La riqueza ornitológica del país es tal que su identificación precisa requiere el uso de libros especializados. Con más de 850 especies catalogadas hasta la fecha, Etiopía es uno de los países más afortunados del continente en este ámbito. Las poblaciones de aves se concentran principalmente alrededor de los lagos alcalinos del valle del Rift, los lagos volcánicos y el lago Tana, pero también a lo largo de los ríos y en los exuberantes bosques. Los parques Abijatta-Shalla y Awash, así como el macizo de Bale, con un alto grado de endemismo y poblaciones de entre 300 y 400 especies diferentes, son lugares excepcionales para la observación de aves.
Aunque el avestruz es, sin duda, el ave más grande y reina en las llanuras semiáridas del oeste, es posible que otros dos congéneres de patas largas sorprendan a los visitantes. El secretario, una rapaz gris con una cresta de plumas eréctiles, se mueve paso a paso por la sabana en busca de las serpientes, que le encantan. Igual de imponente, la avutarda Kori ofrece un espectáculo fascinante durante sus rituales de emparejamiento: hincha las plumas del cuello, pisotea el suelo girando y hace vibrar todo su cuerpo a la vez que cloquea. En las zonas semidesérticas, no es raro sorprenderla inmóvil a la sombra de un arbusto durante las horas más calurosas del día. Las pintadas y los francolines pueden verse a lo largo de los senderos.
A orillas de los lagos destaca el horrible marabú, con el cuello hundido en los hombros; garcetas, garzas, cigüeñas y espátulas despliegan sus elegantes siluetas. Entre estas aves zancudas, el tántalo africano, de plumaje blanco y cola negra satinada, y el jabirú africano, una gran cigüeña con cabeza negra y pico rojo, sobresalen por su majestuosidad. El ave martillo, reconocible por su gran cabeza amartillada, y el picozapato, presente únicamente en los pantanos de Gambela, constituyen, cada uno, una familia del orden de los ciconiiformes. La grulla carunculada se distribuye en poblaciones aisladas y vive en las altas mesetas cerca de los pantanos o en zonas herbosas. En estas vastas extensiones acuáticas, los pelícanos circulan a cientos y los flamencos rosas de los lagos Abijatta y Chitu aportan su inusual color al paisaje.
Aunque al ibis sagrado le encantan las orillas de los lagos, el ibis hadada también frecuenta sabanas y tierras agrícolas, mientras que el endémico ibis carunculado, reconocible por su protuberancia bajo la garganta, se observa con frecuencia en las tierras altas. La familia de los anátidos contiene multitud de especies de patos, a veces en simple parada migratoria, pero también el sirirí cariblanco, el ganso espolonado y el ganso egipcio de brillante plumaje marrón anaranjado, muy común. El ganso aliazul es característico de Etiopía y se encuentra cerca de los humedales en las tierras altas, hasta los 4000 m, y los lagos del Sanetti, en el macizo de Bale, son una de sus áreas favoritas.
Multitud de aves rapaces pueblan los cielos con su amenazante presencia. Sobre las llanuras, lagos, sabanas o cañones se ciernen varias especies de águilas ratoneras, buitres, halcones y águilas en busca de presas. El quebrantahuesos, con su impresionante envergadura, lanza huesos sobre las rocas para romperlos y extraer el tuétano, aunque también le gustan los polluelos y los huevos de flamencos o avestruces.
Entre las aves de gran pico, el cálao hace las veces de león. El cálao de pico plano, el cálao de pico rojo y el cálao con cresta, que pueden distinguirse por sus picos y están coronados por un puntiagudo casco amarillo, son aves grandes que pueden avistarse en vuelo o en reposo. Sin embargo, no hay nada comparable al cálao abisinio, que a menudo se ve deambulando por la sabana herbácea y que puede reconocerse por su casco corto y su protuberancia roja o azul. Con el cuervo picogordo y su mancha blanca en la nuca, los córvidos forman una especie endémica.
En las aves de tamaño mediano, la paloma de Guinea, enmascarada con rojo alrededor de los ojos, está muy extendida, mientras que la paloma de pecho amarillo se encuentra principalmente en la región de Tigray. Los turacos enmascarados y cenicientos, reconocibles por su esponjosa cresta, a veces se hallan en bosques abiertos de acacias. El loro de frente amarilla y los inseparables de abisinia, de un verde fluorescente, son dos especies endémicas.
Nombres como abejaruco gorgirrojo, de garganta blanca o escarlata, la amaranta senagalesa, el azulito carirrojo, la suimanga pechiescarlata o pechinaranja, o el pico de coral común dan una idea de la amplitud de la paleta de colores. Entre estas pinceladas de color abundan las coracias, los tejedores taveta y los picabueyes. El estornino metálico y el estronino soberbio brillan con matices que cambian según la luz, mientras que las viudas de Fischer, dominicanas y con collar de oro, impresionan con su cola desplegada en una especie de trenza majestuosa. Entre las cuatro especies de martín pescador, el martín pescador pío a menudo se puede ver flotando sobre los ríos, mientras que el alción senegalés, con su espalda azul eléctrico, vive más cerca de la linde del bosque. Por último, y sin duda lo más impresionante, mirlos cantores, mosqueros y colibríes (aquí llamados suimangas) muestran un arcoiris de colores en el corazón de los bosques e incluso en las poblaciones.
Es imposible cansarse del encanto de este espectáculo en cambio constante.
Flora
Marcada por un fuerte endemismo, la flora etíope es de una diversidad extraordinaria pero aún poco conocida.
Durante el período de floración, entre septiembre y octubre, verdaderas alfombras de flores amarillas cubren el campo. Las llamadas flores de Meskel (adey ababa, en amárico), de la familia de las margaritas, en honor de la fiesta de la Cruz que se celebra en esa época coincidiendo con el nuevo año etíope, son el símbolo de la flora etíope y anuncian el retorno de la estación seca y el tiempo de la cosecha. Algunas flores que crecen en las altas mesetas son comunes en otras zonas de climas templados, como la pimpinela escarlata, que es de color rojo o azul. Más arriba, en las montañas y especialmente extendida en la de Bale, el aloe vera, una pequeña planta con campanitas y la Knipholia foliosa, en forma de antorcha, muestran sus colores rojizos.
Característica de las zonas habitadas a media altitud, la euphorbia, una especie de cactus con forma de candelabro, se utiliza a menudo a modo de valla alrededor de casas o campos.
Las regiones montañosas se caracterizan por una vegetación de brezos de la familia Erica, salpicada de muchas flores endémicas y siemprevivas multicolores y dominada por lobelias gigantes.
Particularmente densos en el sudoeste y en el macizo de Bale, los bosques cuentan con una gran diversidad de especies, entre las que destacan el ficus, el Cupressus, el Hagenia abyssinica, denominado cabotz, o el Juniperus. El imponente sicomoro o el tulípero de Gambia, reconocible por sus grandes flores anaranjadas, son también especies comunes. En las regiones más áridas, la acacia es el único árbol que resiste entre una vegetación arbustiva dominada por el Balatines aegyptica, o datilero del desierto, de espinas impresionantes.
La aclimatación de muchas especies vegetales europeas convierte a Adís Abeba en una capital muy florida, dominada por el omnipresente eucalipto, otra especie introducida que ha proliferado rápidamente.
El eucalipto
En los últimos treinta años, cerca del 80 % de los bosques etíopes han sido
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