E-Pack Jazmín B&B 1. Varias Autoras
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Название: E-Pack Jazmín B&B 1

Автор: Varias Autoras

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Pack

isbn: 9788413487779

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СКАЧАТЬ no había sido solo un día, sino todo un fin de semana con Selene Louvardis.

      Se excitó al pensar en ella, como siempre que recordaba aquel fin de semana. Cada vez que lo recordaba revivía la fiebre que lo había poseído, terminando en aquella sensación irreal de paz, y casi de total amnesia. Se había despertado sin recordar nada más que aquel tempestuoso encuentro…

      Hasta que descubrió que se había marchado. Y estando frente a su casa experimentaba la misma sensación de vacío que experimentó entonces.

      Le había parecido rabia, incluso furia. Pero al final se dio cuenta de lo que era: alivio.

      Selene le había ahorrado el problema de encontrar una salida a su interludio de locura temporal, a esa intimidad inédita, por no decir llena de consecuencias. Se habían lanzado de cabeza como uno se lanzaba al peligro para escapar del dolor.

      Pero, evidentemente, Selene había decidido que lo mejor sería no despedirse, romper sin decirse adiós, seguir con las hostilidades y olvidar que durante dos días habían sido amantes.

      Había luchado contra el deseo de protestar por esa decisión durante horas, pero terminó pensando que era lo mejor.

      Para respetar esa mutua decisión de evitarse, no había vuelto a Estados Unidos desde entonces. Ella era quien había impedido que volviese y era ella ahora, y sus hermanos, los que habían hecho que estuviera allí.

      Estaba a punto de entrar en otra reunión familiar de los Louvardis. Esa vez, una fiesta en lugar de un entierro.

      Ni los negociadores, ni los emisarios, ni los correveidiles habían podido resolver la situación, potencialmente más catastrófica que ninguna otra.

      Los Louvardis ya no intentaban contenerlo con interminables negociaciones. No, ahora estaban intentando destrozar con un hacha su trono en el mundo naviero y no tenía la menor duda de que se volverían kamikazes si de ese modo lo hacían caer con ellos.

      De modo que estaba allí como última instancia, para descubrir qué había instigado aquello. Se lo debía a su padre, y a Selene, darles una oportunidad de llegar a un compromiso, de dar marcha atrás, antes de emplear toda su artillería pesada para hundirlos.

      La ferocidad del último ataque hacía que se preguntara si Selene estaría detrás, aunque no le parecía posible porque no era una mujer despechada; en realidad, había sido ella quien le dio la espalda.

      Pero, fuera lo que fuera, tenía que terminar de inmediato, de una manera o de otra.

      Por fin, atravesó la verja de entrada. Afortunadamente, el hombre que le pidió la invitación debió de reconocerlo porque no le puso ninguna pega. No sabía cómo habría reaccionado si alguien se hubiera interpuesto entre él y su objetivo, que pensaba conseguir en el menor tiempo posible antes de marcharse de allí, esa vez para no volver.

      Aristedes atravesó la enorme puerta de roble de la mansión, la curiosidad de la gente con la que se cruzaba lo enfurecía aún más. Debía de estar en peores condiciones de lo que había creído si esa violación de su privacidad, que hasta entonces no le había importado nunca, lograba sacarlo de quicio.

      Tenía que encontrar al clan Louvardis y lo antes posible…

      –Esta vez puedo echarte a patadas, Sarantos.

      Nikolas Louvardis. El que llevaba el timón de la empresa familiar, por así decir, desde la muerte de Hektor. Y probablemente el responsable de la escalada de las hostilidades. Mejor. Él siempre lidiaba con la fuente de los problemas.

      Aristedes se volvió hacia el hombre que los medios de comunicación llamaban «el otro» dios griego del negocio naviero.

      –Hola, Louvardis –le dijo, mirando sus ojos azules y sin molestarse en ofrecerle su mano porque sabía que no se la estrecharía. Pero terminaría aquella conversación obligándolo a que se la estrechara–. Yo también me alegro de verte.

      –Date la vuelta mientras puedas hacerlo por tu propio pie, Sarantos. Si no lo haces, los reporteros grabarán en vídeo lo que pase y lo venderán al mejor postor.

      Aris contuvo una risa amarga.

      –No me vendría mal un poco de propaganda, pero me han dicho que tocas el piano y no creo que quieras arriesgar tus preciosas manos.

      –Solo contra tu mandíbula, Sarantos –replicó Nikolas–. O tal vez no. Que estés aquí lo dice todo: tienes miedo.

      –¿Ah, sí? Explícame esa fascinante teoría.

      –¿Quién soy yo para decepcionar al gran Aristedes Sarantos? –Nikolas le mostró los dientes en una sonrisa que, seguramente, haría que muchos hombres se asustasen–. En este momento te ves en la obligación de convertirte en el mayor magnate naviero del mundo, no solo uno de ellos, o te arriesgas a perderlo todo. Y solo una empresa impide que lo hagas, la naviera Louvardis.

      –Vosotros no sois el único imperio.

      –Pero somos los mejores –replicó Nikolas–. Si no lo fuéramos, si tuvieses alguna alternativa, no estarías aquí.

      –A vosotros os ocurre lo mismo. Ahora más que nunca es vital que formemos equipo. Puede que seáis los mejores ingenieros navales, pero yo soy el mejor constructor.

      Nikolas se encogió de hombros.

      –Estamos dispuestos a darle ese puesto a otro. Y sea quien sea el que elijamos, pronto será el mejor.

      –Yo podría decir lo mismo –replicó Aris–. Pero preferiría no buscar nuevos colaboradores.

      –¿Por qué no?

      –No he llegado donde estoy arreglando lo que no está roto. ¿Por qué intentas romperlo tú? Incluso tu padre, que argüía diferencias irreconciliables con mi modo de hacer negocios como razón para ser mi enemigo, jamás fue tan lejos como para vetarme antes de firmar un contrato. Siempre logramos llegar a un acuerdo beneficioso para los dos. ¿Por qué ese cambio de táctica?

      –Mi padre siempre intentó apartarte del negocio. Que acabara doblegándose no fue por tus fabulosas dotes para negociar, sino que tus tácticas terroristas asustaron a los accionistas y al consejo de administración. Y eso es algo que pensamos rectificar. No volverás a retorcernos el brazo, Sarantos.

      Aris dio un paso adelante.

      –Hablas como si Hektor no me hubiera retorcido el brazo en muchas ocasiones. Estábamos empatados, yo perdí tantas veces como vosotros y gané otras tantas. Especialmente desde que tus hermanos y tú aparecisteis en escena.

      –Mi padre nos reclutó cuando pensó que necesitaba sangre joven y la creatividad de las nuevas generaciones. Aunque lo hizo a su pesar.

      De modo que no todo había sido armonía en el hogar de los Louvardis, pensó Aris. Nikolas estaba resentido contra su padre por no apreciar su talento.

      ¿Quién habría pensado que Nikolas Louvardis y él pudieran tener algo en común? Y algo tan esencial, además.

      –Pero al final os reclutó y acabasteis siendo más problemáticos para mí que vuestro padre. Llevasteis el juego a un nivel más alto y me obligasteis a ser mejor jugador. Pero tú sabes, como él, que no СКАЧАТЬ