Sangre olvidada. Natalia Hatt
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Название: Sangre olvidada

Автор: Natalia Hatt

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Saga Sangre enamorada

isbn: 9789878332215

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СКАЧАТЬ encontrar una víctima antes de seguir con cualquier otra cosa.

      —¿Qué hace usted allí? —le preguntó un hombre, quien recién había subido a la terraza y se encontraba caminando hacia él—. Las oficinas ya han cerrado. Usted no pertenece a este lugar.

      El vampiro sonrió maliciosamente, dejando ver sus colmillos, y con su hipnótica mirada manipuló al pobre desgraciado para que no recordase nada de lo ocurrido, antes de tirársele encima. Le clavó los colmillos en su cuello y bebió profundamente hasta saciar su urgente sed.

      Cuando se detuvo, el hombre ya estaba inconsciente, pero no muerto. No le molestaba tener que matar a alguien, pero siempre era preferible mantener limitado el número de desapariciones. El hombre se recuperaría y no recordaría nada de lo ocurrido. Eso era lo importante.

      Sin preocuparse más por la salud de su víctima, volvió a bajar por donde había subido y emprendió su camino de regreso al bar, sin poder quitar de su mente a la pareja que había visto, especialmente a la hermosa chica. Comenzó entonces a idear un plan para acercarse a ellos dos.

      ***

      Cuando Alejandra terminó de ducharse, Juliann estaba preparando la cena.

      —Te dije que yo iba a cocinar —se quejó ella, sacudiendo la cabeza.

      —Hoy me toca a mí —alegó el rubio, sonriente—. Además, te pasaste con el desayuno. Quiero recompensarte.

      —Está bien, pero yo lavo los platos.

      —Dale —aceptó él, continuando con lo suyo.

      Ella sabía que haber conseguido un marido a quien le gustaba cocinar y ayudar con las tareas de la casa la convertía en una mujer muy afortunada. Muy pocas mujeres tenían esa suerte. Se sentó en el sofá con su laptop mientras él se abocaba a su tarea y se puso a averiguar sobre los supuestos mundos que la artista Anja había pintado. Había muchísimos resultados, muchas teorías distintas al respecto, pero al menos en las páginas que alcanzó a mirar, no había nada que le resultase del todo convincente. Decidió escribir en un foro de metafísica, pensando que allí tal vez habría algunas respuestas. Describió lo más detalladamente posible la situación, sin dar el nombre del museo, ni de ella, ni de la artista; debía mantener la confidencialidad del asunto. Describió los cuadros de la mejor forma posible y publicó la entrada, esperando que alguien pudiese contestarle y darle una respuesta apropiada.

      Cuando volvió a la cocina, Juliann no estaba allí, sino que la esperaba en el balcón. Había puesto la mesa en ese lugar y había encendido una variedad de velas.

      —Cena romántica... —le dijo, con una de sus más dulces sonrisas y una voz melosa.

      —Mmm, eso huele demasiado bien —dijo ella, luciendo una sonrisa espléndida.

      —Lasagna, tu plato favorito —anunció él al tiempo que le dejaba ver lo que había cocinado.

      —Oh... se me hace agua la boca —replicó, tomando asiento mientras él le sostenía la silla.

      —Y planeo hacerte muchas cenas románticas más. Todos los días de nuestra vida, inclusive.

      —Alejandra se rio un poco ante esa propuesta.

      —¿No te parece mucho? Se nos harán aburridas las cenas románticas.

      —¿Sabés qué? Tenés toda la razón. ¿Una vez a la semana te parece bien? —Alejandra asintió.

      —Me parece muy bien.

      Comenzaron a comer; mientras, conversaban sobre sus planes para el futuro y el amor que profesaban el uno por el otro, tema habitual de sus charlas. Pero, de pronto, Alejandra tuvo una sensación rara en su espalda que le erizó la piel.

      —¿Sentís algo raro? —le preguntó a Juliann.

      —No, ¿qué pasa?

      —Siento como si tuviera hielo en la espalda. Me parece que me están observando. Se dio la vuelta para mirar al edificio de enfrente y pudo ver una sombra en la ventana, alejándose de allí.

      —Sí, nos estaban observando —dijo ella sintiendo un poco de miedo. Esa sensación le parecía demasiado familiar, como si la hubiera vivido antes, mas no podía recordar cuándo.

      —Seguramente era algún curioso, amor —comentó Juliann, desestimando la situación—. No le hagas caso.

      Ella asintió y siguió comiendo hasta terminar su plato. Ya casi se le habían ido las ganas de conversar. Se sentía extraña.

      —No me siento bien —dijo y se levantó de la mesa—. Lo siento.

      Su marido la miró como si estuviese buscando leer en ella qué estaba mal. Sin embargo, la verdad era que ni ella misma lo sabía. Caminó hasta su habitación antes de que él pudiera seguirla. Al entrar se dio cuenta de que había pétalos de rosa sobre su cama y sobre la alfombra de la habitación; Juliann se había tomado el trabajo de hacer todo eso por ella.

      «No me merezco a alguien como él», fue el pensamiento que se cruzó por su cabeza. Sintió un dejo de tristeza invadir su corazón; carecía de algo para sentirse completa. Su mente le decía que ya lo tenía todo, que su marido era lo mejor que la vida podría haberle dado y que estaba feliz con lo que poseía, pero algo le faltaba y eso le producía un agujero en su corazón, dejaba un espacio que nada podía llenar.

      Tenía ganas de llorar. No recordaba haberse sentido así desde que estaba con Juliann. ¿Qué sucedía? No podía comprenderlo.

      Él apareció en la puerta de la habitación, viéndola con los ojos vidriosos.

      —Ale... ¿qué te pasa? ¿Hice algo mal? Decime, por favor. —Alejandra lo abrazó silenciosamente y dejó las lágrimas caer.

      —¿Qué te pasa? —repitió él, insistiendo. Ella tragó saliva, mirando a su marido a los ojos.

      —No sé qué me pasa. De golpe me he puesto triste... y me han dado ganas de llorar. —Juliann le acarició la mejilla mientras la miraba comprensivamente.

      —No te preocupes, cielo. Acostate a dormir y vas a ver que mañana todo volverá a estar bien.

      —Ella le sonrió con los labios apretados, esperando que él tuviese razón. No le gustaba la forma en la que se estaba sintiendo.

      —Pero... las rosas. Te tomaste un montón de trabajo para crear la atmósfera perfecta.

      —Siempre hay un mañana, Ale. No te preocupes.

      —A dormir, entonces —accedió, dándole un corto beso en la boca a su marido. Él le acarició el cabello al tiempo que volvió a mirarla a los ojos por unos instantes.

      —Será lo mejor. No te olvides que te amo, no importa el humor en el que estés, no importa si estás contenta o triste. Te amaré siempre.

      —Yo también —dijo ella sin poder encontrar palabras para expresarse. ¿Acaso su corazón albergaba dudas? Se negaba a sentirse así.

      De inmediato se puso su camisón de seda color rosa y se acostó a dormir junto a su marido, СКАЧАТЬ