas a sus compañeros para que las identificaran.

      Las dejó en el departamento de propagación y luego fue por detrás hasta los invernaderos. Allí era donde Dan pasaba la mayor parte del tiempo, cultivando a las carnívoras, como las llamaba, tan populares para él como para el público.

      Conocía esos senderos tan bien como las pecas de su cuerpo. Desde mucho antes de Dan. Casi había olvidado lo que era eso.

      Al acercarse comenzó a acelerársele el pulso. Y entonces las puertas se abrieron y salió una mujer.

      –¡Oh, disculpa! –exclamó Georgia. La otra chica tenía unos bucles dorados y la bata que todo el mundo llevaba allí. Pero debajo lucía un vestido ceñido de color rosa, exhibía unas uñas brillantes y bien cuidadas, tacones de diez centímetros y un maquillaje impecable.

      No como la gente que trabajaba en los laboratorios.

      –Casi chocamos –la mujer sonrió y retrocedió para sostener la puerta.

      En cuanto vio la identificación que llevaba en el pecho, todas sus excusas bien razonadas para no vestir mejor se evaporaron. Esa mujer era una especialista en orquídeas… trabajaba con tierra todo el día. Sin embargo, podía compaginarlo con un aspecto deslumbrante.

      ¿Qué excusa tenía ella?

      –¿Puedo ayudarte? –preguntó la otra chica.

      –Busco a Daniel Bradford.

      –Está en la sala de exposiciones ocupado con una Nepenthes tentaculata. ¿Le transmito algún mensaje? –en sus ojos apareció un leve destello de curiosidad.

      Si la suerte le había permitido no encontrarse con alguien que la conociera, no pensaba estropear esa oportunidad para el anonimato.

      –No, conozco el camino. Iré a buscarlo allí. Gracias.

      La mujer se apartó de las puertas con una sonrisa.

      –De nada.

      La observó alejarse. Tacones. Le daban un aire muy especial al andar, incluso sobre gravilla o hierba. Era una pena que ella no tuviera zapatos con tacones aparte de unos utilitarios de tres centímetros de alto.

      Quizá era algo que podía incluir en la lista del Año de Georgia.

      «Aprende a caminar con tacones».

      Tardó casi diez minutos en llegar a la zona pública y abrirse paso entre la exposición de plantas carnívoras. Las puertas estaban siempre cerradas para mantener la temperatura ambiente correcta y a diferencia de las otras, esas eran silenciosas.

      –¿Dan? –el silencio continuó, pero, de algún modo, cambió. Se cargó. Georgia supo que la había oído–. Sé que estás aquí, Dan.

      Salió de detrás de un gran letrero. Confuso. Cauteloso.

      –Hola. No sabía que pensabas venir.

      –Dejé algunos especímenes para que los identificaran. Se me ocurrió pasar a saludarte.

      Hasta a ella le sonó falso.

      –Hola –repitió él.

      Hubo un silencio. Quizá seis semanas no eran suficientes.

      –¿Cómo estás? –aventuró.

      –Bien. Sobrellevándolo.

      –¿No mejora?

      –En realidad, no –Daniel apretó los labios.

      Ella asintió. Hubo más silencio.

      –He… venido a decirte que lo siento. Otra vez.

      –¿Tus correos electrónicos y mensajes no son suficientes?

      –No quería… No sin verte –no sabía cómo podía costar tanto romper con alguien con quien ya se había roto.

      –Es carnaza para los paparazzi –él se encogió de hombros.

      –Escucha, Dan, si pudiera dar marcha atrás, lo haría. Sé que tú no pediste nada de lo que te está pasando.

      La suspicacia regresó a los ojos castaños de Daniel.

      –Georgia…

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