Playboy. Katy Evans
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Название: Playboy

Автор: Katy Evans

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Pecado

isbn: 9788417972202

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СКАЧАТЬ cuenta de que nos mira todo el mundo. Sobre todo Emmett, que me ojea desde su mesa con expresión preocupada. Hay una mujer sentada a su lado. Puede que no haya venido con ella, pero duele igual, como el hecho de que antes ese lugar me correspondía a mí.

      Me apresuro a encarar los ojos plateados que me observan.

      —Emmett nos está mirando.

      —Que mire.

      —No. Vale, no pasa nada —digo más relajada—. Baila conmigo.

      —Yo no bailo. Necesito un trago. —Empieza a alejarse cuando se vuelve hacia mí con aspecto desconcertado—. ¿Quieres que se dé cuenta de lo que se está perdiendo? Créeme, lo sabe.

      Frunzo los labios y asiento. No sé qué hacer para asegurarme de que no se me ve afectada. De pronto, estoy afectada.

      Me dije a mí misma que no iba a contratar a un acompañante para darle celos. Me dije que me comportaría como una adulta. Pero me siento vulnerable e indeseada, como si hubiese hecho bien en dejarme porque ha encontrado algo mejor.

      Cullen me mira, y yo arqueo las cejas cuando me pone la mano en el pelo. Se inclina y posa sus labios sobre los míos.

      Su beso me embriaga. No tengo ni idea de cuánto dura, solo soy consciente de su nombre y de la humedad, el sabor, el calor y la fuerza de sus labios. Del hambre de su boca.

      Se aparta con brusquedad y me deja jadeando. Se le ha acelerado un poco la respiración. Me roza los nudillos con los dedos para alargar el momento y me mira de pasada.

      El martilleo de mi corazón se convierte en un estruendo.

      El fuego que ha prendido es imposible de sofocar.

      Le acaricio el pecho y trago saliva al notar el relieve de los abdominales.

      —¿Qué iba a decir? —pregunto aturdida. Niego con la cabeza mientras trato de recomponerme—. Aaah, ya me acuerdo. Ibas a disculparte —miento.

      —¿Por?

      —Por no bailar.

      —No lo siento. Soy el tío que se queda en la barra, no el que sale a bailar.

      —Pues entonces por besarme.

      Sus ojos se convierten en dos rendijas cuando se concentra en mi boca.

      —Tampoco lo siento.

      En su expresión no queda ni rastro de la emoción por el beso.

      La facilidad con la que oculta sus sentimientos hace que sienta la necesidad de besarlo de nuevo y ver cómo se le intensifica la mirada ​​unos segundos más. Como no me distraiga, me volveré loca.

      —Te estás esforzando mucho —le digo de repente—. Me pregunto si de verdad tienes tantas ganas de que te la chupe. ¿Qué tal si te doy un lametón y te dejo con los pantalones bajados?

      —No podrás resistirte al sabor.

      —Vaya, estás hecho todo un playboy.

      —Hago honor a mi nombre.

      —Bueno, pues a ver si ganas y te pruebo.

      —No me importaría que ganases tú, así soy yo quien te prueba.

      Me asalta una sensación súbita de sorpresa seguida de un calorcito cuando me doy cuenta de lo que eso significa.

      Me muestra una sonrisa tan brillante como el ocaso. En sus ojos oscuros se refleja una promesa.

      De repente, me vuelvo consciente de su presencia y de lo grande que es su cuerpo en comparación con el mío, y me siento cada vez más abrumada cuando me mira fijamente.

      Se me remueve todo.

      —¿Te vas a llevar el vestido que te pusiste anoche? —me pregunta.

      —Sí.

      —¿Y las botas?

      —Sí, son mis favoritas.

      —¿Y lo que te pusiste en las orejas, esas cosas largas de oro?

      —Pues… —¿Es consciente de que acaba de enumerar todo lo que llevaba puesto? ¿Siempre se fija en esas cosas?

      —Llévatelas también —añade, pues la sorpresa me ha dejado muda.

      —¿Te apetece bailar, Wynn? —me pregunta Valentine, uno de los amigos de Rachel.

      —Ella no baila —gruñe Cullen.

      —Le encanta bailar —lo contradice Valentine.

      —Ya no.

      ¿La temperatura ha bajado treinta grados de pronto? De repente hace frío y los pezones se me han puesto duros bajo el vestido sin tirantes.

      Cullen me arrastra de vuelta a la mesa, y noto que Emmett me observa mientras reflexiono acerca de la situación. Cullen y yo nos hemos embarcado en un estúpido juego para valorar el trabajo del otro. Y lo que es más importante: él vuelve a estar en racha y yo he escapado de mi rutina. Y pienso en que voy a estar con un tío con el que no me quiero casar, lo cual es una novedad. Y pienso en que me voy a ir de la ciudad, y cada vez me gusta más la idea.

      —Te recogeré a las ocho. Vas a venir a Las Vegas conmigo. ¿Lo has entendido? —dice Cullen.

      —Pues claro que lo he entendido, y estoy totalmente de acuerdo. Pero solo puedo estar fuera el domingo y cuatro días entre semana. Luego volvemos y me ayudas con mi exposición. —Siento que he hecho una travesura de la que ni siquiera me arrepiento. Cuando Rachel y Saint me llevan a casa al cabo de unas horas, sonrío.

      Hablan de la boda mientras yo miro por la ventanilla y me pellizco el labio inferior.

      Ay, madre. Le he dicho guarradas al hermano del novio. Acabo de aceptar irme de viaje con él. Peor aún, ¿también le he exigido que me ayude con mi preciada exposición?

      Me pregunto si mis hormonas femeninas habrán asaltado mi mente. Emmett me estaba observando. Nuestra ruptura todavía es muy reciente en mi cabeza, y duele demasiado pensar en ello. He trabajado sin parar, he intentado mantenerme ocupada y distraída para no pensar, para no sentir, y Cullen Carmichael es una distracción tan válida como cualquier otra.

      Por no hablar de que estoy deseando ganar el premio. Emmett, pese a ser un chef al que le gusta probarlo todo, nunca bajó al pilón. Debería sentirme insultada. Bueno, y ahora un hombre parece disfrutar con la idea de hacerlo, lo que consigue que vuelva a sentirme deseada.

      Me gusta.

      Lo necesito.

      Aunque decida que no quiero nada como premio.

      4. El reto

      Al día siguiente, me recoge en un deportivo Mercedes Benz negro. Me resisto a encontrarme con su mirada cuando salgo СКАЧАТЬ