El Hombre A La Orilla Del Mar. Jack Benton
Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу El Hombre A La Orilla Del Mar - Jack Benton страница 7

Название: El Hombre A La Orilla Del Mar

Автор: Jack Benton

Издательство: Tektime S.r.l.s.

Жанр: Зарубежные детективы

Серия:

isbn: 9788835417149

isbn:

СКАЧАТЬ en una farola para recuperar el control. Un agente de policía bajo la ventanilla e indicó con la mano a Slim que subiera.

      Con poco más de cincuenta años, el hombre sacaba diez a Slim, pero parecía en forma y saludable, el tipo de hombres que toma muesli y zumo de naranja para desayunar y sale a correr a la hora de comer. Slim recordó con cariño los días en que había visto en el espejo un hombre así que le miraba, pero habían pasado un par de años desde que había tirado y roto el único espejo de su piso y nunca se dedicó a pensar en la mala suerte que había generado.

      El policía sonrió.

      —¿Qué está pasando? Llevo hoy tres llamadas. El doble de la media semanal. ¿Qué casa está pensando robar?

      Slim suspiró.

      —Supongo que, si tuviera que elegir, iría a esa verde de Billing Street. ¿Era el número seis? ¿El marido trabajando y dos Mercury al lado? Se puede decir por el sonido del aire acondicionado que la casa contiene un tesoro. Quiero decir, ¿quién tiene aire acondicionado en el noroeste de Inglaterra? Ya estaría allí si no quisiera arriesgarme a que la alarma que hay justo detrás de la puerta tenga una conexión directa con la policía.

      —Sí que la tiene. Terry Easton es un abogado local.

      —Sanguijuelas.

      —Tiene razón. Así que déjeme adivinar, ¿señor…?

      — John Hardy. Llámeme Slim. Todo el mundo lo hace.

      —¿Slim?

      —No pregunte. Es una larga historia.

      —Sería lo normal. Así que, Mr. Hardy, adivino que no está realmente interesado en mitos y leyendas locales. ¿Quién es usted, un policía camuflado de Scotland Yard?

      —Ya me gustaría. Inteligencia militar, despedido. Ataqué a un hombre que en realidad no se estaba tirando a mi mujer. Cumplí mi condena, salí una serie de habilidades previas y un problema con la bebida esperando a desarrollarse.

      —¿Y ahora?

      —Investigador privado. Trabajo sobre todo en los alrededores de Manchester. El hambre me ha traído tan al norte —Palmeó su barriga—. Que no le engañe. Solo es cerveza y agua.

      Como si no estuviera seguro dónde se encontraba Slim entre la verdad y el humor, el hombre intentó una sonrisa.

      —Bueno, Mr. Hardy, mi nombre es Arthur Davis. Soy el inspector jefe de nuestra pequeña policía local aquí en Carnwell, aunque el tamaño de nuestra fuerza apenas se merece el título. Creo que usted trató contactarme acerca de un caso abierto. ¿Joanna Bramwell?

      —¿Habitualmente responde así a las llamadas?

      Arthur se rio con una voz de barítono que hizo que a Slim le zumbaran los oídos.

      —Volvía a casa. Aunque voy a ser atento con usted. ¿Quiere contarme ahora de qué va todo esto? Ben Orland es un viejo amigo y esa es la única razón por la que me permito considerar siquiera hablar con usted. Hay casos abiertos y luego está el caso de Joanna Bramwell. Es uno que esta comunidad siempre ha preferido mantener enterrado.

      —¿Por alguna razón concreta?

      —¿De verdad quiere saberlo?

      Sin pedirlo, Arthur se metió en un drive-through de McDonald’s y pasó a Slim un vaso caliente de café negro.

      —Tres de azúcar —dijo Arthur, rasgando una bolsa— ¿Usted?

      Slim le respondió con una sonrisa cansada.

      —Echaría un chorrito de Bell’s si lo tuviera a mano —dijo—. Pero me lo tomaré tal cual. Fuerte funciona mejor.

      Arthur se detuvo en una plaza de estacionamiento libre y apagó el motor. A la luz de la farola más cercana, la cara del jefe de policía era como la superficie de la luna: una serie de cráteres oscuros.

      —Le voy a decir directamente que debería dejar tranquilo el caso —dijo Arthur, sorbiendo su café y mirando directamente adelante a las vías que los separaban de una rotonda de una circunvalación—. El caso de Joanna Bramwell acabó con uno de los mejores policías que hay tenido Carnwell. Mick Temple fue mi primer mentor. Llevó ese caso, pero se retiró inmediatamente después, con solo cincuenta y tres años. Se ahorcó un año después.

      Slim frunció el ceño.

      —¿Todo por una joven muerta en la playa?

      —Usted es un militar —dijo Arthur. Slim asintió—. Adivino que ha visto cosas de las que no quiere hablar mucho. Salvo que estuviera bebido, en cuyo caso no hablaría de otra cosa.

      Slim miró los faros de los automóviles que pasaban por la circunvalación.

      —Una explosión —murmuró—. Un par de botas y un sombrero tirado en tierra. Todo lo demás… desaparecido.

      Arthur se quedó en silencio durante unos segundos como si digiriera esta información y mostrando un momento de respeto cortés. Slim no había hablado de su antiguo líder de pelotón en veinte años. Bill Allen no había desaparecido completamente, por supuesto. Encontraron sus restos después.

      —Mick siempre decía que ella volvería —dijo Arthur—. La encontraron tendida en la zona de alta de la playa, como si la hubiera llevado una gran ola. Usted ha estado en Cramer Cove, supongo. Estaba treinta metros por encima de la línea de marea de la primavera. No hay forma de que Joanna hubiera llegado hasta allí si no la hubiera arrastrado alguien.

      —O que se hubiera arrastrado ella misma hasta ahí.

      Arthur levantó una mano como si quisiera quitarse la idea de su cabeza.

      —El informe oficial decía que los dos paseantes de perros que la encontraron debieron moverla, para alejarla de la marea, pero ambos eran residentes locales. Tendrían que saber que la marea estaba bajando.

      —¿Pero estaba muerta?

      —Lo suficiente. Informe forense y todo eso. Oficialmente, se ahogó. La llevaron a la morgue y luego la enterraron.

      —¿Y eso es todo? ¿Ninguna investigación?

      —No teníamos nada. Ninguna indicación de que fuera otra cosa que un accidente. Sin testigos, nada circunstancial. Fue un accidente, eso fue todo.

      Slim sonrió.

      —¿Por qué lo llamó entonces un caso abierto? Eso equivale a una investigación de asesinato sin resolver, ¿no?

      Arthur tamborileó con los dedos sobre el salpicadero.

      —Me ha pillado. Todos lo han olvidado, salvo los pocos que recordamos a Mick.

      —¿Qué más sabe?

      Arthur se giró, mirando a la cara a Slim.

      —Creo que ya le he contado bastante. ¿Qué tal si usted me dice qué está haciendo al peinar las calles de Carnwell en busca de información?

      Slim СКАЧАТЬ