Название: Lady Aurora
Автор: Claudia Velasco
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: HQÑ
isbn: 9788413481401
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–Absolutamente.
–Adelante…
Le hizo un gesto con la mano para que subiera los cuatro escalones que la separaban de la caja y ella asintió, pero primero alzó la mirada y recorrió al público con atención. A saber, su tío y sus primos siguiendo la escena con una sonrisa, su prima Rose lloriqueando agarrada a la mano de su amiga Theresa Etherington, Charles de pie y con cara de preocupación, su tía Frances bufando de vergüenza e indignación. Era todo un espectáculo observarlos desde allí y miró las imponentes piedras de Stonehenge recortadas contra la oscuridad antes de entrar en la caja y recostarse con cuidado sobre un agradable y blandito fondo de seda.
–Cierre los ojos, respire hondo y déjese llevar, milady. Buen viaje –susurró monsieur Petrescu antes de bajar la cubierta de la caja.
Ella obedeció y cerró los ojos oyendo como las consabidas cadenas y los candados empezaban a cercarla con mucho escándalo. Era parte del espectáculo, pensó, decidida a disfrutar la experiencia, se cruzó de brazos y se durmió.
[1] Dawn es la versión inglesa del nombre latino de Aurora.
Capítulo 1
29 de junio de 2019. Salisbury, Condado de Wiltshire, Inglaterra
Miró el green y respiró hondo disfrutando del aire puro, el buen tiempo y la tranquilidad del campo de golf a esas horas de la tarde. Le encantaba jugar solo y tranquilo después de las siete, cuando los jubilados y los golfistas más habituales entraban al club para cenar.
Agarró el palo con las dos manos y sintió un escalofrío por todo el cuerpo; detuvo el movimiento, se enderezó y miró a su alrededor. Ni un alma, ni siquiera un caddie, porque no solía utilizar sus servicios, así que volvió a su posición y se dispuso a ejecutar el swing, pero antes siquiera de volver a parpadear, el teléfono móvil le vibró en el bolsillo trasero de los pantalones.
–¡Maldita sea! –gruñó, mirando el aparatito. El segundo mensaje de Perpetua, su ayudante, diciéndole que Karen y Paulette, dos de sus amigas, lo habían llamado ya catorce veces al despacho. Una pesadilla.
Hacía cuarenta y ocho horas a punto habían estado de crucificarlo por infidelidad y mal comportamiento, y ahora no lo dejaban en paz e insistían en hablar con él, cuando él ya no tenía nada que hablar con ninguna de las dos.
–Os podéis ir al carajo –susurró apagando el teléfono móvil, y lo guardó nuevamente en el bolsillo.
Existían mujeres muy perseverantes. No conocía a tíos así, la mayoría de sus amigos o conocidos daban un poco la lata, pero se solían rendir pronto cuando la negativa era tajante, sin embargo, algunas tías te podían perseguir durante años y años y no se cortaban un pelo. Él había conocido a varias, alguna a punto había estado de volverlo loco, y Karen y Paulette estaban empezando a entrar en esa categoría: la de las locas desatadas y carentes de vergüenza que no aceptaban jamás un no por respuesta y que consagraban su vida a intentar cambiarte, cuando a él no lo cambiaba ni Dios.
Hacía dos días Karen lo había pillado con Paulette en la cama de un hotel. Había aparecido por sorpresa, después de engañar y sobornar al recepcionista, y había montado tal escándalo que el gerente y el jefe de seguridad aparecieron en la suite para llamarles la atención y pedirles que se marcharan.
Él odiaba ese tipo de gilipolleces, nunca las había tolerado, y como no tenía ningún compromiso con ninguna de las dos no se sintió culpable ni responsable de nada, al contrario, se había cabreado y las había dejado plantadas sin despedirse. A una por entrometida y a la otra por escandalosa, porque Paulette, en lugar de mantener la calma, se había puesto hecha un basilisco y había intentado abofetearlo.
A la media hora de aquello, Karen ya lo estaba llamando para reconciliarse, llorando arrepentida, Paulette igual, así que había decidido no hablar con ninguna y escaparse a Bath, a casa de su hermana Meg, donde podía pasar un par de días tranquilo y jugando al golf totalmente en paz porque nadie, ninguna de sus conquistas, sabía dónde vivía su hermana y ni en sueños podrían localizarlo.
Espantó los malos rollos y volvió a fijarse en el green, se puso en posición y levantó el palo, pero una dulce voz femenina lo detuvo a medio camino del golpe y se giró hacia ella con ganas de asesinarla.
–Disculpe, milord, no sé dónde estoy. ¿Podría ayudarme?
–¿Cómo dice?
La miró de arriba abajo y dio un paso atrás. Iba vestida como un personaje de Jane Austen, así que inmediatamente pensó que era una de las amigas de su hermana, una de esas frikis «Janeites», que ese fin se semana se reunían en Bath para asistir al baile anual de Regencia del Jane Austen Centre Bath. Le sonrió, pero ella lo miró con unos ojos de terror que lo hicieron ponerse serio de golpe.
–¿Estás bien? ¿Necesitas algo?
–¡Ay, Dios bendito! ¿Es usted escocés? –se le acercó en cuanto identificó el acento y él asintió–. ¿Estoy en Escocia? Me llamo Aurora, lady Aurora FitzRoy, soy hija de Arthur y Clara FitzRoy, barones de Seagrave. Mi madre es una Abercrombie de Elderslie… Yo, creo que me he desorientado y no sé dónde estoy, no recuerdo nada y…
–¿En serio? –le preguntó entornando los ojos y un poco impresionado por esa cara tan preciosa que tenía, y ella se alisó la falda intentando no echarse a llorar–. Soy escocés, pero no estamos en Escocia, esto es el High Post Golf Club de Salisbury…
–¿Salisbury? Santa madre de Dios, ¿hacia dónde está Stonehenge, milord?
–A unos veinte minutos de aquí –le indicó el camino y ella asintió con una venia muy educada antes de girarse para echar a andar por el campo–. ¿No pretenderás ir a pie?
–¿Puede dejarme un carruaje, milord?
–¿Un carruaje? –soltó una risa y ella frunció el ceño–. ¿Esta es una broma de mi hermana?, ¿una cámara oculta?
–¿Cómo dice, milord? Me temo que no le entiendo.
–Ya es suficiente, eres muy buena, pero…
–¿Disculpe? –lo observó con esos inmensos ojos oscuros desolados, él la calibró de nuevo con atención y pensó que, o era una actriz estupenda, o estaba completamente loca–. ¿Milord?
–No soy ningún milord, me llamo Richard, Richard Montrose, y me encanta la broma, pero…
–¿Richard Montrose? ¿Es pariente de lord James Graham?
–¿James Graham?
–Cuarto duque de Montrose, él me conoce perfectamente, mi madre…
–Mira, no sé hasta dónde estáis dispuestas a llegar, pero para mí ya es suficiente. Son las siete y media, seguro que te esperan en Bath para el baile de Regencia.
–¿Qué baile de Regencia, milord… señor Montrose?
–Nada, СКАЧАТЬ