Название: Del sacrificio a la derrota
Автор: Nicolás Buckley
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
Серия: Historia
isbn: 9788432319921
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La tradición política de Arana (rechazo de la identidad española y glorificación de la edad de oro de los vascos) es parte de las historias de vida de los narradores que participan en esta investigación. De una manera (la tradición política de sus padres) o de otra (su asunción de la identidad vasca como única y separada de la española), percibí la tradición aranista en el estilo en que estos narradores contaban sus historias de vida durante nuestras entrevistas. Es precisamente esta tradición étnica aranista sobre qué significa «ser vasco» lo que más me separa de estos narradores. ¿Sobre qué condiciones materiales el discurso de Sabino Arana ha conseguido mantener el poder y la relevancia en las sucesivas generaciones de vascos que han existido durante todo este tiempo? Es de hecho Arana quien moldeó la cosmovisión de la identidad vasca y quien nos lo puso (a mí y a una posible audiencia no vasca) más difícil a la hora de tratar de empatizar con el sentimiento histórico de pertenencia de los vascos como una realidad separada del resto de los españoles.
Desde este terreno subjetivo de las emociones, para Hugh Seton-Watson la existencia de los nacionalismos es anterior a la formulación semántica del término durante la edad moderna[23]. Este autor, negando el carácter científico del concepto de nación, concluye que existe cuando «un significante número de personas de una comunidad se consideran a sí mismas una nación o se comportan como si fueran una nación»[24]. En esta línea de análisis, Anthony D. Smith comparte con Seton-Watson el hecho de que la política y las relaciones de poder no son suficientes para entender el fenómeno de nación o los nacionalismos. Para Smith la nación es también un fenómeno cultural, donde los sentimientos, el simbolismo o la lengua de una comunidad desempeñan un papel principal[25]. La nación sería entonces un concepto multidimensional, cargado de subjetividad, que, según Benedict Anderson, traspasa las fronteras ideológicas ya que las dos grandes ideologías de nuestro tiempo, liberalismo y socialismo, jamás lidiaron con la idea de la inmortalidad. Si las naciones se reflejan en sus propios mitos, Anderson concreta que «las comunidades han de ser distinguidas no por su autenticidad o artificialidad, sino por la manera en que ellas mismas son imaginadas»[26]. Esta nueva herramienta antropológica para analizar los nacionalismos, la imaginación, abre la oportunidad de centrarnos en el fenómeno de la nación a través de dos vías. La primera es que para entender la nación hay que ir a las relaciones comunitarias que se dan entre las personas que componen dicha nación. La segunda nos muestra cómo la imaginación nos ayuda a entender los miedos y las fantasías a través de los cuales dicha nación ha sido imaginada.
Mi investigación se basa en parte en este concepto de comunidades imaginadas de Anderson. Sin embargo también trata de explicar el fenómeno del nacionalismo a través del análisis formulado por Hobsbawm. Este autor parte del concepto de nacionalismos creado por Gellner señalando la nación política como unidad primaria. Sin embargo, Hobsbawm le da una aproximación multidimensional al concepto de nación y, en sus términos, sería un error tratar de analizarlo exclusivamente desde la política, la economía o la cultura[27]. ¿Por qué es multidimensional? Porque Hobsbawm entiende que las raíces del significado de nación se encuentran en lo político, pero no simplemente en un sentido teórico de poder, sino en el «pueblo» como comunidad política, surgido al calor de la independencia de Estados Unidos y la Revolución francesa[28]. Continuando con Gellner, Hobsbwam une la existencia de la nación a la modernidad, constatando cómo la memoria popular empieza a ser plasmada a través del Estado y la educación pública. Del mismo modo, medios como la imprenta hacen llegar a las masas el periódico, expandiendo dicha memoria popular. Hobsbawm concluye que a través de estos mecanismos las clases trabajadoras empezaron a identificarse con la nación, y así fue cómo la nación y el Estado convergieron. En este sentido, imaginario, simbolismo y tradiciones serían los elementos en los que una elite intelectual construiría la nación moderna[29]. Según Hobsbawm, ¿cuál es el elemento final con el que se termina de constituir la nación moderna? La aparición de las clases medias, y su concepción del «nacionalismo laico», cohesionando la comunidad dentro del Estado a través de esta «nueva religión».
Mucho tiempo después de su muerte en 1903, la poderosa estructura teórica de Arana continúa siendo representada en la lucha vasca y su éxito (en términos del movimiento político que se desarrolló en las siguientes décadas) puede ser explicado por la voluntad de una pequeña población, rodeada de grandes Estados, que trata de sobrevivir. Esta fue, parafraseando a Hobsbawm, la religión secular desde donde el nacionalismo vasco se fue moldeando durante décadas. En este sentido, el movimiento nacionalista vasco que se desarrolló a la par que la modernización de España se apoya en la teoría de Hobsbawm por la cual los nacionalismos nacen al calor de los procesos de industrialización[30].
Sin embargo, este movimiento nacionalista vasco surgido como un producto del proceso de modernización del Estado español no se puede explicar sin factores premodernos como la importancia de la religión. De acuerdo con la historiografía sobre el nacionalismo vasco, la iglesia católica y la religión por la cual Arana identificó a los vascos como «los elegidos» empezó a perder su hegemonía social en España durante el proceso de urbanización e industrialización[31]. En el País Vasco y en otras regiones de Europa, los campesinos que empezaron a trabajar en las fábricas, comenzaron a formar parte del Estado moderno y, como resultado, se empezó a moldear el concepto de «cultura popular» a través del modo en que el mundo urbano fue absorbiendo al rural[32]. Sin embargo, desde el núcleo mitológico de los vascos, esta apertura provocó un cataclismo. Las almas de los vascos y su lengua, el euskera, pertenecían al mundo rural, mientras que el mundo hispanizado y urbano eran símbolos de la administración y del mundo práctico de los negocios[33]. La oligarquía financiera vasca conectó económicamente con sus homólogos en Madrid, y los emigrantes del sur de España que llegaron a trabajar a las nuevas fábricas vascas temían a las clases medias y bajas vascas, que no se beneficiaron de ese proceso de modernización. De acuerdo con la historia social vasca, los tenderos, los trabajadores de las tiendas, los trabajadores de oficina y otras profesiones liberales fueron atraídos por las ideas nacionalistas de los euskalerriakos, un movimiento vasco liderado por el industrial Ramón de la Sota (1857-1936), quien, llegando a un acuerdo con Arana, llegó a ser el mayor patrocinador del Partido Nacionalistas Vasco (PNV).
Como podemos observar, la complejidad a la hora de analizar el nacionalismo vasco no se basa en presupuestos teóricos, sino en intentar retratar a la gente detrás del movimiento. Los comienzos del nacionalismo vasco como movimiento social y político están conectados con las estrategias que tomó un grupo de intelectuales para iniciar el movimiento. En este sentido, el nacionalismo vasco no difiere del nacionalismo español ni de cualquier otro nacionalismo. A parte de las estrategias, tratamos de entender el nacionalismo a partir de la adhesión de las masas a un determinado proyecto político nacional. Los vascos que se empezaron a ver atraídos por las ideas del PNV no pueden ser simplemente considerados como gente que se vio inmersa en un proceso «adoctrinamiento». Este análisis no explicaría suficientemente el nacionalismo vasco constituido como movimiento de masas tras la exitosa estrategia del PNV de adoptar los principios políticos democristianos durante la década de los treinta. Seton-Watson, que ha dudado de si el nacionalismo puede ser considerado simplemente como una ideología, СКАЧАТЬ