E-Pack Jazmín B&B 1. Varias Autoras
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Название: E-Pack Jazmín B&B 1

Автор: Varias Autoras

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Pack

isbn: 9788413487779

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СКАЧАТЬ voz femenina era desconocida. De pelo y ojos oscuros, entrada en años, pero elegantemente vestida y peinada, la mujer no estaba mirándolo a él, sino al niño.

      –Lo siento mucho, señor –se disculpó–. Voy a buscar algo para limpiarlo.

      Aris la miraba sin verla mientras corría hacia una mesa y volvía poco después con un paño. Luego se inclinó para tomar en brazos al niño, que seguía mordisqueando la pernera de su pantalón, a pesar de las ruidosas protestas del crío.

      –Lo siento mucho… espero que se quite la mancha. Pero no se preocupe, la señorita Louvardis le compensará por los daños.

      Aris miró el paño y luego a la mujer, perplejo. Evidentemente, trabajaba para Selene. Debía de ser la niñera.

      Del hijo de Selene.

      El hijo de Selene… y suyo.

      –No sé qué le ha pasado –siguió la mujer–. Normalmente no se acerca a los desconocidos.

      Aris apenas la escuchaba. Estaba concentrado en el niño, que seguía alargando los bracitos hacia él, con sus ojos grises llenos de lágrimas y sus labios temblorosos, como si estuviera suplicándole que lo salvase de algún monstruo.

      Sin pensar, Aris levantó los brazos para tomarlo…

      –¡Eleni!

      Los tres se volvieron y el niño lanzó un grito de alegría.

      Selene.

      Aris la vio acercarse, como una leona defendiendo a su cachorro, con la melena oscura volando alrededor de su cara como furiosas llamas negras.

      –Eleni, recógelo todo, nos vamos ahora mismo.

      La mujer miró a Selene, aparentemente sorprendida por el tono. Pero, asintiendo con la cabeza, recogió la bolsa del niño y desapareció sin decir nada.

      Entonces, Aris se concentró en Selene. Selene, que lo miraba como si fuera a lanzarse a su cuello.

      –¿Qué haces aquí? ¿Cómo te atreves a seguirme?

      No tenía sentido negar la acusación, aunque en realidad no quería una respuesta. Y lo dejó claro dándose la vuelta para seguir a la niñera y el niño.

      Sin pensárselo dos veces, Aris fue tras ella y la tomó del brazo.

      –¡Te he dicho que me dejes en paz!

      –No me lo habías contado. No me dijiste que teníamos un hijo –le espetó él.

      La verdad estaba en sus ojos. La veía luchando contra mil reacciones distintas, desde la sorpresa al miedo y la resignación al verse descubierta. Y, de nuevo, la furia en menos de un segundo.

      Pero Selene Louvardis era una fabulosa abogada que podía lidiar con cualquier situación, por difícil que fuese.

      De modo que irguió los hombros y le enseñó el rostro que mostraba en los tribunales: serio, inescrutable, compuesto.

      –¿Por qué iba a contártelo? ¿Qué tiene que ver contigo?

      –Tú has hecho que no tuviera nada que ver conmigo.

      Su propia voz sonaba extraña a sus oídos, absolutamente furiosa.

      A Selene le temblaban los labios, pero contuvo el temblor apretándolos en un gesto desafiante. No estaba tan serena como quería aparentar, pero un segundo después su expresión volvió a ser impenetrable.

      –Mira, Sarantos, si te preocupa que esto tenga repercusiones para ti, puedes estar tranquilo. Lo nuestro fue un encuentro fortuito y yo pensé que estaba segura… no se me ocurrió pensar en el caos hormonal que sufría tras la muerte de mi padre. A ti no se te ocurrió comprobarlo y yo no tenía intención de llamarte para ver si te parecía bien que tuviese a Alex. Pero sé que, de haberlo sabido, me habrías dicho que no lo querías. Soy yo quien decidió tenerlo, así que es mío y solo mío. Fin de la historia.

      En ese momento, la niñera apareció de nuevo empujando el cochecito de Alex.

      –Siento mucho que lo hayas visto y más que lo hayas reconocido de inmediato. Pero, de verdad, no ha cambiado nada. Siempre pensé que acabaría teniendo un hijo sola gracias a un donante de esperma… la realidad ha sido diferente, pero no te veas a ti mismo como algo más que eso.

      –¿Qué quieres decir?

      –Que puedes volver a tu vida como si no hubiera pasado nada. Y también puedes borrarme de tu lista de mujeres disponibles. Querer una aventura conmigo solo ha sido un incidente, un impulso que mi reticencia aumentó. Has venido para hablar de un contrato y estoy de acuerdo en aceptar tu oferta, nada más. Así que adiós, Sarantos. De verdad espero que nuestros caminos no vuelvan a cruzarse.

      Esa vez, Aris no movió un músculo para detenerla.

      La vio empujar el cochecito, con la niñera a su lado, y alejarse a toda prisa. Y se quedó donde estaba, atónito.

      Tenía razón.

      En todos los sentidos.

      Si hubiera llamado para preguntarle, le habría dicho que un hijo era lo último que deseaba. Hasta que vio al niño, Alex, la idea de tener un hijo lo había llenado de terror.

      Pero había visto a Alex.

      Y había vuelto a ver a Selene.

      Y a partir de ese momento, todo lo que sabía sobre sí mismo, todos sus planes de futuro, todo había dado un vuelco.

      Selene se contuvo hasta que metió a Alex en la cuna y se despidió de Eleni, pidiéndole disculpas por haberle hablado en ese tono por la tarde.

      Y luego se dejó caer sobre la cama, vestida, temblando.

      Aristedes había descubierto la existencia de Alex y se había dado cuenta, ignoraba cómo, de que era hijo suyo.

      Aún no se podía creer que lo hubiese averiguado solo con mirarlo.

      Alex no se parecía tanto a él… ¿o sí? Si tanto se parecía, ¿por qué nadie más se había dado cuenta? Sus hermanos no conocían la identidad del padre del niño y no porque no lo hubiesen intentado. La habían interrogado de todas las maneras posibles e incluso contrataron a un detective para que lo averiguase, pero sin resultados. Luego hicieron una lista de todos los hombres que se habían cruzado en su camino, eliminándolos sistemáticamente.

      Aristedes Sarantos era probablemente el único hombre al que ni siquiera habían tenido en cuenta.

      ¿Por qué? ¿Sería debido a su odio por él o a su convicción de que no sería tan tonta como para acostarse con el enemigo?

      Sin embargo, Alex tenía el pelo de Aristedes, sus ojos grises y el mismo hoyuelo en la barbilla…

      Verlos juntos había sido devastador.

      Desde que descubrió que estaba embarazada no había podido dejar de preguntarse cómo habría sido su vida si su relación СКАЧАТЬ