Название: Del sacrificio a la derrota
Автор: Nicolás Buckley
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
Серия: Historia
isbn: 9788432319921
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El hecho de que en Europa, durante las décadas después de la Segunda Guerra Mundial, no existiera una violencia de masas (excepto en el caso de los Balcanes), y el hecho de que ningún tipo de violencia insurgente lograra sus objetivos, explica las escasas ganas de intentar comprender este tipo de violencias por parte del mundo académico. Sin embargo, este libro trata de analizar cómo la violencia practicada por grupos insurgentes armados europeos durante más de dos décadas refleja las contradicciones de estas sociedades en términos del Estado de bienestar surgido después de la Segunda Guerra Mundial y las imágenes de la posguerra fría neoliberal. La violencia política practicada después de Segunda Guerra Mundial tuvo siempre la sombra de la revolución. El historiador Arno Mayer asegura que «interpretar las revoluciones francesa y rusa, particularmente desde las masas que se sublevaron contra el orden establecido, de una manera no dialéctica, es correr el riesgo de catalogarlas simplemente como episodios trágicos de nuestra calamitosa historia, como simples tragedias inevitables de nuestras vidas»[49]. Este libro tratará de ofrecer un análisis dialéctico e histórico de la violencia practicada por ETA y por el Estado español. Solo en estos términos puede explicarse en su complejidad el largo desarrollo histórico de ETA.
METODOLOGÍA
La historiografía sobre el conflicto vasco ha tratado tradicionalmente de aproximarse a ETA como una excusa para explicar grandes eventos políticos en vez de tratar de explicar la textura de la organización y su militancia en toda su complejidad. Aquí traigo dos ejemplos que muestran diferentes caracterizaciones de ETA en cuanto al asesinato de Carrero Blanco. Un tipo de trabajos parece simpatizar con ETA y explica cómo la transición española fue en parte posible gracias a esta acción violenta llevada a cabo por la organización. En el segundo caso, el historiador no tiene simpatía por ETA, y explica cómo, tras el asesinato de Carrero Blanco, durante y después de la transición la organización empezó a utilizar la violencia no como una herramienta, sino como su «razón de ser»[50]. Estos dos ejemplos subrayan la influencia que una rama hegemónica de la ciencia política centrada en la construcción del Estado ha tenido sobre la historiografía de los grupos armados. En mi opinión, debido a esta influencia, la historiografía sobre el conflicto vasco (y otros conflictos políticos) carecen de la perspectiva holística necesaria para entender un fenómeno como la violencia política desde diferentes ángulos. Hay que distinguir algunas excepciones de politólogos, muchos de ellos desde el entorno anglosajón, como Ernesto Cyrus Ziraczadeh, James C. Scott, Bet Katnelson o Robert P. Clark que se han centrado más en las dinámicas de poder que se dieron entre el Estado y los insurgentes.
Recogiendo esta última línea de investigación y entendiendo la política como un sistema de poder inherente al ser humano, mi investigación no trata de evitar la dimensión política del conflicto vasco. Al contrario, mi aproximación trata de analizar las conexiones entre las estructuras políticas en las que los militantes de ETA han desarrollado su ideología y «su mundo de los afectos» desde donde podemos entender sus subjetividades personales.
Para lograr este objetivo, lo primero es tratar de analizar la historia social del conflicto vasco. Desde esta aproximación podemos dejar a un lado las grandes figuras históricas y centrarnos en la vida cotidiana de todas aquellas personas que vivieron el conflicto armado vasco. Sin embargo, teniendo en cuenta que solo existen unos pocos estudios sobre la historia social del conflicto vasco, la de la Izquierda Abertzale y la de ETA siguen siendo historias por escribir[51]. Como he mencionado anteriormente, ETA, como fenómeno terrorista, ha sido analizado repetidamente desde una aproximación cronológica o, desde luego, ha sido tratada como una anomalía del pasado que hay que corregir moralmente en el presente. Eric Hobsbawm, bien conocido por sus estudios sobre historia social, afirma que «la destrucción del pasado, o por lo menos los mecanismos sociales que unen una experiencia contemporánea con generaciones anteriores, es una de las características más comunes del último cuarto del siglo XX»[52]. Si la Guerra Civil española provocó una explosión de memorias dentro de la población española, ETA continúa siendo parte de esa memoria colectiva de vascos y españoles que aún no ha muerto.
Como hemos señalado, algunos politólogos, alejándose de la mirada tergiversada de los «estudios sobre terrorismo», analizaron la llamada comunidad radical vasca o Izquierda Abertzale en su dimensión histórica. Robert. P. Clark enfatiza en cómo ETA apartó la etnicidad de la identidad nacional vasca, haciendo del discurso de clase (pueblo trabajador vasco) el principal vector de integración[53]. Sin embargo, el historiador John Sullivan señala cómo ETA se había pasado sus primeros tres años de existencia sin celebrar un solo congreso, probando el hecho de que al menos en sus comienzos no hubo una clara frontera entre esta organización y la comunidad étnica vasca compuesta alrededor del PNV[54]. Cyrus Ernesto Zirakzadeh, siendo aún más crítico que sus dos colegas, argumenta que detrás de la no intención de la mayoría de los académicos de investigar sobre la comunidad radical vasca, se escondía una realidad vasca de lucha contra las desigualdades sociales[55]. Zirakzadeh, insistiendo en la necesidad de analizar la lucha de clases en el País Vasco para entender el conflicto político, concreta que los orígenes del movimiento obrero en esta región datan de mediados del siglo XIX[56]. Esta antigua y peculiar (si la comparamos con la más tardía implantación del movimiento obrero en el resto de España) tradición del movimiento obrero en el País Vasco sitúa a la comunidad radical vasca como el resultado de un largo proceso histórico.
Como acabamos de ver, la historia social hizo que los historiadores dejasen de fijarse exclusivamente en las figuras más carismáticas de la historia para centrarse en el ciudadano medio que forma la comunidad. Sin embargo, este análisis racional también se nos queda corto si lo que nos interesa es comprender al individuo en su complejidad. Como dijo el antropólogo Eric Wolf, «la antropología nos brinda la posibilidad de mirar al ser humano desde varias dimensiones»[57]. Sharryn Kasmir, estudiando los orígenes del proletariado vasco, no solo se centró en las condiciones materiales, sino que también centró su análisis en los procesos en los que este proletariado adquirió conciencia de serlo[58]. En el mismo camino, Roland Vazquez, en su estudio sobre la vida social y cultural del PNV, enfatizó que «la ideología no es exclusivamente una herramienta consciente y manipuladora con un sentido peyorativo. Una noción ampliada de la ideología está también circunscrita a procesos culturales con el objetivo de proveer significados políticos»[59]. En este sentido, desde la antropología tenemos la oportunidad de estudiar a ETA desde los deseos y miedos de los propios militantes.
Ciertamente, estos autores plantean la cuestión de la relación entre los individuos y la comunidad nacional vasca como núcleo de su trabajo. Desde una mirada de la ciencia política que persigue legitimar el poder del Estado y que ha considerado a estos individuos como meras herramientas para extraer conclusiones más amplias. En contraste, los antropólogos, asumiendo que todas las explicaciones para entender el conflicto parecen ser atribuidas a la «ideología nacionalista vasca», preguntan: ¿qué podemos entender desde el universo mental de un activista del PNV o ETA en relación con su vida cotidiana? En este sentido, este libro analiza las historias de vida de los militantes de ETA haciendo hincapié en su cultura material (familia y clase social) y en СКАЧАТЬ