Название: ¿Quién me movió el púlpito?
Автор: Thom Rainer
Издательство: Bookwire
Жанр: Религия: прочее
isbn: 9781646910878
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Tomó una decisión. El púlpito tenía que irse.
El viernes de la semana siguiente, Derek les pidió a los dos custodios que sacaran el viejo y enorme púlpito. Lo reemplazó por un nuevo estilo de púlpito, un pequeño atril que apenas se notaba. Ahora —pensó—, el púlpito complementará mi estilo de predicación.
En retrospectiva, el pastor ahora se da cuenta de que debería haber esperado la explosión; y admite que entró al servicio de adoración ese domingo con un poco de ingenuidad. Debería haber notado la tensión entre algunos en la habitación, al igual que las conversaciones entre dientes que tuvieron lugar antes y después de los servicios.
«Estaba ciego y me tomó por sorpresa —confesó Derek—. No me di cuenta de los rumores y murmullos de aquel domingo por la mañana. Supongo que me había confiado demasiado en mi estilo de liderazgo».
Todo comenzó aquel domingo por la tarde.
Primero, hubo una serie de correos electrónicos. Todos eran negativos, aunque el tono variaba en intensidad. Un miembro de cinco años sugirió amablemente: «Usted debería habernos advertido un poco». En el otro extremo, un miembro de setenta y tantos años atacó directamente al pastor: «¡Lo que ha hecho es herético! Debería avergonzarse de sí mismo. Creo que necesitamos ejercer un voto de no confianza contra usted». El resto del correo electrónico incluía otras ochocientas palabras, pero ya usted comprende la esencia.
Las cosas andaban mal. Muy mal.
Derek perdió la cuenta de los correos electrónicos, las reuniones y las llamadas telefónicas aquella semana. Entre todas, no había una voz de apoyo. Dejó de abrir el Facebook después de ver varias publicaciones que arremetían contra él.
El pastor sabía que lo había arruinado todo. «Violé mis propios principios de liderazgo —expresó—. En las iglesias establecidas en las que serví, siempre he realizado los cambios de manera gradual. He tratado de no sorprender a la gente, y de obtener la mayor participación posible —hizo una pequeña pausa—. Supongo que tuve un período de locura temporal», concluyó, pero solo medio en broma.
Derek sabía lo que tenía que hacer. Supuso que era demasiado tarde para traer el viejo púlpito de vuelta. El daño ya estaba hecho, y él realmente quería acentuar su estilo más informal. Determinó que el próximo domingo ofrecería una disculpa formal a la congregación.
El pastor entró algo turbado en el centro de adoración el domingo siguiente. No se sorprendió de ver a la gente haciendo comentarios entre dientes. No le sorprendió sentir la tensión en la habitación. Y no se sorprendió al ver muchos ojos mirando en dirección al púlpito.
Sin embargo, sí se sorprendió por lo que vio cuando miró al lugar donde estaba el púlpito. Cuando siguió aquellas miradas hacia el podio, Derek soltó un grito ahogado. Para sorpresa suya, constató el motivo de los murmullos de ese domingo.
El viejo púlpito estaba de vuelta.
Muchos miembros sostienen que la siguiente respuesta realmente sucedió. De hecho, afirman que se escuchó tan alto que toda la congregación se detuvo en una conmoción silenciosa. Todos alegan haberla escuchado. De hecho, algunos de los miembros señalaron que la pregunta del pastor se parecía más a un lamento de agonía. «¿Quién me movió el púlpito?».
Las consecuencias
Cuando hablé con Derek sobre este incidente, él estaba en su noveno año en la Iglesia del Redentor. Había sobrevivido a la crisis, aunque a duras penas.
«Lo que es realmente decepcionante —me expresó el pastor—, es que hayamos perdido probablemente dos años de impulso y ministerio efectivos. Hemos estado muy enfocados hacia dentro abordando este problema».
El pastor todavía está procesando la cuestión. Expresó: «Por un lado, realmente no puedo creer que los miembros estuvieran tan preocupados por algo como un púlpito. No creo que se hubieran molestado tanto si hubiera predicado herejías en mi sermón. Simplemente no tiene sentido».
Le preguntamos a Derek qué hizo inmediatamente después de que trajeran el viejo púlpito de regreso. Su respuesta fue suave pero honesta: «Me enfadé muchísimo». Podríamos asegurar que, aunque habían pasado dos años, todavía había dolor y pesar. «Pensé que me había ganado el derecho de hacer algo tan sencillo como cambiar un púlpito —se lamentó; respiró hondo y continuó—: No era tan sencillo como pensaba».
Primer fallo: no orar
Derek estaba totalmente dispuesto a realizar un diagnóstico sobre esta crisis. El pastor era un aprendiz en desarrollo. Ahora que la Iglesia del Redentor había comenzado a recuperar impulso, él estaba contento de evaluar lo qué había fallado.
«Puedo decirle fácilmente cuál fue mi primer disparate —comenzó—. Cada vez que dirigí un cambio en esta iglesia, lo inicié en oración». Le pedimos que ahondara. «En todos los demás cambios —nos señaló—, pasé unas dos semanas orando al respecto antes de siquiera mencionárselo a alguien más. Esta vez actué sin oración».
Derek no había terminado de explicar. «Luego le pedía a algunos de los verdaderos guerreros de oración en la iglesia que lo pusieran en oración— continuó—. Hay alrededor de ocho de estos hombres y mujeres que tienen un corazón y una pasión por la oración intercesora. Esta vez les pasé por encima».
Hizo una pausa. Era como si Derek captara la gravedad del error que había cometido. «Comencé en mi propia fuerza —comentó casi en un susurro—. Me había vuelto tan confiado y arrogante en cuanto a mi propio liderazgo, que al parecer pensé que esta vez no necesitaba a Dios. Es una locura. Absolutamente una locura».
Segundo fallo: no evaluar las consecuencias imprevistas
Derek admitió saber que, para muchos miembros de la iglesia, el viejo púlpito era un asunto emocional. «Lo que no puedo creer —expresó—, es que nunca me pregunté cómo respondería la gente ante este cambio. Debería haberlo previsto mejor».
Uno de los principios del liderazgo en cualquier organización, sobre todo en una iglesia local, es la ley de las consecuencias imprevistas. Esta indica que cualquier cambio significativo en una organización producirá reacciones que van mucho más allá del cambio en sí mismo.
El pastor no había considerado las consecuencias de mover el púlpito. Aunque sabía que existían antiguos y profundos vínculos emocionales con el púlpito, no consideró cómo las reacciones podrían impactar la iglesia. Derek pensó que podía asegurar el éxito con la fuerza de su personalidad.
Tercer fallo: no comunicar
En una ocasión un pastor me preguntó cuánto debía comunicar un tema importante en la iglesia. Mi respuesta fue: «Mucho más de lo que lo está comunicando ahora». Para ser franco, no sabía en realidad cuánto se comunicaba con la congregación. Simplemente sé que si algo es importante para la iglesia, toda comunicación será de provecho.
Derek СКАЧАТЬ