El otro. Miranda Lee
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Название: El otro

Автор: Miranda Lee

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Bianca

isbn: 9788413486888

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СКАЧАТЬ había sentido en esos momentos de acariciarle su delicado cuello y besarla en los labios. Su paciente le dijo algo que le sacó de aquellos pensamientos tan eróticos, los cuales incluso lo habían excitado.

      Jason frunció el ceño, salió del consultorio y se dirigió a la panadería. Nada más abrir la puerta, cambió su expresión por una más agradable.

      Una de las pegas que tenía vivir en sitios como Tindley era que nada pasaba desapercibido. No quería que todo el mundo empezara a comentar que el doctor Steel tenía problemas. También sabía que no era bueno hacer demasiadas preguntas, a pesar de que se moría por saber qué iba a hacer Emma con la tienda de su tía.

      –Buenos días, doctor Steel –le saludó Muriel–. ¿Lo de siempre?

      –Sí, gracias, Muriel –le respondió sonriendo.

      No había hecho más que sacar el zumo de naranja del frigorífico cuando Muriel ya le había puesto en una bolsa de papel su acostumbrada empanada de carne con champiñones y dos panecillos. Estaba a punto de pagar, cuando le picó la curiosidad.

      –La tienda de chucherías está todavía cerrada –comentó como por casualidad.

      Muriel suspiró.

      –Sí. Emma me ha dicho que no tiene ganas de abrir esta semana. Me da pena esa chica. Lo único que tenía en este mundo era a su tía, y se ha ido para siempre. El cáncer es una enfermedad horrorosa.

      –Tiene razón –respondió Jason mientras le entregaba un billete de cinco dólares.

      Muriel abrió la caja registradora para darle el cambio.

      –Cuando muera, me gustaría morir de un infarto, no de una enfermedad lenta. La verdad es que estoy sorprendida de que Ivy durara tanto como duró. Cuando el doctor Brandewilde la envió al hospital en Sydney el año pasado para la quimioterapia, yo no le daba más de unos días. Pero aguantó un año. En cierta forma, es un alivio para Emma que muriera. A nadie le gusta ver sufrir. Pero se ha quedado muy sola esa chica.

      –Supongo –comentó Jason–. La verdad es que es increíble que una chica tan guapa como Emma no tenga novio –se aventuró Jason.

      –¿No le han contado lo de Emma y Dean Ratchitt? Seguro que Ivy se lo contó. Al fin y al cabo, usted fue muchas veces a visitarla en los últimos meses.

      –No recuerdo que mencionara a nadie con ese nombre –respondió Jason. Al único Ratchitt que conocía era a Jim Ratchitt, un medio descastado que vivía en una granja fuera del pueblo–. ¿Tiene alguna relación con Jim Ratchitt?

      –Es su hijo. Tendría que enterarse de lo que se comenta por ahí –dijo Muriel mientras le entregaba el cambio–. Sobre todo si está pensando en echar la mirada en esa dirección, como supongo.

      –¿Qué se comenta?

      –Pues lo de Emma y Dean, por supuesto.

      –¿Estaban saliendo juntos?

      –Oh, eso no lo sé. A Dean le gustan las chicas liberales, y Emma no es así. Ivy la educó respetando los viejos valores. Esa chica cree en la castidad hasta el matrimonio. Pero quién sabe. Dean tiene mano con las mujeres, de eso no hay duda. Y durante un tiempo estuvieron saliendo.

      –¡Saliendo!

      –Sí. Eso fue antes de que Ivy se fuera a Sydney, el año pasado. Nos sorprendió mucho, porque Dean había estado saliendo con otra un mes antes. Emma llevaba un anillo que le regaló cuando se marchó a Sydney a ver a su tía. Cuando dos meses más tarde volvió de Sydney con Ivy, en todo el pueblo se comentaba que Dean había dejado embarazada a la chica pequeña de los Martin.

      –¿La chica con la que estaba saliendo antes de Emma?

      –No, no, esa era Lizzie Talbot. De todas formas, él nunca negó que se había acostado con la chica de los Martin, pero no quiso reconocer al niño. Dijo que la chica era muy liberal y que él no era el único que se había acostado con ella. Emma discutió con él justo en la puerta de la tienda de Ivy. Yo misma oí la discusión. Todo el pueblo la oyó.

      Muriel apoyó los codos en el mostrador, disfrutando con el cotilleo.

      –Dean tuvo la cara todavía de pedirle que se casara con él. Emma se negó y él perdió los estribos, acusándola de que había sido culpa suya, aunque a mí me gustaría saber la razón. Recuerdo que le gritó que si no se casaba con él, como habían pensado, lo suyo habría acabado. Ella le respondió, gritando también, que de todas maneras ella lo daba por terminado. Le tiró el anillo a la cara y le dijo que se casaría con el primer hombre decente que encontrara.

      –¿De verdad? –indagó Jason, incapaz de ocultar la alegría que le habían producido aquellas palabras.

      –No se haga ilusiones, doctor –le advirtió Muriel–. Estoy segura de que lo dijo por despecho. Se dice mucho por la boca, pero luego los actos son lo que importan. Lleva un año sin salir con nadie, aunque chicos no han faltado que se lo pidieran. ¿Quién le va a pedir que se case con él, si ni tan siquiera queda con ellos una vez? Todos sabemos que está esperando a que vuelva Dean. Y si vuelve… –Muriel se encogió de hombros con resignación, como si lo inevitable fuera que Emma iba a caer de nuevo en los brazos de su antiguo amor.

      Y aquel hombre había sido su amante. De eso Jason no tenía duda alguna. Las mujeres enamoradas pronto olvidan los valores que les han inculcado.

      De todas maneras, imaginarse a Emma en manos de semejante energúmeno le revolvía el estómago. Era una joven tan dulce y cariñosa que se merecía algo mejor.

      Se merecía alguien como él, decidió Jason. La modestia nunca fue una de sus virtudes.

      –¿Y qué le pasó a la chica que Jason dejó embarazada?

      –Se fue a la ciudad. La gente dice que abortó.

      –¿Usted cree que era de él?

      –¿Quién sabe? La chica era un poco casquivana. Si era de Dean, sería la primera vez que tuvo un desliz. Porque durante todos estos años, ha salido con todas las mujeres por debajo de los cuarenta de este pueblo, tanto si estaban casadas como si estaban solteras.

      Jason enarcó las cejas.

      –Todo un récord. ¿Qué es lo que tiene ese hombre?

      Muriel se echó a reír.

      –No se lo puedo decir yo, doctor, porque ya casi tengo sesenta. Pero de lo que no hay duda es de que es un chico muy apuesto.

      –¿Qué edad tiene?

      –Un poco más joven que usted, pero un poco mayor que Emma.

      –¿Y cuántos años tiene Emma?

      Muriel estiró su espalda, poniendo una expresión de reprobación.

      –Doctor, doctor… ¿qué es lo que ha estado haciendo estos meses mientras iba a casa de Ivy? Ése tipo de cosas es de lo que uno primero se entera, si se va en serio con la chica. Tiene veintidós.

      Jason frunció el ceño. Había pensado que era mayor. Tenía una expresión más madura, serena, СКАЧАТЬ