Название: Alguien espera
Автор: Valerie Parv
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: Jazmín
isbn: 9788413487120
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–A Caroline siempre le encantaron las flores.
–¿Recuerdas cuando se dedicaba a agarrar flores de los jardines del palacio para hacer ramos y guirnaldas? –preguntó diciéndose a sí misma que aquella nota de nostalgia que le había parecido discernir en su voz no era más que su imaginación.
–Sí, descalza y llena de flores. Era como una ninfa de los bosques. Seguro que le va muy bien.
–En casi todo, sí –contestó Caroline con sinceridad.
–¿Solo en casi todo? –preguntó el príncipe acercándose a ella.
–En el amor, no ha tenido tanta suerte –contestó Caroline viendo que aquello le interesaba–. Hace poco, un hombre la decepcionó profundamente.
–¿Cómo?
–Lo encontró con otra mujer.
–Pobre Caroline. ¿Lo pasó muy mal?
–Sí, pero yo… yo le dije que no merecía la pena –contestó Caroline pensando que era mejor cambiar de tema. Le gustaba que hubiera preguntado por ella, pero seguro que solo había sido por educación.
Bajó la ventana para dejar entrar el aire. Reconoció el paisaje. No quedaba mucho para llegar al palacio de Michel. Agradeció que las cartas de Adrienne, la hermana de Michel, la hubieran mantenido al tanto de todo.
El olor del jengibre y las orquídeas salvajes le trajeron recuerdos de cuando eran niños.
–Nunca pensé que cuando volviera a la Isla de los Ángeles, tú serías gobernador de la provincia.
–Sí, también de Nuee. Me encargo de la administración de las dos. ¿Qué creías que haría? –preguntó divertido.
–Supongo que te imaginaba buceando por los arrecifes de coral, buscando nuevas especies marinas o intentando comunicarte con los delfines –contestó pensando en que aquello era lo que le gustaba cuando era niño.
–Sigo haciendo todo eso, pero la biología marina es solo una actividad de ocio. Como mi hermano Lorne se empeña en recordarme, como miembro de la familia real, tengo mis obligaciones –rio.
Caroline pensó que no hacía falta que nadie le recordara nada. Ya de niño sabía perfectamente quién era y lo que ello significaba, aunque nunca alardeó de ello.
–Todavía me cuesta pensar que eres el heredero del trono –confesó Caroline–. ¿He metido la pata llamándote Michel en lugar de Su alteza real?
–Cuando éramos niños, nunca hubo ese protocolo entre nosotros –contestó moviendo la cabeza–. No quiero que lo haya ahora. De todas formas, no creo que las formas de cortesía sean lo más apropiado entre nosotros, dadas las circunstancias.
Aquello le cayó como un jarro de agua fría y la devolvió a la realidad. Por muy atractivo que le pareciera Michel, estaba fuera de su alcance ya que estaba prometido con Eleanor. Si Caroline tenía éxito en su misión para salvar a su hermana de semejante compromiso, a ella no le serviría de nada. Seguro que él no querría nada con ninguna de las dos después del engaño.
–¿Cómo están Lorne y Adrienne? –preguntó para distraerse.
–Mi hermano es el mejor rey que ha tenido jamás Carramer. Está enamoradísimo de Allie, su mujer, que es australiana, con la que tiene una hija, Aimee, hermana del heredero Nori, que tiene seis años.
Caroline no pudo evitar sentir cierta envidia. Lorne siempre había sido el distante, el que tenía demasiadas obligaciones como heredero como para jugar con las gemelas. Era la última persona de quien Caroline esperaba oír que estaba muy enamorado.
–Me alegro por él –dijo sinceramente–. ¿Y tu hermana?
–Adrienne está en París, en una conferencia internacional de cría de caballos. Creo que ella y Caroline todavía se escriben –contestó pensando en su adorada hermana.
–Qué pena que no esté. Me apetecía verla.
–No te preocupes, se va de vacaciones a la Provenza, pero volverá dentro de un par de meses.
–Quería decir que esperaba verla antes –corrigió Caroline. Michel no sabía que ella no pretendía quedarse tanto tiempo, pero él creía que había ido para quedarse–. ¿Sigue viviendo en la capital?
–Sí, pero no en el palacio. Como Lorne está felizmente casado, Adrienne dijo que el país no necesita dos primeras damas, así que se fue a vivir sola. Aun así, va mucho al palacio, más que yo.
–Supongo que tú estarás muy ocupado gobernando tus dos islas.
–Es una excusa como otra cualquiera para mantenerme alejado –contestó con un tono extraño.
Caroline sabía que Michel era el ligón de los hermanos, el playboy del que todo el mundo hablaba y no le debería haber sorprendido que a él no le gustara que su hermano intentara meterle en vereda, pero por alguna extraña razón le molestó. Parecía haber algo más.
–Cuéntamelo todo de Eleanor Temple –instó Michel.
Por un momento, se quedó pálida temiendo que la hubiera descubierto, pero se dio cuenta de que el empleo de la tercera persona era una costumbre real.
–¿Qué quieres saber?
–Lo normal. ¿Dónde fuiste cuando te fuiste de Carramer? ¿Qué hiciste? ¿Cómo es que tu hermana terminó trabajando con flores y tú te hiciste modelo? Adrienne me leía las cartas de Caroline, así que sé algo, pero no todo.
No le gustaba tener que mentirle, así que decidió ser todo lo sincera que podía.
–Cuando nos fuimos de aquí, nos fuimos al norte de Australia, donde papá se dedicó a estudiar el arte y la cultura de los aborígenes. Creí que tendría clima tropical, como Carramer, pero la mitad del año había monzón y la otra mitad era árido y había polvo por todas partes. Era polvo rojo y bromeábamos diciendo que nos íbamos a convertir en pieles rojas.
–Y os convertisteis en mujeres hermosas –dijo sacando un ejemplar del World Style en el que salía Eleanor. Una de las páginas, en las que salían las dos gemelas en casa de su abuela en California, estaba doblada.
Le contó que habían heredado la casa.
–Yo tengo allí mi base como modelo y Caroline tiene allí su negocio de flores.
–Seguís siendo iguales, aunque Caroline lleva el pelo diferente –comentó Michel mirando la fotografía y luego a ella.
Caroline pensó que, si hubiera sido Eleanor, se habría sentido molesta por las continuas referencias a su gemela, pero a ella le pareció confuso.
–A Caroline siempre le gustaron las cosas más sencillas.
–Yo diría más bien que es natural, no sencilla –contestó acariciando la foto.
–Seguro que Caroline diría lo mismo –contestó СКАЧАТЬ