El amor de sus sueños. Julie Cohen
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Название: El amor de sus sueños

Автор: Julie Cohen

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: elit

isbn: 9788413489599

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СКАЧАТЬ bajo los pies de Jack y cayó a una especie de oscuro sótano. Se quedó tendido sobre su espalda sin poder moverse. Al momento vio la rubia cabeza de su amigo aparecer sobre él en el agujero.

      –¿Estás bien?

      –Sí, sí. Sólo algo sobresaltado –repuso Jack sentándose y pasándose la mano por el pelo.

      –Creo que te caíste por la trampilla. Supongo que tu peso rompió las bisagras y la puerta cedió.

      –Parece que así es como se accede al sótano. ¡Está bien saberlo! –dijo Jack mirando a su alrededor.

      Un montón de trapos sucios le habían suavizado la caída, que había sido de unos dos metros. No entraba mucha luz, pero parecía un espacio bastante amplio.

      Oz comprobó el estado del suelo y parecía sólido. Se sentó al borde de la trampilla.

      –No tengo que explicarte el simbolismo de que te hayas caído dentro de un negro agujero, ¿verdad?

      –Ja, ja. Cada día eres más gracioso, Oz. ¿Me vas a sacar de aquí?

      –Aún no. Me alegro de tenerte atrapado, Jack, porque así puedo decirte que estoy de verdad preocupado por ti. No puedo creerme que el rey de las conquistas lleve once meses sin sexo. Ése no eres tú. Y todo por culpa de un sueño…

      –No fue un sueño cualquiera, fue el mejor de mi vida. Hizo que me diera cuenta de que estaba perdiendo el tiempo pasando de una mujer a otra. Lo que experimenté en ese sueño fue increíble y no veo por qué iba a volver a acostarme con nadie hasta que pueda encontrar alguien con quien pueda tener algo así.

      –Jack, los sueños son parte de la fantasía. La realidad no puede ser tan buena como nuestros sueños. Por eso son sueños.

      –No, no con este sueño. Va a pasar, lo sé –le dijo Jack mientras se sacaba astillas de la camiseta––. ¿Te conté que mi abuela era adivina? Solía predecir el futuro de la gente. Creo que todos hemos heredado ese talento.

      –Tú no crees en esas tonterías, ¿verdad?

      –¡Eh! Estás insultando a mi abuela. ¡Debería pegarte una paliza!

      –Muy bien –repuso Oz de nuevo con su tono de psicólogo–. Me creo lo que dices del sueño y la fe que tienes en que algún día te encontrarás con alguien en tu vida que te ofrecerá una experiencia igual. Aunque fuera verdad, cuando la conozcas, ¿cómo vas a saber que esa mujer es con las que vas a tener esa increíble conexión sexual?

      –Simplemente, lo sabré.

      –¿Cómo?

      –Lo sabré y ya está.

      Oz miró a su amigo con desesperación y suspiró.

      –Por esto me preocupas, Jack. Nunca te has comprometido con nada ni con nadie. Has pasado por la vida sin implicarte y ahora de repente te metes en este proyecto descomunal con el cine y renuncias a una vida sexual muy activa y envidiable por culpa de un sueño. ¿De verdad crees que estás preparado para comprometerte con la mujer de ese sueño si es que algún día la encuentras?

      –Poco a poco, chico. Quiero encontrarla y acostarme con ella, eso lo tengo claro. En cuanto a lo de comprometerme, eso son palabras mayores…

      –¿Nunca has pensado que quieres hacer una película de tu vida porque las películas sólo duran dos horas?

      –Lo que el viento se llevó dura más de tres horas y media…

      –Ya sabes a qué me refiero. Las películas no son tan complicadas como la realidad. Las ves y después te vas. No tienes por qué implicarte, tus emociones están seguras. ¿Es por eso por lo que quieres que tu vida sea una película?

      Jack se encogió de hombros.

      –¿Qué quieres decir con todo eso?

      –¿Cuánto tiempo has permanecido fiel a algo? ¿Un trabajo, un proyecto, una mujer? Y ahora de repente, tomas todos estos compromisos. Porque son compromisos lo llames como lo llames. Y no sé si estás preparado.

      –Deja de psicoanalizarme, Oscar. Puedo prestar atención a algo durante más de dos horas. Puedo probarlo. Te prometo que en menos de un año este cine será un precioso cine funcionando a pleno rendimiento y que habré tenido la mejor experiencia sexual de mi vida. Y estoy dispuesto a hacer lo que sea necesario por conseguir ambas cosas –le dijo ofreciéndole la mano.

      Oz tomó la mano de su amigo para sellar el acuerdo.

      –Y ahora, ¿vas a ayudarme a salir?

      La mano de Oz dejó de moverse.

      –Sí, espera un segundo –dijo soltándole la mano y desapareciendo.

      –¿Oz? ¡Oz!

      Se subió a una pila de ladrillos que había en el sótano pero, aun así, no llegaba hasta el agujero. Oyó pasos alejándose y una puerta que se abría.

      –Hola. ¿Es usted el nuevo propietario? –oyó preguntar a una voz femenina.

      Jack sintió algo extraño en su pecho. Algo así como una sacudida. Dejó de intentar salir del agujero y se detuvo para escuchar sin hacer ruido.

      –No, el propietario está ahora atrapado en un agujero simbólico. Pase, por favor.

      –Soy Katherine Clifford, la diseñadora de interiores. Creo que es el señor Taylor con quien tengo que hablar, ¿no?

      Jack se dio cuenta que era la diseñadora que había elegido de la guía telefónica. Su voz le resultaba familiar. Había algo en su entonación cantarina o algo en cómo había pronunciado su nombre. No estaba seguro, pero le sonaba de algo.

      Sus latidos se aceleraron y las manos comenzaron a sudarle. Tenía el cuerpo tenso, intentando averiguar por qué su voz le era familiar, por qué le sonaba, por qué sentía que quería salir de un salto del agujero en el que estaba.

      –Bueno, como puede ver, aquí tiene mucho trabajo –le dijo Oz mientras andaban.

      Jack escuchó que sus pasos se paraban de repente.

      –¡Escucha! ¿No te conozco de algo? ¿No eres de por aquí? Soy Oscar Strummer.

      –¡Oh! ¿Eres Oscar Strummer? ¿Oz?

      –El mismo.

      –Entonces, el propietario del cine, Taylor…

      –Es Jack Taylor. Yo soy el amigo idiota que se ha ofrecido a echarle una mano en su tiempo libre. Entonces, ¿de qué te conozco, Katherine?

      –Sí, Katherine, ¿de qué te conozco? –murmuró Jack en las tinieblas del sótano preguntándose si la habría conocido once meses antes en su sueño.

      –¿Jack Taylor es el propietario del Delphi? –preguntó ella–. Fuimos al instituto juntos –contestó ella después de un momento–. Los dos erais un año mayores. No te reconocí cuando entré. Eres mucho más alto ahora.

      –Sí, СКАЧАТЬ