Название: Un hombre para un destino
Автор: Vi Keeland
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
isbn: 9788417972264
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Dejó de mover los dedos.
—Sí.
—No se olvide de pulsar la tecla «Enviar» —me burlé.
A Charlotte no pareció divertirle mi sarcasmo.
—Decirle lo que pienso no sería profesional. No quiero perder el trabajo en mi primer día.
—Veo que aprendió mucho sobre profesionalidad en Tus Huevos.
—Que le den.
—Vaya, creo que ahora necesita la tecla «Borrar».
«Joder». En realidad, me metía con ella porque disfrutaba al verla saltar. Debía recordarme a mí mismo que estaba en la oficina sin permiso.
—Vuelva a explicarme cómo ha entrado en estas oficinas, señorita Darling. Porque tengo clarísimo que no trabaja aquí. Esta es mi empresa y le aseguro que, si la hubiera contratado, lo sabría.
Mi abuela apareció y nos interrumpió:
—En realidad, es mi empresa. —Entonces, se volvió hacia Charlotte y añadió—: Te pido disculpas por el comportamiento de mi nieto, querida.
—¿Nieto? —Charlotte me señaló con el dedo índice y nos miró alternativamente a mi abuela y a mí—. ¿Este hombre es… tu nieto? ¡Este es el tipo del que te hablé en el baño el otro día! ¡El agente inmobiliario engreído y pretencioso!
—Lo siento, Charlotte. No sumé dos más dos. —A pesar de sus palabras, mi abuela no parecía sorprendida en absoluto—. Jamás habría imaginado que Reed pudiera ser el idiota condescendiente que describiste.
—¿Baño? ¿De qué habláis? —pregunté.
Charlotte empezó a explicar:
—Cuando salí corriendo del apartamento de la torre Millenium, fui al baño. Allí me encontré con Iris. Obviamente, no tenía la menor idea de que fuera tu abuela. Vio que estaba nerviosa y llorando. Le conté todo lo que había pasado durante la visita al ático. Nos quedamos allí un rato charlando y, después, me ofreció el puesto de asistente personal.
«No puede ser, joder».
«No, no, no». Aquella mujer estaba loca de atar. De ninguna manera tendría acceso a mi agenda personal ni estaría al tanto de mis idas y venidas.
—Abuela, ¿podemos hablar un momento en mi despacho, por favor?
—Por supuesto. —Sonrió antes de mirar a Charlotte, que se había inclinado para recoger los pedazos del jarrón roto—. Charlotte, ¿por qué no vuelves a tu despacho y te familiarizas con la base de datos de la empresa? Ya he pedido a Stan, del departamento de informática, que vaya a ayudarte por si tienes alguna duda. Siento que el precioso jarrón que hiciste para mí se haya roto. No hace falta que lo recojas, puedo pedirle a otra persona que se ocupe de limpiar esto.
—No pasa nada, ya tengo casi todos los pedazos. Aunque quizá haya que pasar la aspiradora, por si quedan astillas. —Se enderezó y tiró el jarrón hecho añicos en una papelera antes de volver a mirarme enfadada—. Quizá Stan pueda instalarle un chip de sensibilidad a su nieto, porque parece que le hace falta.
Chasqueé los dedos.
—Debieron de olvidarse de hacerlo cuando me instalaron el detector de mentirosas.
«Tengo que dejar de disfrutar con esto de una vez».
Charlotte me observó un instante antes de darse la vuelta y alejarse de mí. Una extraña sensación me burbujeaba en el pecho mientras contemplaba sus mechones de pelo rubio balanceándose al ritmo de sus pasos al marcharse. Sabía que era un sentimiento de culpa. Mi reacción había sido la esperada, dado que la chica estaba como un cencerro, pero, de algún modo, ahora me sentía como un completo imbécil.
Mi abuela me siguió hasta el despacho sin abrir la boca.
Tras cerrar la puerta, dije:
—Sabes que vas a tener un buen día cuando tu propia abuela te llama idiota.
—Bueno, a veces te comportas como un idiota. —Parecía divertida ante mi enfado—. Es guapa, ¿verdad?
«Claro, si te parece guapa una chica con ojos expresivos, labios carnosos y el cuerpo de una pin-up de los años cincuenta. Más bien es como la kryptonita».
La belleza física de Charlotte era innegable. Pero de ninguna manera iba a reconocerlo; su «locura» eclipsaba toda la belleza.
Hice una mueca.
—Abuela…, ¿qué estás tramando?
—Creo que sería una excelente trabajadora en tu equipo.
Señalé hacia la puerta y grité:
—¿Esa mujer? Esa mujer no tiene nada de experiencia. Por no mencionar que está loca de atar y que es una mentirosa. Deberías haber visto el montón de sandeces que escribió en su solicitud para visitar el ático de la torre Millenium.
Sonrió con actitud burlona.
—Surf de perros. Lo sé.
—¿Lo sabes y, aun así, la has contratado? —Empecé a pasearme por el despacho, con la tensión por las nubes—. Lo siento, pero entonces la que está mal de la cabeza eres tú. ¿Cómo puedes pretender darle acceso a nuestra información personal y profesional más delicada?
Mi abuela tomó asiento en el sofá que había frente a mi mesa y contestó:
—No sabía lo que hacía cuando rellenó esa solicitud; ni siquiera recordaba haberlo hecho. Estaba borracha y no fue más que una tontería. Todos hemos tenido noches así, al menos yo. No voy a contarte todo lo que hablamos, porque eso queda entre Charlotte y yo, pero tenía razones para actuar como lo hizo. Y vi algo en ella que me recordó a mí misma. Creo que tiene un espíritu fuerte y que posee el tipo de energía vibrante que necesitamos aquí.
«¿Está de broma?».
«Vibrante».
Charlotte me recordaba a la cegadora luz del sol cuando te despiertas con resaca. Vibrante, sí, tal vez; pero de lo más inoportuna.
Mi abuela era una persona amable y empática, siempre veía el lado bueno de las personas. Lo respetaba, pero me pregunté si no la estaban manipulando.
—Es una mentirosa —repetí.
—Mintió, pero no suele mentir. Hay una diferencia. Cometió un error. Charlotte se confesó conmigo, una completa desconocida. No tenía por qué hacerlo. Es una de las personas más honestas que he conocido jamás.
Me crucé de brazos y sacudí la cabeza con incredulidad.
—No puedo trabajar con ella.
—No voy a cambiar de opinión sobre su puesto de trabajo, Reed. Tienes dinero de sobra para contratar a tu propio asistente personal si no quieres compartir a la de СКАЧАТЬ