Название: Tras La Caída
Автор: L. G. Castillo
Издательство: Tektime S.r.l.s.
Жанр: Современная зарубежная литература
Серия: El Ángel Roto
isbn: 9788873049685
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—¡Espera! ¿Uri murió? ¿En plan muerto, muerto? ¿Dejó de existir? ¿Murió? —Naomi miró boquiabierta a Rachel y seguidamente miró a Uri. Su hoyuelo apareció cuando sonrió. —Pero, estás... estás aquí.
Rachel se quedó mirando a la nada con una expresión de tristeza, como si hubiera vuelto a la cueva.
—¿Rachel? ¿Estás bien? —Naomi sacudió su hombro con el ceño fruncido por la preocupación. De todos los ángeles que había conocido durante su corto periodo de tiempo en el Cielo, Rachel era la más alegre; siempre hablaba sobre los cotilleos de los ángeles. Deseaba no haberle preguntado cómo se conocieron ella y Uri. Naomi no tenía ni idea de su trágico pasado, ni de que Rachel y Uri estuvieron separados. Uri, cuyo nombre era la apócope de Uriel, siempre había estado al lado de Rachel.
Cuando Naomi conoció a Uri, se quedó alucinada por la forma en la que él le guiñaba y bromeaba con ella. Además, era cariñoso, como Rachel. Pensaba que Lash se pondría celoso por la forma en la que Uri flirteaba con ella, pero entonces se dio cuenta de que era así con todo el mundo, incluso con Gabrielle.
El Cielo no podía concebirse sin los bellísimos ángeles, y aunque el estilo oscuro y taciturno de Lash era más su tipo, tenía que admitir que Uri era atractivo. Su cabello era rubio ceniza y lo llevaba corto con mechones que le caían sobre la frente, destacando unos burlones ojos azules. Pero lo que más lo caracterizaba, eran sus labios carnosos que siempre parecían estar fruncidos. Muchos de los ángeles femeninos babeaban cada vez que Uri les besaba las manos para saludarles o se derretían cada vez que les sonreía. Y si Uri de verdad quería ponerles a tope, solo tenía que poner su fuerte acento ruso.
Pese a lo mucho que llamaba la atención, estaba muy claro que su corazón pertenecía a Rachel. Cada vez que ella entraba en la habitación, se le iluminaba la cara, lo que le hacía parecer incluso aún más guapo.
Rachel parpadeó un par de veces y negó con la cabeza como si tratara de volver al presente. —Sí, lo siento. Me he perdido en mis recuerdos durante un momento. ¿Qué estabais diciendo?
—Mi amor, permíteme que le explique a Naomi cómo fue mi milagrosa resurrección —dijo Uri a Rachel.
Se inclinó sobre la mesa y puso la mano de Naomi sobre la suya. Hizo una pausa y miró a Lash. —¿Puedo?
Lash asintió y se retrepó en su asiento. —Sí, siempre y cuando retengas algunos de tus encantos.
Naomi puso los ojos en blanco. —Solo está cogiéndome la mano. ¿Por qué me coges la mano, Uri?
—Dime, mi hermosa Naomi. ¿Qué sientes? —Uri guiñó a Rachel.
Naomi parpadeó, confundida. —Yo, eh... bueno, siento tu mano.
—Sí, sientes la mano de Uri —dijo él con una fuerte pronunciación de la "r"—. Pero, ¿quién es Uri?
—¿Qué? —Ella miró a Lash sin saber lo que pensar. Este se encogió de hombros.
—¿Es este Uri de carne y hueso? —. Él deslizó la mano de ella hasta su brazo musculoso—. ¿O es este Uri? —Entonces colocó su mano sobre su esculpido pecho.
Lash se puso tenso en su asiento. —¡Oye! Cuidadito.
—Shhh. —Naomi gesticuló con la mano. —Creo que tengo algo.
—Me parece que estás sintiendo a Uri —masculló él.
Rachel soltó una risita y recogió las cartas de la mesa. —Naomi tiene razón. Estás muy mono cuando te pones celoso.
—Yo no estoy... bah, dame las cartas —Le quitó de un tirón la baraja.
Naomi pudo sentir cómo Lash hacía muecas mientras barajaba las cartas. Quería relajar su mente, pero estaba a punto de averiguar lo que Uri trataba de explicarle. Ya estaba muy cerca.
—¿Me estás diciendo que lo único que cambió fue tu cuerpo?
Uri sonrió. —Muy bien. Este —él apretó su mano contra su pecho— es un nuevo y mejorado Uri. ¿Te gusta? —Le guiñó un ojo.
—Sí.
Él sonrió y ella escuchó una risita ahogada de Rachel.
Naomi sintió que la cara se calentaba al retirar la mano de su pecho. —Quiero decir que... eres... un buen amigo —balbuceó.
Respiró profundamente e intentó volver a retomar la conversación que estaban teniendo antes de eso. —Entonces, me estás diciendo que tu verdadero yo, tu alma, no murió y aún sigue viva, ¿no?
—Es inteligente, ¿verdad? —dijo Uri a Lash.
Él gruñó.
—Vamos a tomar eso como un 'sí'. —Naomi volvió su atención al juego que estaban jugando. Retiró las judías del cartón de bingo y buscó otro. El que tenía debía de estar gafado. No había ganado ni una partida en toda la tarde.
Había enseñado a Uri y a Rachel a jugar al bingo mexicano hacía unas semanas con la esperanza de pasar un rato divertido durante los descansos del entrenamiento. A Rachel le gustó muchísimo —probablemente porque siempre ganaba— así que ella y Uri venían a jugar todas las noches.
—Cada día aprendo algo nuevo. No sabía que fuera posible que los ángeles muriesen, o al menos sus cuerpos. Debió haber sido un alivio saber que Uri volvería —dijo Naomi.
La habitación se quedó en silencio.
—No todo el mundo regresa —dijo Rachel en voz baja. Su perenne sonrisa desapareció.
—Oh, pero yo sí lo hice. —Uri se levantó de la mesa, levantó a Rachel de su silla y la puso sobre su regazo. —Me llevó varios años, pero volví a ti, mi amor.
—Tres mil, trescientos ochenta y seis años, cinco meses, dos días, doce horas, cuarenta y ocho minutos y veintitrés segundos —dijo Rachel entre dientes.
Naomi se quedó boquiabierta. ¿Se fue durante tanto tiempo? Su pecho se tensó cuando Uri limpió con ternura una lágrima de la mejilla de Rachel. Si los ángeles podían morir, entonces Lash también podía y no había ninguna garantía de que resucitara. Todo este tiempo, había pensado que no había nada que pudiera separarles. Pensaba que estaría con él para siempre.
—¿Cuándo moriste? —le preguntó ella.
—En el año 1400 a.c. Mi regreso no fue hasta... mmm, vamos a ver... 1967 o así, cuando nací en un cuerpo humano. No es muy diferente a nacer en tu propio cuerpo humano.
—Solo que estaba en Chernobyl en vez de en Texas —Rachel le dio un empujoncito a Uri en el pecho—. Finalmente le volví a ver cuando cumplió diecinueve años.
—Chernobyl en los años 80 —suspiró Lash—. Lo recuerdo.
—Sí, yo también —dijo Rachel—. Nunca en mi vida me había sentido tan feliz y frustrada al mismo tiempo. Créeme, СКАЧАТЬ