Название: El Asesor Vidente
Автор: Juan Moisés De La Serna
Издательство: Tektime S.r.l.s.
Жанр: Детская проза
isbn: 9788835414216
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―De lo que vi, ya le he comentado, de lo que he soñado.
―Pero ¿usted se ha escuchado?
―Sí, claro, ¿por qué?
―Acaba de acusar a alguien con nombre y apellidos, me ha dicho dónde se produjo el crimen, y cómo se deshizo del cuerpo.
―Sí, eso he hecho.
―¿Y sin una prueba?
―Bueno pues esa no es mi labor.
El comisario sin decir ni una palabra y aún con el café derramado sobre la mesa, salió de la sala dando grandes gritos.
Yo me quedé ahí inmóvil sin saber qué hacer, entendía que había hecho lo correcto al decirle lo que había visto, pero no comprendía su reacción.
Desde la silla vi cómo se puso a dar órdenes a diestro y siniestro, y cómo los policías de la comisaría se pusieron a mover de un lado a otro, algunos salieron literalmente corriendo de la comisaría, otros cogieron el teléfono y de todo esto era un espectador inmóvil.
No acertaba a comprender a qué había venido todo aquel jaleo y si me tuviera que retirar o esperar a seguir la entrevista en aquella sala.
Hice el ademán de levantarme e irme, pero en esto me vio el comisario y volviendo hasta el quicio de la puerta me dijo con voz autoritaria:
―De ahí no se mueva.
Yo así hice, y bueno, pasaron varias horas, y a pesar de que miraba por todos lados cómo iban y venían los policías, todos muy nerviosos, seguro que, por los gritos del jefe, hasta que en un momento determinado vi entrar en la comisaría a dos de los policías que habían salido corriendo, y venían con un tercer hombre.
―Es él, es él ―chillé no sé muy bien porqué.
―Sáquenle de aquí ―dijo el comisario a uno de sus subalternos, mientras me señalaba a mí.
Así que en un instante me encontraba que me habían expulsado de la comisaría, si es que se puede llamar así, y sin dejar de custodiarme, me habían invitado amablemente a la cafetería de enfrente donde me habían hecho sentar y esperar.
A pesar de que pregunté en varias ocasiones, el policía no me quiso decir qué estaba haciendo allí, ni por cuánto tiempo permanecería, solo que debía de estar sentado y en silencio.
Ya no sé ni el tiempo que estuve, pero aproveché para comer, ya que no había tomado nada al salir tan temprano hacia la comisaría a contarle al jefe de policía lo soñado, así que me alimenté y esperé.
Todo fue tan extraño, pero bueno, no tenía nada mejor que hacer que esperar allí, no sé muy bien a qué, pero así lo había ordenado el jefe de policía, y por eso tenía, no sé si decirle escolta, pero en dos ocasiones le pregunté por retirarme de aquel lugar y no me dejó ir a ningún sitio.
Y fue todo tan raro que hasta el policía que me custodiaba se ofreció a pagar mi comida, ¡eso sí que era raro!, pero entendí que eso era una buena señal, si hubiese sido un, no sé cómo llamarlo, preso común, nunca me hubiese hecho ese ofrecimiento.
A pesar de ello, se lo agradecí, pero entendí que mi consumición la debía de pagar yo, así que lo hice.
Pasaron las horas, y a pesar de mis continuas preguntas al policía, él no parecía preocuparse por el tiempo, simplemente estaba allí, delante de mí, sentado, y callado.
Personalmente considero que tendría cosas más interesantes que hacer, pero así se lo habían mandado y así hacía.
En un momento determinado sonó el walkie talkie que tenía en el bolsillo y del que apenas me había percatado, y la orden fue clara:
―Tráele.
―Vamos ―me dijo levantándome del sitio y sin darme tiempo a terminarme el café.
Después de tres tazas, ya se podría haber esperado un poco más, pero él no, había recibido órdenes y todo ahora tenía que ser con prisas.
Así que regresamos a la comisaría, y me llevaron otra vez a la habitación acristalada que usaban a modo de sala de interrogatorio.
―Bien, usted dirá ―comenté al jefe de policía cuando entró en la sala donde había permanecido en una esquina ese…, no sé cómo decir, guardián que me había acompañado y no me había quitado la vista de encima.
―¿Cómo lo ha sabido?
―¿El qué? ―pregunté sin saber a qué se refería.
―No se haga el tonto, ¿cómo lo ha sabido? ―volvió a preguntar.
―Como no sea más concreto no creo que pueda responderle.
―Hemos encontrado el cuerpo ―afirmó mientras ponía sobre la mesa unas fotos.
―¡Ah, es ella! ―dije mientras la observaba. Era la primera vez que veía este tipo de fotos, sí es cierto que en la televisión las están mostrando a cada momento, ya sea en las noticias o en las series de policía, pero es diferente cuando lo tienes justo enfrente.
De momento se me hizo, no sé un nudo en el estómago, un mal cuerpo, me entró una cosa que… no pude por menos que vomitar en un lateral.
―Tranquilo, tranquilo eso le pasa a todos la primera vez ―dijo el comisario mientras me acercaba una caja de pañuelos de papel.
―Perdone, ha sido la impresión.
―Sí, todavía recuerdo mi primera vez, por desgracia para mí no fueron unas fotos, sino una gracia, por así decir, de mis compañeros de promoción. Creyeron que sería gracioso acercarnos al cementerio por la noche para demostrar lo valiente que éramos, y… en un momento determinado me echaron en un hoyo, poco profundo, pero donde había un ataúd destapado. Seguro lo habían preparado todo para la ocasión, pero la impresión de ver un cuerpo desde tan cerca, en el cementerio, en mitad de la noche, e iluminado con las linternas que traíamos, le aseguro que es toda una experiencia.
―Supongo, acerté a decir mientras me limpiaba la cara y las manos y echaba el papel al suelo para tapar lo que había manchado.
―No se preocupe, en breve lo limpiarán, y bien, dígame ¿cómo lo ha sabido?
―¿El qué? ―volví a preguntar, entendiendo ahora que se trataba del caso del que hace ya horas le había compartido mi sueño.
―¿Cómo ha sabido sobre el lugar donde la echó?
―No lo sé, sólo le comenté lo que vi.
―Nos ha llevado varias horas y la ayuda de varios expertos en acotar el área, en función de la velocidad, el modelo y el peso del vehículo.
―¿El qué? ―pregunté asombrado.
―Claro, ¿cómo cree que hacemos las cosas?, aquí no dejamos nada al azar. Localizar al sospechoso fue fácil, usted nos dio su nombre y su profesión, prácticamente nos СКАЧАТЬ