Название: Tras La Caída
Автор: L. G. Castillo
Издательство: Tektime S.r.l.s.
Жанр: Современная зарубежная литература
Серия: El Ángel Roto
isbn: 9788873049685
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—Pero tres mil años. Yo nunca podría... —Miró a Lash y respiró profundamente—. No me lo puedo ni imaginar.
—¡Oye! —Lash se inclinó y la besó en la mejilla—. Todo está bien. Estoy aquí —dijo como si pudiera leerle la mente y ver su temor a vivir sin él. ¿Cómo lo había hecho Rachel? Todos esos años sin Uri, verlo morir de esa manera, sin saber si alguna vez regresaría.
—¿Por qué no me lo contaste?
—No surgió. —Soltó el cartón de bingo y le cogió las manos—. No tienes nada de lo que preocuparte. La situación de Uri es totalmente inusual. No te ofendas, Uri.
—Para nada, amigo mío —dijo Uri—. Naomi, Lash no es el ángel más rebelde de aquí por mucho que finja serlo. —Sonrió dejando ver sus hoyuelos—. Hay cosas mucho peores que coger una fuerte rabieta y echar a perder una asignación.
Lash frunció el ceño. —Yo no lo llamaría rabieta.
—¿Qué hiciste? —Naomi no podía imaginar a Uri haciendo algo tan malo para que su castigo fuera morir en el Infierno. No parecía ser ese tipo de persona—. No sabía que los ángeles podían ser castigados de esa forma.
—No fueron los arcángeles quienes lo castigaron. —Rachel miró hacia abajo, al cartón de bingo, con el ceño fruncido y se estiró sobre la mesa para coger otro—. Ellos jamás harían eso.
—Oh, pues yo me imagino a Gabrielle ordenando algo así —dijo Lash.
—Lash —le advirtió Naomi. Gabrielle todavía seguía siendo un punto sensible para él. Rachel le contó que Gabrielle y Lash no se llevaban bien. Así que, cuando Gabrielle fue nombrada su supervisora, pensó que le resultaría difícil trabajar con ella. Sin embargo, fue muy paciente con Naomi e incluso le daba tiempo extra para que completara su entrenamiento. No se percató de que Gabrielle estaba siempre ocupada y nunca interactuaba con ninguno de los ángeles a nivel personal. Naomi lo entendía. Debía de ser difícil para ella ser la segunda, después de Michael. Ella aún no había tenido la oportunidad de conocerlo, pero todos hablaban de él con gran veneración, incluido Lash. La única vez que Gabrielle parecía bajar la guardia era cuando estaba con Raphael. Si no la conociera, juraría que Gabrielle estaba enamorada de él.
—¿Qué? —Lash la miró inocentemente—. Es cierto. Si se tratara de mí, lo haría sin dudar.
—Gabrielle puede ser un poco... estirada a veces, pero tiene buenas intenciones. —Los grandes ojos marrones de Rachel brillaban por las lágrimas mientras miraba en la distancia, como si recordara algo—. Ella arriesgó su vida al venir en mi busca y no debió decirme cómo llegar hasta el Lago de fuego.
—Ajá —Lash la miró escépticamente durante un momento y después volvió su atención a Uri—. Entonces, ¿qué hiciste?
—¿No lo sabes? —preguntó Naomi, sorprendida. Calculó desde cuándo Rachel y Lash eran buenos amigos; a estas alturas, ya habrían hablado de ello.
—Lash sabe que me mataron y que después regresé. Nunca he contado a nadie por qué —dijo Uri, pareciendo acalorado. Miró a Rachel nervioso antes de continuar—. Ya ves, antes era una persona muy diferente. En el 1400 a.c. fui a la ciudad de Ai con Raphael y Luci...
—Oh, ellos no quieren escuchar cosas aburridas. —Rachel saltó de su regazo. Rebuscó en el montón de cartones de bingo que había en el centro de la mesa y miró de cerca cada uno, evitando el contacto visual mientras hablaba—. Uri fue capturado por Lucifer y Saleos. Y debido a, eh, circunstancias especiales, los arcángeles decidieron, esto... dejarle —se hundió en su asiento y tragó saliva— morir.
—Eso es cruel. —Naomi no podía imaginar qué habría hecho tan malo para que él y Rachel mereciesen sufrir de esa manera. Observó a Rachel cuidadosamente y vio cómo se avergonzaba bajo su escrutinio. Había algo que no le estaba contando. Además de Lash, Rachel se había convertido en una de sus mejores amigas; era como una hermana a la que le contaba todo... al menos hasta ahora.
—La ciudad de Ai —dijo Lash—. Eso me resulta familiar. ¿Dónde habré escuchado eso antes?
La risita forzada de Rachel cogió por sorpresa a Naomi. —Mira esta carta, Naomi. La Muerte —leyó, y seguidamente le dio la carta con el dibujo de un esqueleto con una guadaña—. No se parece en nada a Jeremy. No lleva sus botas nuevas de piel de cocodrilo. ¿Verdad, Uri?
Uri frunció el ceño, confundido, y luego, como si hubiera pillado lo que Rachel había dicho, respondió: —Sí, sus botas. Muy bonitas.
Naomi vio a Lash ponerse rígido y dejar de hacer muecas cuando escuchó el nombre de Jeremy. Este desapareció al día siguiente de haberse reunido con Lash. Escuchó hablar sobre la pelea que Lash tuvo con él y se sintió fatal por ello. Le preguntó a Raphael por Jeremy, con la esperanza de poder hacer algo para ayudar a unir a los dos mejores amigos. Raphael tan solo negó con la cabeza con tristeza y dijo que Gabrielle le había mandado una asignación larga y que no sabía cuándo regresaría.
—Entonces, Jeremy ha vuelto. — Lash continuó barajando las cartas, con la voz tensa.
Rachel miró fijamente a Lash y después a Naomi, cuyos ojos estaban llenos pena. Entonces se giró hacia Lash con lo que parecía ser una sonrisa forzada. —Le vi esta mañana. Tal vez tú, Jeremy y Uri podríais retomar vuestras partidas de póquer.
Lash tensó la mandíbula. Estaba mirando fijamente a las cartas mientras sus pulgares se movían rápidamente por ellas. Golpeó la baraja contra la mesa e hizo muecas sin decir ni una palabra.
El ambiente de la habitación se enrareció al evitar contestar la pregunta.
—Es una idea estupenda —dijo Naomi, forzando la voz para sonar alegre. Miró a Rachel y a Uri, al darse cuenta de las miradas de complicidad que tenían el uno con el otro, y suspiró. Más secretos. ¿Qué es lo que pasaba en este lugar con los secretos? Ella no estaba acostumbrada a que la gente le ocultara cosas, especialmente después de que Lash le revelara que era un serafín y de que Raphael le contara que ella era el séptimo arcángel.
Lash incluso le había hablado sobre su conversación con Raphael y le había contado que Rebecca, el ángel de la guarda de su abuela, era su madre y Raphael su padre. Y cuando le contó que Jeremy era su hermano mayor, pensó que los secretos ya se habrían acabado... pero al parecer no era así. ¡Qué frustrante! Con razón Lash estaba malhumorado cuando lo conoció. No podía culparlo por ello.
—Explícamelo otra vez: ¿por qué tenemos que utilizar judías? —preguntó Lash mientras cogía un puñado.
Obviamente, estaba intentando cambiar de tema. Ella suspiró. Tal vez era mejor seguir jugando al bingo mexicano.
—No es necesario que utilicemos las judías. Las fichas de bingo también sirven. A Welita le gustaba usar las judías. —Sintió una punzada en el pecho que le resultaba familiar; la misma que sentía cada vez que pensaba en su abuela y su primo, Chuy.
Cuando Naomi llegó por primera vez al Cielo, estuvo observándolos durante los descansos de su entrenamiento. Pero cada vez que lo hacía, se le hacía más y más difícil separarse del puente СКАЧАТЬ