Название: Lady Aurora
Автор: Claudia Velasco
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: HQÑ
isbn: 9788413481401
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–Tengo llaves. ¿Dónde está Meg?
–En el supermercado, estará a punto de llegar.
–Ok. Hola, Aurora, ¿qué tal lo llevas?
–¿Que cómo estoy? Muy bien, muchas gracias, milord, ¿y usted?
–Salvo por el hecho de que no soy ningún lord, todo bien, gracias.
–Lo siento, señor, es la costumbre.
–Vale.
Se adentró en el salón y echó un vistazo a la mesa donde tenían esparcida su ropa, patrones, tela e hilos de bordar, se giró hacia la ventana y Aurora aprovechó para agarrar su ropa interior expuesta allí como en un mercado, y tirarla en una silla que cubrió de inmediato con un cojín. Zack quiso tranquilizarla con un gesto, pero ella no le hizo caso y se quedó quieta y de pie, tiesa como un palo, observando a ese hombre alto y apuesto que vestía de negro, sin corbata ni chaqueta, y que llevaba los tres primeros botones de la camisa desabrochados.
Sin querer miró la minúscula porción de su pecho al descubierto y dio un paso atrás desviando los ojos hacia el suelo. Él caminó por la estancia observándolo todo en silencio y finalmente les sonrió.
–Voy a buscar una cerveza, ¿queréis algo?
–Tranquilo, yo te la traigo –se apresuró a contestar Zack y salió disparado hacia la cocina. Aurora cayó en la cuenta de que estaba a solas con dos hombres desconocidos, y se empezó a marear.
–¿Qué tal estos días en Bath? Mi hermana dice que estupendamente.
–Muy bien, señor, un poco desconcertantes, pero muy bien, muchísimas gracias. Margaret es una amiga maravillosa.
–Lo sé. ¿Qué hacéis? ¿Coser y bordar todo el día?
–Señor Montrose –se alisó la falda de ese vestido tan sencillo que Meg le había regalado y supo que estaba roja como un tomate, pero se aguantó la vergüenza e hizo el intento de mirarlo a los ojos. Esos ojazos azules enormes y tan fríos–. Richard, quería aprovechar que lo veo otra vez para agradecerle sinceramente y como es debido lo que hizo por mí la semana pasada. Nunca podré olvidarlo y, si alguna vez necesita algo de mí, lo que sea, quiero que sepa que tanto mi familia como yo hemos contraído una deuda eterna con usted.
–No fue para tanto.
–Para mí sí, me atendió y me dejó en manos de personas como su hermana…
–Que es una chica excepcional y la mejor persona del mundo, espero que lo tengas en cuenta.
–Claro, por supuesto.
–¡Rick! –Meg entró cargada de bolsas y lo miró entornando los ojos–. Ya sabía yo que ese cochazo de fuera solo podía ser tuyo. Vamos, ayúdame con la compra.
–¿Por qué no haces la compra por Internet y dejas que te la traigan a casa?
–¿Porque me gusta ir al súper? Hola, Aurora, ¿todo bien?
–Sí, muchas gracias. ¿Puedo ayudarte en algo? –corrió para hacerse cargo de alguno de los encargos y los llevó a la cocina. Zack les sirvió cerveza a todos y un vaso de agua a ella, y en seguida Meg se puso manos a la obra con la cena.
–Haremos pasta para cenar, Ben viene ahora. Seguro que te gusta, Aurora. Hermanito, te quedas a cenar, ¿no?
–Aye[2].
Aurora lo observó muy sorprendida al oír esa expresión escocesa que su madre y su familia usaban habitualmente, y suspiró, pero no comentó nada, y se afanó en ayudar a Meg, que tampoco disponía de cocinera, aunque ella decía que le encantaba cocinar, que la «relajaba». Algo que a ojos de una mujer de su tiempo y de su posición social, resultara inexplicable y harto engorroso.
–Ahora se escurren así y una vez sin agua los ponemos en el plato –Meg volcó la cacerola con los «espaguetis» sobre una especie de tamiz de metal y esperó a que estuvieran sin una gota de agua para servirlos en un plato para cada uno, cubiertos por una salsa de tomate con carne picada que se llamaba Boloñesa–. Esto es lo mejor del mundo, Aurora, verás como te gustan.
–¿No conoces la pasta? –Richard Montrose le preguntó cuando se sentaron a la mesa y ella negó con la cabeza–. Y… ¿qué comían en tu tiempo? ¿Qué cenabais en una noche normal como esta?
–Richard –Meg lo miró ceñuda y Aurora se apoyó en el respaldo de la silla.
–De primero sopa, y, de segundo, variedad de carnes, guarniciones y salsas. Se sirven en el centro de la mesa y cada comensal puede elegir lo que más le apetece comer.
–¿Y los postres? –preguntó Zack y ella se giró hacia él sintiendo los persistentes ojos azules del señor Montrose encima.
–Los postres suelen ser frutas y frutos secos. En ocasiones especiales, sobre todo si hay invitados, se suelen incluir dulces y helados, depende de los gustos de los anfitriones.
–Dicen que podían llegar a sumarse más de veinticinco platos en una cena.
–Puede ser, pero no había que comérselos todos –sonrió y bajó la vista para seguir lidiando con su pasta, que era un poco complicada de comer. Enrolló una porción en el tenedor, como le explicaron sus amigos, y se metió un buen bocado en la boca.
–Eso la gente rica, me imagino –opinó Richard y ella lo miró.
–Supongo que sí, señor.
–Y ¿a qué hora eran esas cenas en una casa como la tuya?
–A las cuatro en invierno, a las cinco en verano.
–¿Y no comíais nada hasta el día siguiente?
–Sobre las ocho de la tarde se suele servir un té con algo ligero, pastelillos normalmente. En invierno en el interior de la casa, en verano al aire libre, esa es realmente la última comida del día.
–Bueno, dejémosla cenar en paz –Meg dio una palmada y luego acarició el brazo de su hermano–. ¿Te has comprado un coche nuevo?
–Me lo regaló un cliente.
–Joder, macho, tienes unos clientes cojonudos –bufó Ben.
–Es parte de una comisión, se lo desgravó como gasto de empresa, así que seguro que le ha salido muy rentable. ¿No habéis salido aún a la calle? –volvió a prestar atención a Aurora y ella empezó a sentirse un poco incómoda.
–No hemos salido a pasear muy lejos.
–¿Te apetece dar un paseo, Aurora? La noche está muy agradable y Bath está muy animado un viernes por la noche.
–No tenemos que salir, no te preocupes, cariño –Meg la miró y le sonrió.
–¿Por qué no? Si está aquí tendrá ganas de conocer nuestro mundo, ¿no? –insistió el señor Montrose y todo el mundo lo miró con cara de enfado–. ¿Qué? Vale, solo era una idea. СКАЧАТЬ